En el capítulo 301 de Sueños de Libertad, se enciende una nueva chispa en la guerra silenciosa que consume a los miembros de la familia de Andrés. Esta vez, el eje del conflicto gira en torno a una alianza siniestra que podría arruinarlo todo. Damián, visiblemente inquieto, irrumpe en el despacho de su hijo con una información que no puede callar: los hilos ocultos del poder se están moviendo, y don Pedro está más activo y peligroso que nunca.
Damián comienza por mencionar a Ángel Ruiz, el investigador que, pese a los reparos de Marta, está dando resultados reveladores. Andrés, con el ceño fruncido, quiere saber más. Lo que escucha le hiela la sangre: no solo se trata de la venta fraudulenta de la fábrica, sino de una misteriosa reunión entre don Pedro y Monseñor Mercader, miembro del tribunal eclesiástico de Toledo. Para Damián, esto no es un simple encuentro religioso, sino una jugada calculada: Pedro ha conseguido manipular al tribunal que podría haberle concedido la nulidad matrimonial a Andrés, y ha logrado que la rechacen.
La revelación sacude a Andrés, quien empieza a conectar las piezas del rompecabezas. El dolor lo embarga cuando Damián le recuerda que María, su propia esposa, votó en contra de su familia. No lo hizo por lealtad ni por deber, sino como parte de un pacto: ella vota a favor de Pedro, y Pedro usa su influencia para bloquear la nulidad. La rabia de Andrés estalla. Esa alianza —entre Pedro y María— no solo es tóxica, sino potencialmente devastadora para él y para Begoña.
Andrés admite que estuvo a punto de abandonar la casa, pero Julia —la pequeña a la que ha llegado a querer como a una hija— le suplicó que se quedara, confesándole que lo ve como a una madre. Esa frase lo sostuvo. Sin embargo, Damián no da tregua: le advierte que María ha encontrado en Carpena el aliado perfecto para destruirlos desde dentro.
Mientras tanto, en la otra esquina del tablero, don Pedro continúa disimulando su desprecio frente a Digna, aunque Andrés irrumpe, sin filtros, para dejar claro que el odio es mutuo. Sobre María, Andrés también es tajante: ella sabe que él no la ama, y ya no tiene intención de seguir fingiendo.
Damián, por su parte, lanza una acusación aún más grave: hay una espía entre ellos. Una mujer que se ha beneficiado de las decisiones de Julia, manipulando incluso los secretos más oscuros —como la muerte de Víctor o su aborto— para luego traicionarlos sin remordimientos. La sombra de la traición se hace más densa.
Andrés quiere tomar cartas en el asunto de inmediato, pero Damián lo contiene. Le promete que se encargará tanto de Pedro como de María. No obstante, le lanza otra bomba: tiene planes de casarse con Digna. Andrés se queda mudo. Damián le advierte que ese matrimonio puede traer consecuencias peligrosas, pero lo ha decidido.
En un momento de reconciliación estratégica, Andrés le promete a su padre que esta vez estará a su lado, sin titubeos. La alianza entre padre e hijo se fortalece frente a una guerra que cada vez luce más inevitable.
Horas más tarde, Andrés comparte con Begoña las sospechas que lo atormentan. Le revela que, aunque no hay pruebas concluyentes, todo indica que don Pedro manipuló al tribunal para impedir la nulidad. Begoña, indignada, no entiende por qué se mete en ese asunto. Andrés le cuenta lo del pacto con María. La reacción de Begoña es inmediata: la acusa de haberse vendido sin pensarlo. Andrés asiente con resignación y añade que ese pacto le da a María el poder de creerse dueña de todo, incluso de Julia.
Para Begoña, usar algo tan íntimo como la custodia emocional de una niña para fines políticos es miserable. Andrés, derrotado, acepta que sus peores sospechas se han confirmado. Pero Begoña no se rinde. Le recuerda que no pueden dejarse aplastar, que María tiene a todos en su contra y que tarde o temprano se quedará sola.
Sin embargo, el destino es caprichoso. Poco después, Andrés se encuentra con María. Ella, con una falsa naturalidad, le dice que quiere llevar a Julia a la fábrica para que conozca el negocio familiar. Andrés not le cree ni una palabra y se lo deja claro: “¿También vas a enseñarle el despacho de tu amigo Pedro para explicarle cómo vendiste tu voto?”, le espeta, con una ironía mordaz. María, incómoda, intenta justificar su decisión alegando que actuó con conciencia. Andrés, lleno de desprecio, le responde que no sabe lo que es tener conciencia.
María lo acusa de traidor, pero Andrés no retrocede. La enfrenta con todo: not la ama, no quiere estar con ella, y sabe que le pidió ayuda a don Pedro para bloquear la nulidad. María, acorralada, niega todo. Pero en un giro final, fría como el hielo, le lanza: “Lo sientas como lo sientas, seguirás casado conmigo.”
Esa última frase lo atraviesa como un puñal. Andrés la mira con rabia. Ya no hay amor, ni respeto, solo un campo minado de rencor, estrategias y supervivencia. María, segura de sí misma, le deja claro que no piensa irse. “Quiero lo mejor para ti y para-Julia… y eso pasa porque te acostumbres a que me quede”, sentencia, convencida de que su jugada fue la correcta.
En este capítulo, Sueños de Libertad nos sumerge en una lucha despiadada entre el poder, la traición y los vínculos familiares rotos. Damián y Andrés lo tienen claro: si quieren proteger a los suyos, tendrán que acabar con la alianza más peligrosa… cueste lo que cueste.
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