El capítulo 307 de Sueños de Libertad da inicio en un lugar cargado de emociones: el mirador de la casa de los Reina. Allí, María, envuelta en recuerdos de su reciente encuentro con Raúl, revive la ternura que compartieron. Justo en ese instante, Raúl aparece con su característica sonrisa sincera. Aunque ella se muestra nerviosa por el riesgo de ser descubiertos, él la tranquiliza asegurándole que están solos.
La tensión romántica crece cuando Raúl la besa con dulzura. María lo cuestiona, pero él le responde con humor y cariño: “Los dos estamos locos.” Ella intenta mantener la cordura, recordándole que deben ser cuidadosos. Raúl, encantador, le propone darle clases de conducir como excusa para verse. María sonríe, conmovida por su sinceridad, y le confiesa que desde que la alejaron de Julia, su mundo ha perdido el rumbo. Raúl promete no poder curar todo su dolor, pero sí acompañarla en el proceso. Se despiden con otro beso, justo antes de que Manuela aparezca para avisarle que Don Pedro la espera en la fábrica.
Al llegar al despacho, María se encuentra con un Don Pedro aparentemente amable. Él le dice que se enteró por Digna de que ya no es la tutora legal de Julia y le pregunta cómo se siente. María, dolida, le expresa que ha sido apartada de la familia, a pesar de su buena relación con la niña. Entonces, Don Pedro revela sus verdaderas intenciones: quiere comprarle las acciones que Jesús dejó a Julia.
María sospecha de inmediato. Rechaza inicialmente la oferta, recordando que Damián también intentó comprarle las acciones. Pedro, sin embargo, juega su carta más fuerte: le ofrece el doble del valor de mercado y una comisión. Además, le asegura que si vota a su favor en las próximas juntas, los Reina no podrán hacerle nada, especialmente si ella está de su lado.
Pedro intenta persuadirla tocando su fibra emocional: le recuerda que aún busca respeto en esa familia que la ha humillado. Venderle las acciones, según él, sería una forma de afirmarse y asegurar el futuro de Julia.
Más tarde, Digna entra al despacho. Pedro, con una mezcla de cortesía y cálculo, le cuenta lo que planea: si Joaquín, Luis y él logran obtener esas acciones, dominarán la empresa. Así, ningún Reina, ni siquiera Damián, podrá poner en peligro la posición de Joaquín cuando regrese como director.
Digna se indigna. Le recuerda que eso dejaría a Julia sin voz en la empresa familiar. Pedro replica que planea dejarle sus propias acciones a Julia en su testamento. Asegura que ahora que su hijo ya no está, su familia la conforman Irene, Claudia… y también Julia. Esta niña, dice con convicción, será su futuro.
Aunque Digna duda, finalmente accede a apoyarlo, con la condición de que se detenga si ella cambia de opinión. Pedro, satisfecho, considera que este acuerdo es lo mejor para su nueva familia.
¿Pero aceptará María finalmente? ¿Se dejará llevar por el poder o protegerá el legado de Julia?