La tensión en La Promesa ha alcanzado su punto de ebullición. El capitán Lorenzo de la Mata, conocido por el pueblo como el capitán garrapata, está a punto de enfrentarse a su destino. Su historia de manipulación, traición y parasitismo ha llegado a un punto de no retorno. Y el bautizo de los hijos de Catalina y Adriano promete convertirse en el escenario de una tragedia anunciada.
Todo comienza con una conversación cargada de reproches, donde Lorenzo, sin pizca de vergüenza, se atreve a cuestionar la recuperación mental de su esposa Eugenia, insinuando que si bien ha recuperado el uso de las piernas, su juicio sigue “ausente”. A plena voz y sin pudor, se presenta como víctima de una agresión por parte de su esposa, exigiendo explicaciones y soluciones. Su tono agresivo provoca incomodidad incluso en sus propios familiares. Nadie se atreve a decirlo en voz alta, pero todos lo piensan: Lorenzo ha cruzado demasiadas líneas.
Y es que Lorenzo no solo ha sido un marido abusivo, sino también un manipulador astuto, un parásito que ha vivido años a costa de los Luján. Desde su llegada al palacio, ha tejido alianzas oscuras con personajes igualmente nefastos como la Baronesa de Grazalema o, más recientemente, Leocadia. Su plan siempre es el mismo: aislar a las mujeres que lo rodean, hacerlas parecer locas y finalmente encerrarlas para quedarse con todo. Lo hizo con Eugenia durante años, la mantuvo drogada con láudano, anulada, sin voluntad. Luego intentó lo mismo con Cruz, aliándose con la baronesa para enviarla a un sanatorio. Y ahora, ha regresado al punto de partida: quiere deshacerse de Eugenia nuevamente.
Pero esta vez, Eugenia ha vuelto. Y no es la misma mujer derrotada de antes.
Gracias al conde de Ayala, Eugenia ha logrado escapar del infierno de su mente y del cautiverio impuesto por su marido. Ha regresado más fuerte, decidida a recuperar lo que le arrebataron: su dignidad, su libertad y su voz. Sin embargo, Lorenzo no se rinde tan fácilmente. Junto a Leocadia, planea repetir el ciclo de terror. Pero Eugenia ya no está dispuesta a permitirlo.
La tensión se palpa en cada rincón del palacio. El día del bautizo, lo que debía ser una celebración familiar, se convierte en un campo minado. Eugenia, acorralada, siente que todos conspiran contra ella. La paranoia, alimentada por años de abuso y sedación, explota. Con una pistola en mano, irrumpe en la celebración, gritando que no volverá al sanatorio. Que no permitirá que la encierren de nuevo.
Apunta, sin dudarlo, al Duque de Carvajal y Fuentes, pero sobre todo, a su esposo. El capitán garrapata.
Es un momento sobrecogedor. Todos quedan paralizados. ¿Disparará Eugenia? ¿Alguien caerá herido o muerto? ¿Será finalmente Lorenzo quien pague con sangre todas sus fechorías?
El público lleva meses pidiendo justicia. Desde su primera aparición, Lorenzo ha sido uno de los personajes más odiados de la serie. Su historial de maltrato hacia Eugenia, sus traiciones al marqués de Luján (recordemos cómo lo engañó para quedarse con el 25% de la propiedad), su manipulación constante, su falta de remordimiento… Todo lo ha convertido en el villano perfecto. Y ahora, parece que su caída está cerca.
Porque si hay justicia en La Promesa, debe llegar a través de las manos de Eugenia. Ella ha sido la víctima silenciosa durante años. La mujer anulada, marginada, humillada. Verla empoderada, armada, enfrentándose a su opresor, es catártico para la audiencia. El momento que muchos esperan.
Pero hay algo más. Esta escena no solo es importante por su carga emocional y dramática, sino también por lo que representa: la ruptura del ciclo. Durante mucho tiempo, en La Promesa, las mujeres han sido víctimas de hombres como Lorenzo. Pero Eugenia, con su acto desesperado, rompe esa dinámica. Dice “basta”. Se convierte en la justiciera que nadie esperaba pero todos necesitaban.
Eso sí, como toda historia en este palacio, nada es tan sencillo. ¿Qué pasará si Eugenia dispara? ¿Será considerada loca de nuevo? ¿Volverá a ser encerrada? ¿Y si alguien más sale herido por accidente? ¿Qué consecuencias traerá ese disparo? ¿La justicia por fin llegará… o será silenciada una vez más?
Mientras tanto, la figura del capitán garrapata tambalea. Incluso dentro del palacio ya nadie lo soporta. Catalina ha sido de las pocas en enfrentarlo abiertamente, señalando que vive del cuento y arruina todo lo que toca. Desde el negocio de las mermeladas hasta la estabilidad emocional de quienes lo rodean. Y ni siquiera sus antiguas aliadas confían en él: traicionó a la baronesa cuando más lo necesitaba, dejándola sola para pactar con Cruz. Es un oportunista, sin honor, sin alma.
Y quizás por eso su destino esté escrito. Porque en La Promesa, a veces el castigo tarda, pero llega. Y este podría ser su final. Un final apoteósico, como el título lo anuncia. Uno donde, por una vez, la justicia tenga rostro de mujer.
¿Será Eugenia quien le arrebate la vida? ¿O el disparo será solo el inicio de una cadena de consecuencias que lo arrastren hasta el abismo? Lo que es seguro es que La Promesa se acerca a un punto de inflexión. Y el capitán garrapata está en el centro de la tormenta.
Así que no apartes la vista. Porque el día del bautizo no será solo una fiesta familiar. Será el escenario de un juicio emocional, un acto de rebelión y, quizá, el cierre de un ciclo de abusos que ha durado demasiado. Eugenia ha vuelto. Y esta vez, no tiene intención de callar.
¿Quién caerá? ¿Quién se salvará?
Solo una cosa es segura: La Promesa jamás volverá a ser la misma.