El sol apenas se eleva sobre Estambul, pero dentro de Korhan Holding la tensión ya se respira como un perfume denso. La junta directiva, reunida en completo silencio, observa a Ferit mientras expone con firmeza los pilares de un ambicioso nuevo proyecto. Pero más allá de los números y los planes técnicos, todos los presentes saben que el éxito de esta iniciativa depende de una sola persona: Seyran. Sus bocetos, su visión estética, su sello… son el alma del proyecto. Y sin ella, nada puede seguir adelante.

Ferit, sentado al frente, no puede evitar desviar la mirada una y otra vez hacia la puerta. Cada segundo que pasa, su ansiedad aumenta. Y entonces, ocurre: la gran puerta se abre y Seyran entra con pasos suaves, pero firmes, provocando un giro sutil pero inmediato en la atmósfera. Es como si con su presencia se completara una sinfonía largamente incompleta. Las miradas se concentran en ella. Ferit contiene el aliento. No es solo una socia, no es solo una diseñadora. Es la pieza que faltaba en su vida y en su proyecto.

Cuando Seyran toma asiento, los inversionistas sonríen. Bastan unos minutos para que la decisión se selle: los contratos se firman. Korhan Holding consigue un nuevo logro… pero lo verdaderamente trascendente no es el éxito empresarial, sino que Ferit y Seyran vuelven a trabajar juntos, bajo el mismo techo, compartiendo un sueño común. ¿Un reencuentro profesional? Sí. ¿Pero también un renacer emocional?

Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, el abuelo de Diyar, İlyas, lucha con su propio dilema. Ha juzgado a Ferit duramente, ha protegido a su nieta con garras, pero algo en la firmeza de Diyar y en los cambios que ha notado en el joven Korhan comienzan a suavizar su rigidez. Decide dar marcha atrás en su oposición y autoriza los preparativos para un posible matrimonio. Lo que debería ser una noticia feliz, pronto se ve opacada por un giro inesperado.

De vuelta en la empresa, İfakat lanza una mirada de respeto (casi de admiración contenida) a Seyran. Por años la despreció, la subestimó. Pero ahora no puede ignorar el hecho de que Seyran ha salvado a la empresa con una sola decisión. Orhan también lo siente: la joven ha devuelto la vida a un imperio que estaba a punto de colapsar.

Seyran ya no es una simple invitada. Es una protagonista en el nuevo capítulo de esta historia, uno que puede reescribirse desde las ruinas de lo que fue.

En un rincón apartado de Estambul, Kazım, siempre enigmático, cita a Abidin para una conversación inesperada. En apariencia es un desayuno informal. Pero las preguntas que lanza el padre de Seyran revelan una inquietud más profunda: quiere saber quién es realmente Abidin. ¿De dónde viene su apellido? ¿Tiene realmente lazos con los Korhan?

Abidin, aunque en guardia, responde con sinceridad. Habla de su infancia, de cómo fue abandonado, del orfanato y del momento en que el apellido Korhan apareció en su vida. Kazım escucha atentamente, conectando piezas en su mente. No pregunta directamente, pero la sospecha está sembrada: ¿Es Abidin hijo ilegítimo de algún Korhan?

En los jardines de Korhan Holding, se dibuja otra escena mucho más íntima. Ferit y Seyran caminan juntos, bajo el sol, en un silencio cargado de palabras no dichas. Ferit baja la mirada. Habla de dolores del pasado. Seyran escucha. Lo mira. Descubre que él no ha dejado de amarla. Y él, en ese instante, comprende que ella sigue siendo su único sueño verdadero.

Pero no están solos. Desde la distancia, Diyar los observa. Escucha cuando Ferit dice, con voz firme, que no quiere casarse, y que si alguna vez tuviera un hijo, desea que sea con Seyran. Esa confesión la parte en dos. La certeza de que nunca fue parte del corazón de Ferit la paraliza. Llora en silencio. Su mundo se derrumba sin que nadie lo note. Y cuando se aleja del jardín, lo hace con una decisión sellada: dejar a Ferit.

La tormenta emocional no se limita a ellos. En la mansión, Betül y su madre Nurten viven su propia guerra silenciosa. Nurten insiste en casarla con Orhan, no por amor, sino por poder. Para ella, el matrimonio es una transacción. Pero Betül duda. Quiere a Orhan, pero no así. Y cada vez que cede, siente que pierde una parte de sí misma. Si desafía a su madre, podría romper con su familia. Si cede, tal vez pierda al único hombre que la mira con ternura. Su dilema es una prisión sin salida.

Mientras tanto, Şefika empieza a ver con desconfianza la relación entre su hija Ayşen y Nurten. Percibe un cambio en los ojos de Ayşen, pero su instinto de madre se niega a aceptar que algo oscuro se cuece en su hija. Prefiere callar lo que sospecha, porque decirlo en voz alta sería como perder a Ayşen para siempre.

En otro frente, Suna enfrenta a Kazım con firmeza. Le ruega que no revele el origen de Abidin. Porque si lo hace, no solo destrozará a Abidin, sino también a ella. Pero Kazım está decidido. Cree que nadie lleva el apellido Korhan por accidente, y quiere conocer la verdad cueste lo que cueste.

La mañana siguiente, Ferit nota una ausencia en la empresa: Diyar no ha venido. La llama varias veces, sin éxito. Finalmente, ella responde. Su tono es distante, frío, ajeno. No menciona nada de lo que escuchó en el jardín, pero ya lo ha entendido todo. Sabe que el corazón de Ferit nunca le perteneció. Y por eso, toma su decisión. No se lo dice aún… pero ha elegido marcharse.

Ferit y Seyran vuelven a mirarse como antes. Quizás sea el comienzo de una nueva vida. O tal vez, el final que nunca se cerró. Lo cierto es que el destino ha vuelto a unir sus caminos. Y en los pasillos de Korhan Holding, el amor, el poder, la familia y la verdad se entrelazan como piezas de un rompecabezas que apenas comienza a revelarse.