El capítulo 339 de Sueños de Libertad arranca con una tensión palpable en la fábrica. Don Pedro ha citado a Marta en su despacho, pero lo que parece una charla profesional, pronto se convierte en una conversación cargada de dobles intenciones. Él comienza con cortesía, ofreciéndole una bebida, a lo que Marta responde con su firme profesionalismo: “Prefiero no beber en horario laboral”. Don Pedro sonríe, y con aparente inocencia comenta que vio a Pelayo y a Cobeaga brindando con champán el día anterior. Marta intenta aclarar la situación: los tres comieron juntos, pero Don Pedro insiste en que notó cierta tensión entre Pelayo y Cobeaga.

El verdadero motivo de la conversación no tarda en aparecer. Don Pedro quiere saber qué pasó con el encargo de Cobeaga, dado que el empresario le expresó sus dudas sobre el contrato. Marta le responde con serenidad que el problema fue resuelto durante la comida: Cobeaga había rechazado la primera muestra presentada por Luis, pero tras dialogar, decidieron seguir adelante. Sin embargo, Pedro lanza una insinuación: ¿fue Pelayo quien convenció a Cobeaga? ¿Ya se conocían de antes? Marta responde que apenas se conocieron hace unos días, pero Pedro, con sorna, sugiere que quizás esa copa de champán fue el inicio de una gran amistad.

Molesta, Marta lo enfrenta. ¿Qué está insinuando? Pedro, fingiendo inocencia, dice que no quería sugerir nada ofensivo, pero vuelve a deslizar con picardía que Cobeaga no es precisamente un hombre de muchas mujeres. Marta no se deja amedrentar. Le deja claro que Pelayo es su marido y que está a punto de postularse como gobernador civil de Toledo, con el apoyo de Miguel Ángel Vaca. Además, le pide que mantenga esa información en reserva, pues aún necesitan más respaldos. Y lanza una advertencia en forma de argumento: tener a Pelayo en el poder sería beneficioso para los negocios que comparten. Don Pedro asiente, sorprendido, mientras Marta, firme, lo reprende por insinuaciones vulgares y le asegura que Toledo pronto comprobará la integridad de su marido.

La escena cambia de tono, trasladándonos a otra trama fundamental. Gabriel llega a visitar a su tío Damián, quien lo recibe con cariño. Gabriel le agradece la acogida y, con tacto, pregunta por el estado de su posible incorporación a la empresa. Damián le responde con honestidad: el director general de la fábrica se opone a su ingreso, no por cuestiones laborales, sino por su apellido. Aunque los Reina son propietarios, comparten la dirección con los Merino de Carpena, y uno de ellos –casado con Digna– tiene mucho poder en las decisiones internas.

Gabriel comprende: la tensión entre las familias pesa más que el mérito. Damián intenta tranquilizarlo, afirmando que luchará por su incorporación, pero Gabriel se muestra preocupado por provocar un conflicto. Sin embargo, también le dice que no está pidiendo solo un trabajo: quiere recuperar su lugar en la familia. Damián, decidido, le dice que necesita el apoyo de Tacio y María, que también tienen voto en la junta. Gabriel se sorprende: creía que Begoña sería la tutora legal de Julia. Damián le explica que, según el testamento de Jesús, María representa a Julia y Tacio tiene acciones como hijo reconocido.

Gabriel se ofrece para hablar con Tacio, convencido de que puede ganarse su apoyo. Pero Damián le advierte: el problema es María. Está inestable, y últimamente ha tomado decisiones que perjudican a la familia, incluso aliándose en secreto con Don Pedro. Gabriel insiste en intentar hablar con ella.

Más tarde, Gabriel acude a la casa de los Reina y encuentra a María, visiblemente apática. Ella lo recibe con sarcasmo, adivinando que ha venido a despedirse antes de regresar a Madrid. Pero Gabriel lo niega: ha venido a pedirle un favor. Le cuenta que Damián quiere contratarlo como abogado y que necesita su voto en la junta. María, sin ocultar su ironía, lo escucha. Él insiste en que no solo se trata de un empleo: quiere recuperar sus raíces, estar cerca de su familia. Es una segunda oportunidad.

María, con su mordacidad habitual, responde que su historia también es triste. Gabriel trata de convencerla: su contratación sería buena para todos, incluso para Don Pedro, aunque no lo vea aún. María le recuerda que ya hay abogados competentes, pero Gabriel le recuerda lo que demostró con el caso del atropello. Está dispuesto a entregarse a fondo. Finalmente, María le promete pensarlo.

Pero todo es una fachada. En cuanto Gabriel se marcha, María llama a Don Pedro para informarle. Le cuenta que Gabriel la visitó, que Damián va a someter a votación su ingreso, y que ella no pudo negarse del todo. Don Pedro, indignado, le recuerda que ya tienen un acuerdo y le advierte: “Recuerda que vives en esa casa. ¿Te das cuenta del lugar en el que esto te deja?” María intenta justificarse. Necesita ganarse la confianza de su marido, no puede arriesgarse a perder su posición. Además, le recuerda a Pedro que también a él le conviene que la familia confíe en ella.

Lo que ninguno de los dos sabe es que Gabriel ha escuchado toda la conversación desde otro teléfono de la casa. Ahora sabe que María y Don Pedro están en alianza y que su voto no será fácil de ganar. Pedro, con su habitual tono amenazante, le dice a María: “Te conviene tenerme como aliado, no como enemigo”. Ella responde con firmeza: “Lo mismo digo.”

El capítulo 339 termina con las tensiones en su punto más alto. Marta defiende la reputación de su esposo frente a las insinuaciones de Don Pedro. Gabriel lucha por recuperar su lugar en la familia, pero descubre que las intrigas y alianzas secretas amenazan con destruirlo. María, mientras tanto, juega a dos bandas, atrapada entre su supervivencia personal y sus promesas ocultas.

Y así, Sueños de Libertad continúa adentrándose en una maraña de intereses, ambiciones y secretos donde la verdad, la lealtad y el poder chocan a cada paso. ¿Logrará Gabriel abrirse camino en medio de esta tormenta? ¿Será Marta capaz de proteger a Pelayo de las sospechas de Don Pedro? ¿Y hasta dónde está dispuesta a llegar María para proteger su posición?

Pronto lo sabremos…