En Sueños de libertad, el pasado vuelve con furia para desgarrar las heridas que nunca cerraron del todo. Esta semana, un nombre irrumpe en escena con fuerza devastadora: Amador Rojas. Lo que parecía un simple nuevo fichaje para la empresa de los De la Reina, un asesor de riesgos laborales sin mayor relevancia, se transforma rápidamente en el epicentro de una tormenta que amenaza con desmoronar el frágil equilibrio emocional de Marta y Fina… y con ello, el de toda la familia.

Todo comienza con una incomodidad sutil, un gesto apenas perceptible, pero que enciende las alarmas de Marta. Desde la llegada de Amador, tanto ella como Fina sienten su mirada como una amenaza latente, como si ese hombre supiera más de lo que aparenta. Y no están equivocadas.

En una conversación cargada de tensión con su hermano, Marta descubre la verdad que cambiará su visión para siempre: Amador no es un asesor cualquiera. Es el mismo detective privado que Jesús de la Reina contrató en su día para vigilarlas, para seguir cada uno de sus pasos, para fotografiarlas a escondidas y exponer su relación ante el patriarca como una vergüenza. Fue él quien destruyó su intimidad, quien convirtió su amor en un arma, en una prueba para un juicio sin piedad.

El rostro de Marta se transforma por completo. Pasa del desconcierto al dolor más profundo, al enojo incontenible. Se siente traicionada, humillada, desgarrada por dentro. Lo que más la hiere no es la revelación en sí, sino el hecho de que su propio padre, Damián, haya permitido el regreso de ese hombre a sus vidas. ¿Cómo pudo hacerlo? ¿Cómo pudo meter al enemigo dentro de casa?

La confrontación entre padre e hija no se hace esperar. Es una de las escenas más intensas y desgarradoras de la semana. Marta, al borde de las lágrimas, sin filtros ni reservas, le grita con la voz rota, pidiéndole explicaciones, exigiendo que despida inmediatamente a Amador. “¿Qué clase de locura es esta?”, le recrimina, incapaz de contener la rabia. En sus ojos arde el fuego de todas las veces que calló, de todas las veces que intentó comprender sin ser comprendida.

Damián, por su parte, intenta justificar su decisión. Le asegura que Amador ya no actúa por encargo de Jesús, que ahora está de su lado, que ha sido contratado con un único objetivo: acabar con Carpena y proteger a la familia. Pero esas palabras caen en saco roto. Marta no puede —ni quiere— entender cómo alguien que destrozó su vida puede ahora ser considerado un aliado. No es cuestión de estrategias, es una cuestión de dignidad, de heridas que todavía sangran, de límites que nunca debieron cruzarse.

Mientras tanto, Fina, aunque más callada, también revive el horror de aquellos días. Su mirada, silenciosa pero elocuente, refleja la angustia de ver cómo el rostro del hombre que las vigiló —que convirtió su amor en un escándalo— vuelve a instalarse en su cotidianidad como si nada hubiera pasado. Ella sabe bien lo que significó aquella traición. Sabe lo que implica que su privacidad haya sido robada, convertida en informes, en pruebas, en castigos.

Este conflicto no es simplemente una pelea entre padre e hija. Es la evidencia de una grieta emocional profunda en el corazón de la familia De la Reina. Marta ya no se siente protegida, ni escuchada, ni respetada. Se siente sola, invisible, expuesta. Y esa sensación la empuja a tomar decisiones que podrían ser irreversibles. Está dispuesta a llegar hasta donde haga falta para alejar a Amador, para proteger a Fina, para defender lo poco que le queda de paz.

Pero la pregunta que flota en el aire es tan contundente como dolorosa: ¿cuál es el precio de esta supuesta protección que Damián defiende? ¿Merece la pena reabrir heridas, desenterrar traumas, poner en riesgo a las personas que ama por una supuesta victoria contra Carpena? ¿O está, sin saberlo, alimentando un nuevo desastre?

Las tensiones no se limitan a este drama. El regreso de Amador no solo despierta recuerdos, también pone a todos en alerta. ¿Qué otras lealtades arrastra ese hombre? ¿Realmente ha cambiado de bando o solo espera el momento adecuado para atacar desde dentro? Las dudas crecen, el clima se enrarece y los fantasmas del pasado se pasean con libertad por los pasillos de la empresa y del alma de los personajes.

Marta, por su parte, parece no tener retorno. Se siente traicionada no solo por Amador, sino por su padre, por un sistema que sigue fallando a las mujeres que deciden amar con libertad. La herida es tan profunda que puede convertirse en un abismo entre ella y Damián. Y lo que es peor: Fina vuelve a estar en el punto de mira, en riesgo emocional, expuesta a un entorno que ya le hizo daño una vez.

En este nuevo capítulo de Sueños de libertad, queda claro que los secretos nunca mueren, que el pasado siempre encuentra el modo de regresar, y que cada decisión tiene un costo emocional devastador. La batalla por el poder, por la justicia y por la dignidad se recrudece, y nadie saldrá ileso.

¿Podrá Marta perdonar a su padre alguna vez? ¿Logrará Damián entender el verdadero daño que ha causado? ¿Qué papel jugará Fina en todo esto? ¿Y Amador… realmente ha cambiado o solo lleva otra máscara?

Una cosa es cierta: Sueños de libertad entra en una fase decisiva, en la que las emociones lo son todo y donde cada paso puede ser el último. La tormenta apenas comienza.