«¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos secretos?», murmura Don Pedro mientras observa a Pelayo con una mirada que traspasa la cortesía. Así comienza uno de los capítulos más tensos y reveladores de Sueños de Libertad, donde lo no dicho pesa más que las palabras, y cada gesto esconde un juicio.
Pelayo, que hasta ahora había sido percibido como el yerno ideal, se encuentra bajo el escrutinio silencioso de Don Pedro. La conversación entre ellos, aparentemente amable, tiene filo. Don Pedro le ofrece su apoyo en su candidatura a gobernador civil, pero lo hace dejando entrever sus dudas más íntimas: “Cuidado con tu imagen”, le dice. La frase, corta y aparentemente paternal, lleva consigo una carga de sospecha que Pelayo no puede ignorar. Marta, al tanto de estas insinuaciones, trata de advertirle con cautela, aunque sabe que cualquier paso en falso puede sellar su destino.
La presión lleva a Pelayo a tomar una decisión drástica: proponerle a Marta tener un hijo. No por amor, no por deseo, sino como una estrategia, un escudo ante los rumores. La propuesta cae como una bomba. Marta, firme en su negativa, le recuerda que la maternidad no es una herramienta política. Pero Pelayo insiste, y lo hace desde un rincón vulnerable, admitiendo por primera vez que la idea de formar una familia le emociona. Y aunque descartan lo físico entre ellos, él propone una alternativa: un tratamiento médico en Londres, una inseminación sin vínculos. Marta lo escucha, desconfiada, y no da una respuesta. Solo el silencio queda… ese tipo de silencio que grita más que cualquier palabra.
Mientras tanto, Begoña vive su propio distanciamiento con Andrés. Lo que comenzó como una diferencia de opiniones se ha transformado en una grieta emocional. La tensión en casa se palpa, y ni siquiera los esfuerzos de Luz por mediar logran suavizar el ambiente. Andrés no parece percibir lo profundo de la herida, o quizá prefiere mirar hacia otro lado.
En otro plano, Cobeaga revoluciona el mundo interior de Marta y Fina con sus relatos sobre París. Para ellas, escuchar sobre una ciudad donde las libertades son reales y tangibles es como respirar aire fresco tras un largo encierro. Fina, inspirada, se lanza a una nueva sesión de fotos con Claudia, que se convierte en algo más que un pasatiempo: es una reafirmación de identidad, una vía de escape emocional, un reflejo de lo que podrían llegar a ser si dejaran de lado el miedo.
Gabriel, siempre en la sombra, teje su red con habilidad. Ha logrado la contratación en la fábrica, pero no gracias a su talento jurídico, sino a su capacidad para manipular. María, atrapada en sus propios pactos secretos, termina accediendo a apoyarlo, aunque sabe que está entrando en un juego muy peligroso. Y él se lo recuerda: si ella no colabora, podría acabar entre rejas.
Damián, observador silencioso, nota algo inquietante: la relación entre su hijo y su cuñada María ya no es lo que era. Las distancias crecen. Las miradas son elocuentes. Y aunque nadie dice nada, todos intuyen que hay algo que se está rompiendo.
En medio de este entramado de sospechas, pactos y emociones contenidas, se vislumbra una verdad más dura: la familia, el poder y la apariencia se entrelazan hasta sofocar cualquier intento de autenticidad. En Sueños de Libertad, las libertades son un sueño… pero soñar, a veces, también duele.
¿Crees que Marta aceptará la propuesta de Pelayo? ¿Y Begoña… se atreverá a romper con Andrés definitivamente?