Los disparos rompen la calma del yalı como una sentencia de muerte. Ferit corre desesperado hacia la puerta, su corazón palpitando con una furia que no logra contener. Abidin le sigue de cerca, y ambos irrumpen en la entrada, donde el guardia les da la noticia que cambia todo: dos hombres armados se han llevado a Seyran por la fuerza. El mundo de Ferit se desmorona. El caos se apodera de la mansión Korhan, y la desesperación comienza a carcomer a todos como una plaga silenciosa.
Halis Korhan actúa con rapidez: ordena reforzar la seguridad, proteger a los suyos y movilizar todos los recursos para encontrar a Seyran. Latif organiza al personal, y Abidin se lanza a inspeccionar las rutas cercanas. Mientras tanto, Kazım, Şehmuz y Esme reciben una llamada de Suna con la desgarradora noticia. Sin pensarlo, Kazım corre hacia la mansión como un león herido, y Esme lo sigue con el alma desgarrada.
Seyran, atrapada en una furgoneta junto a Ece, permanece atada, desconcertada y asustada. Akın los vigila con ojos de odio, y Ece llora sin control, pidiendo perdón. La traición la consume, pero ya no hay marcha atrás. En el yalı, Ferit se derrumba. Su mente vuela entre sospechas, y el nombre de Doruk aparece como un relámpago oscuro. ¿Y si el nuevo entrenador es parte de esta pesadilla? Al insinuarlo, Asuman explota, defendiendo a Doruk con uñas y dientes. La tensión en la casa es palpable. Todos desconfían de todos. El teléfono no deja de sonar. Las cámaras se revisan sin cesar. Ferit no para. No puede.
Cuando Kazım entra a la mansión, sus ojos se encuentran con los de Ferit. Por primera vez, enemigos históricos comparten un mismo dolor. La alianza es silenciosa, pero poderosa: Seyran debe volver. Y el tiempo es el enemigo más feroz.
Hattuç, por su parte, está convencida de que Mezide está detrás del secuestro. Un odio antiguo ha despertado, y ahora quiere arrasar con todos los Korhan. Intenta avisar a Ferit, pero él ya ha salido. Entre sus pensamientos, otro nombre aparece: Serter. Las amenazas pasadas, sus juegos con Pelin… todo apunta a él. Ferit, sin perder un segundo, vuela hacia su casa con Abidin y sus hombres. Lo confronta con violencia, lo acusa, pero Serter lo niega todo. Dice que iba a huir del país, pero el hecho de seguir en casa lo delata. Ferit no confía, pero lo deja neutralizado por ahora.
En el yalı, Kazım explota al saber que su hija fue secuestrada bajo su techo. Enfrenta a Halis Korhan con una furia incontenible, culpándolo por no protegerla. İfakat no se queda callada y lo enfrenta también. Esme intenta detenerlos, pero la discusión sube como espuma. El caos reina. Hattuç, en medio del griterío, revela por fin un oscuro secreto del pasado: Mezide iba a casarse con Halis, pero ella, cegada por los celos, la mandó arrojar a un pozo de cal viva. La sala queda muda. Esme, devastada; Suna, en shock; y Halis, roto por dentro. La verdad es un puñal que atraviesa generaciones.
Mientras tanto, Seyran llega a la finca donde la espera Mezide, con su rostro marcado por cicatrices y su alma consumida por la venganza. Akın intenta intimidarla, pero Seyran se mantiene firme. Mezide no quiere piedad. Quiere justicia. Según ella, todo lo que ha vivido merece una respuesta, y ahora es el momento. Para ella, los descendientes de Hattuç deben pagar con la misma moneda. Pero Seyran, a pesar del dolor, siente que esta cadena de odio debe terminar. Mezide no lo ve así. Para ella, el pasado apenas comienza a cobrarse sus deudas.
De regreso en la mansión, Ferit continúa buscando respuestas. Enfrenta de nuevo a Serter, exigiendo información. Kazım irrumpe y, con una frialdad helada, toma el control de la situación. Su instinto salvaje regresa. Serter duda, pero no cede. La tensión es insoportable. Cada segundo pesa como una eternidad.
En otra esquina del yalı, Suna, destruida por la angustia, le confiesa a Kaya que sospecha de una relación entre İfakat y Şehmuz. Kaya queda paralizado. La traición lo atraviesa como un rayo. Cuando va al cuarto de İfakat, confirma lo impensable: Şehmuz está en su cama. Lo arrastra por el pasillo a gritos, y el escándalo estalla. Halis Korhan sale de su habitación y, al enterarse de lo ocurrido, pierde el control. Expulsa a İfakat sin vacilación y encierra a Şehmuz en el almacén. La caída de İfakat es humillante. Gülgün, que esperó por años ese momento, la despide con una mezcla de desprecio y triunfo.
Pero lo peor no ha terminado. En secreto, Gülgün ha sellado un pacto con Mezide. A cambio de liberar a Orhan, organizó un cruel escándalo durante la noche de bodas de Halis y Hattuç. Lo hizo como venganza, como declaración de guerra, como prueba de que ella también sabe jugar. El tablero se ha movido, y la batalla ahora es total. Nadie es inocente. Todos guardan algo. Y el precio de la verdad es cada vez más alto.
Mientras Ferit sigue buscando a Seyran, la tensión aumenta. Mezide le muestra a Seyran las cicatrices de su cuerpo, su vida destrozada, y le revela el pacto que selló su destino. Seyran, astuta, planta dudas en Akın: le insinúa que Mezide pudo haber estado detrás de la muerte de Ökkeş. Akın, por primera vez, titubea. ¿Y si su madre no ha sido del todo sincera?
La semilla de la desconfianza está plantada. Akın ya no ve con los mismos ojos a su madre. El poder de Mezide comienza a tambalear, y Seyran, incluso en su encierro, juega su última carta. La guerra en la mansión Korhan ha estallado. Cada secreto revelado es una bomba, cada gesto, un disparo.
Y mientras tanto, Ferit y Kazım, dos hombres que jamás pensaron luchar juntos, se preparan para ir hasta el final. Porque si hace falta fuego o sangre para rescatar a Seyran, lo harán sin dudar.
La cuenta regresiva ha comenzado.
Y los disparos finales… están por sonar