Cuando la paciencia se agota, solo queda la acción. Y Damián lo ha comprendido mejor que nadie.

Después de la tormentosa junta con los Merino, donde las tensiones llegaron a su punto máximo, Damián se encuentra entre la espada y la pared. La presión de mantener el legado de su familia y proteger a los suyos lo consume. Su primer impulso es buscar refugio en quienes alguna vez fueron su brújula: Marta y Andrés. Pero la respuesta que obtiene no es la que esperaba.

Marta, firme y serena, le recuerda que la violencia no es el camino. Andrés, más prudente que nunca, también se opone a cualquier enfrentamiento directo con don Pedro. Ambos aún creen en el poder de la reconciliación. Creen que, tendiendo puentes con Digna y sus hijos, aún es posible detener la embestida de los Merino sin desatar una guerra familiar. Pero Damián, en silencio, sabe que el tiempo de los abrazos ha terminado.

Con el corazón endurecido por las decepciones, decide actuar por su cuenta. El ejemplo de Jesús lo persigue como un eco que no puede ignorar. Si su hermano fue capaz de ir hasta las últimas consecuencias por la verdad, ¿por qué no él?

Y así, sin mirar atrás, Damián pone en marcha sus propios contactos. En las sombras de la ciudad, consigue localizar a un detective que en su día había destapado la relación secreta entre Marta y Fina. Un hombre con un historial de escarbar en lo más hondo, en lo más sucio. Es él quien podría ofrecerle la clave para doblegar a don Pedro… o para hundirlo por completo.

Mientras tanto, Tacio celebra en silencio su triunfo en la última junta. Al lado de Carmen, levanta una copa por el poder que ha conseguido… pero ese brindis tiene un sabor amargo. La victoria le ha costado algo mucho más valioso: la cercanía con su familia. El precio del poder comienza a hacerse evidente. El éxito lo ha alejado de los que ama, y la soledad empieza a roerlo desde dentro.

En otro rincón del pueblo, Luz sorprende a todos —y especialmente a Begoña— con su regreso al dispensario. El doctor Herrera aún se recupera, y aunque ella sabe que será un desafío enorme volver al frente, también tiene claro que es hora de asumir su responsabilidad. Sin embargo, lo que encuentra en su primer día la deja desconcertada. Hay algo más en el ambiente, algo que no encaja… y que amenaza con cambiarlo todo.

Don Pedro, por su parte, comienza a impacientarse. La falta de respuesta de Digna ante su propuesta de matrimonio lo tiene inquieto. Intenta hallar consuelo en Irene, quien le recomienda paciencia y le informa sobre el estado de Fermín, que tampoco atraviesa su mejor momento. Pero la ansiedad de Pedro lo empuja a tomar decisiones impulsivas que podrían volverse en su contra.

Y cuando Damián finalmente se encuentra cara a cara con don Pedro, el enfrentamiento es inevitable. No hay gritos, pero sí tensión. No hay golpes, pero sí amenazas. Damián deja clara su postura: no se rendirá, y mucho menos ante él. Lo que está en juego es más que una empresa: es la dignidad de su familia. Don Pedro, sin perder la compostura, le lanza una advertencia envenenada: “Pronto, el apellido de la Reina ya no estará vinculado a esta perfumería”. Palabras que retumban como una sentencia.

En medio de esta creciente guerra, el Doctor Herrera vive momentos difíciles en la casa de los De la Reina. Su salud es frágil, y Begoña comienza a sospechar que lo que lo aqueja va más allá del agotamiento. Algo más profundo lo está carcomiendo, una herida que no se ve, pero que se siente. La inesperada visita de Irene logra animarlo un poco, pero no disipa del todo la preocupación que crece en el rostro de Begoña.

Lucy, por su parte, intenta tender un puente emocional con Gema. En un gesto de ternura y sinceridad, comparte con ella un episodio clave de su pasado. Busca consolarla, reconectar, recordarle que aún hay motivos para sonreír. La amistad, en estos días tan convulsos, se convierte en un salvavidas.

Pero mientras unos sanan, otros planean. Damián se reúne nuevamente con el detective. Esta vez, el hombre le exige el pago por una investigación previa sobre Luz… y lo que revela deja a Damián sin aliento. Secretos del pasado, omisiones, silencios incómodos. Luz no es exactamente quien aparenta ser. La verdad, una vez más, amenaza con salir a la luz.

Marta, al enterarse de que Damián está siguiendo los pasos de Jesús y que Pelayo ha tenido cierta influencia sobre él, explota. Enfrenta a Pelayo sin rodeos, acusándolo de empujar a su hermano por un camino que solo traerá ruina. Luego, en un intento de recuperar la armonía familiar, ella y Andrés deciden visitar a Luis en el hospital. Saben que la única forma de resistir la amenaza de los Merino es uniendo a los primos, reforzando los lazos rotos, buscando en la sangre una tregua posible.

Mientras tanto, el pueblo entero respira tensión. Las máscaras comienzan a caer. Los secretos, a desvelarse. Los aliados se reordenan. Y el conflicto, lejos de resolverse, se intensifica.

Damián ha vuelto a su esencia más pura, más cruda. Ya no es el hombre que duda ni el que espera. Es el hombre que actúa, el que toma el timón incluso cuando la tormenta amenaza con hundir el barco.

Y tú, espectador fiel de esta historia… ¿crees que Damián ha cruzado una línea de la que no podrá volver? ¿Está repitiendo la historia de Jesús… o escribiendo la suya propia?