Un capítulo desgarrador donde el amor, el dolor y la traición se entrelazan con consecuencias devastadoras

En el capítulo 335 de Sueños de Libertad, los cimientos emocionales de todos los personajes vuelven a tambalearse. La desesperación ha alcanzado su punto más alto, y María, arrastrada por el temor de perder para siempre a Andrés, toma una decisión estremecedora: intenta quitarse la vida. Lo que parecía un grito de auxilio desesperado es, en realidad, la punta de un iceberg mucho más profundo que afecta no solo su estabilidad emocional, sino también a toda la familia Reina.

Mientras María lucha por su vida, la noticia de su intento de suicidio corre como la pólvora. Damián lo comenta por teléfono con su sobrino Gabriel, quien simula sorpresa y preocupación, aunque por dentro se saborea la tragedia como parte de su siniestro plan. “¿Puedo hacer algo?”, pregunta fingiendo interés. “No, ya está todo controlado”, responde Damián con resignación. Pero la realidad es que nada está controlado… Todo se está desmoronando.

Y Gabriel lo sabe. Porque su plan avanza sin frenos: la decisión de Kobeaga de cortar relaciones con la familia Reina para el desarrollo del perfume es otra victoria para él. Con una sonrisa apenas contenida, Gabriel sigue tirando de los hilos en la sombra. Mientras tanto, recibe en su habitación a Salcedo, el supuesto peatón atropellado por Andrés. Le entrega un sobre con dinero. “Aquí tienes la mitad. El resto cuando todo se derrumbe”, le promete. Gabriel le ofrece incluso más de lo pactado: el 60% de la indemnización, si logra llevar a los Reina al borde del colapso. La traición está servida.

En la fábrica, la tensión se palpa en el aire. Don Pedro irrumpe furioso en la oficina exigiendo explicaciones por la ausencia de Andrés en una reunión crítica con el abogado del seguro. Damián intenta calmarlo, pero el enfrentamiento escala rápidamente. Entonces, cansado de mantener la fachada, Damián lanza la verdad como un dardo afilado: “Mi esposa intentó suicidarse. ¿Te parece poca razón para faltar a una reunión?”. Don Pedro, congelado por el impacto, recula. Pero no olvida su objetivo: anuncia que pedirá una moción de confianza contra Andrés. Las piezas del ajedrez empresarial están cayendo, y Gabriel sigue moviendo los hilos desde la oscuridad.

Pero el golpe más brutal de este episodio no viene desde la empresa… sino del corazón.

La relación entre Andrés y Begoña se desangra en silencio. La culpa los consume, la impotencia los separa. Andrés, hundido por el intento de suicidio de María, siente que es el causante de todo. “Otra vez ha puesto su vida en peligro por mi culpa”, confiesa, atormentado. Begoña intenta razonar con él: “María está rota, esto no es por ti”, pero sus palabras no logran penetrar la pared de culpa y angustia que lo rodea. Andrés admite que amenazó con internarla, que actuó desde el miedo y la desesperación.

Luz, presente durante parte de la conversación, les deja a solas no sin antes advertir que deben vigilar a María con extremo cuidado. “Lo más importante es que no tenga acceso a nada peligroso”, señala, al tiempo que Andrés se recrimina por no haber notado la ausencia del cuchillo. Cada detalle, cada error, lo persigue como una sombra.

Y entonces ocurre la escena más intensa del episodio.

Andrés entra en la habitación donde María reposa, pálida, herida… pero viva. Con paso tembloroso se acerca a su cama, se sienta a su lado, le toma la mano y la mira con los ojos empapados en lágrimas. “Tienes todo el derecho a estar enfadada conmigo. Pero por favor, te lo suplico, no vuelvas a hacer algo así”. María lo mira, dolida, pero también con cierta determinación. “Prefiero estar muerta antes que verte deshacerte de mí como si fuera una carga”, le responde con una mezcla de amargura y fragilidad.

Andrés, sobrecogido por sus palabras, le jura: “No voy a llevarte a ningún lado. Olvida eso. Pero prométeme que no volverás a hacer esto”. Pero María, firme, le devuelve un mazazo emocional: “No puedo prometerte nada. Lo único que aún puedo decidir es si sigo viva. Todo lo demás lo deciden otros por mí”.

Estas palabras, dichas desde la más profunda vulnerabilidad, calan hondo en Andrés. Le aprieta la mano y le dice con fuerza: “Eso va a cambiar. Nunca más tomaré decisiones sin ti. Nadie te va a alejar de mí. Lo prometo”.

Y desde el umbral de la puerta, Begoña escucha en silencio… mientras se le rompe el corazón.

Porque en esas palabras de amor desesperado, ella entiende la verdad que ya no puede negar: Andrés sigue enamorado de María. No importa cuán rota esté, no importa el dolor, ni las promesas pasadas. Lo que existe entre ellos dos es más fuerte que cualquier intento de empezar de nuevo. Y Begoña, que aún lo amaba, que aún tenía la ilusión de un futuro con él, se queda allí, paralizada, viendo cómo su mundo se desmorona sin hacer ruido.

María, aunque débil, ha conseguido lo que quería: mantener a Andrés a su lado. Pero, ¿a qué precio? ¿Es real el amor que aún queda entre ellos o es fruto de la manipulación emocional? ¿Está Andrés actuando desde el corazón o desde la culpa? ¿Y qué hará Begoña ahora que ha escuchado una promesa que ya no le pertenece?

El capítulo cierra con múltiples heridas abiertas: una María sumida en una tormenta emocional, un Andrés dividido entre el amor y el deber, una Begoña devastada por la verdad y un Gabriel que avanza en su plan con paso firme.

La pregunta ahora es:
¿Quién logrará salir con el corazón entero de esta guerra emocional?

No te pierdas el próximo episodio de Sueños de Libertad, porque lo que viene promete ser aún más intenso.