“Todo lo ha hecho sola… incluso cuando vivía Jesús.”
Estas palabras, aparentemente simples, pronunciadas por Tasio, se convierten en un espejo que refleja todo el peso de la vida de Begoña. En el capítulo 346 de Sueños de libertad, lo que parecía ser una conversación cotidiana entre dos hombres que se preocupan por la misma mujer, termina por desnudar emociones, silencios y verdades que nadie se atrevía a nombrar.
Todo comienza en el despacho. Andrés, distraído y claramente afectado por los últimos acontecimientos, se ve interrumpido por Tasio, quien, bajo la excusa de hacer algunas llamadas, inicia una charla que va mucho más allá de lo profesional. La primera preocupación gira en torno a Begoña: ¿ha vuelto ya del cuartel tras el asalto? La imagen de ella tirada en el suelo, inerte, todavía sacude la memoria de Tasio. “Parecía muerta”, dice, con una mezcla de culpa y alivio.
Andrés intenta matizar esa imagen trágica, recordando que fue la rápida intervención de la doctora lo que evitó una desgracia mayor. Pero lo cierto es que ese momento ha dejado una huella imborrable en todos los implicados. Porque más allá del susto físico, hay heridas que se clavan más hondo: la de la soledad de Begoña, la de su fortaleza silenciosa.
Es aquí donde Tasio lanza una afirmación que, aunque sencilla, resuena como un trueno: “Todo lo ha hecho sola, incluso cuando vivía Jesús.” No es solo una descripción, es un juicio, un reconocimiento. Begoña no solo ha sobrevivido a las dificultades, las ha enfrentado sin esperar que nadie la salve. Esa fuerza, admirada por Tasio y también por Andrés, se convierte en un espejo incómodo para este último.
Porque Andrés también arrastra su propio conflicto interno. Su vínculo con Begoña, marcado por la distancia emocional y los sentimientos contradictorios, se asoma entre líneas cuando Tasio, antes de marcharse, lo enfrenta con una pregunta que parece inocente pero está cargada de intención: “Vamos a ver a ti qué te pasa.”
Esa frase final, lanzada como quien deja caer una piedra en un lago en calma, abre una grieta en el corazón de Andrés. ¿Qué le pasa? ¿Por qué la preocupación por Begoña parece atravesarlo tan intensamente? ¿Es solo admiración o algo más profundo, más negado?
Mientras tanto, el otro tema que ronda en la conversación es María, cuya salud sigue siendo frágil. Andrés menciona la contratación de una enfermera, como intentando devolver la charla a un terreno seguro. Pero el daño ya está hecho: Tasio, sin necesidad de decir más, ha encendido una mecha que arderá en el interior de Andrés hasta que él mismo decida enfrentar lo que siente.
La escena se cierra con Tasio marchándose y Andrés quedando solo, en silencio, acompañado únicamente por sus pensamientos. El despacho, testigo mudo de tantas decisiones, parece ahora un lugar demasiado pequeño para contener todo lo que no se ha dicho.
La verdad es que, en este episodio, no hay explosiones ni revelaciones grandilocuentes. Pero hay algo más poderoso: el retrato silencioso de una mujer que ha aprendido a sobrevivir sin pedir ayuda, y de un hombre que empieza a darse cuenta de cuánto ha callado.
Y tú, ¿alguna vez has sentido que alguien se preocupa por ti más de lo que deja ver?