En el capítulo 350 de Sueños de libertad, la tensión emocional y los juegos de poder vuelven a tomar protagonismo, esta vez con una escena que demuestra que no todo puede comprarse, ni siquiera con dinero ni con pasado compartido. El capítulo nos adentra en una conversación clave entre Damián y Raúl, su exchofer, ahora mecánico en la fábrica. Un momento cargado de historia compartida, lealtad rota y decisiones personales que marcan un antes y un después.
Todo comienza en el taller, donde Raúl trabaja con dedicación entre motores y herramientas. Damián aparece con una sonrisa amable pero con intenciones muy claras. Está sorprendido al ver a su antiguo chofer con el uniforme de mecánico y no tarda en soltar la primera frase con doble filo: “Podrías haber pasado a despedirte, al menos”.
Raúl, con respeto pero firmeza, le responde que no fue por descortesía, sino por la urgencia del nuevo trabajo. Le explica que la oferta de empleo en la fábrica llegó sin previo aviso y que, de hecho, pensaba hablar con él ese mismo día. También se disculpa por haberlo dejado sin chófer, a lo que Damián responde quitándole peso al asunto, aunque por dentro le duela el cambio de lealtad.
Raúl le explica que decidió quedarse en Toledo por la estabilidad del nuevo puesto y un buen sueldo. Pero Damián no tarda en comparar, algo punzante: “No tan bien pagado como cuando eras chófer de la familia, ¿no?”. Raúl, sin ofenderse, admite que quizás no gane lo mismo, pero trabajar entre motores es lo que realmente le apasiona, lo suyo de verdad. Y eso no tiene precio.
Entonces Damián hace lo que mejor sabe: mover hilos. Le pregunta sutilmente cómo consiguió el trabajo y Raúl, sin darle muchas vueltas, revela que fue don Pedro quien intercedió con Tasio para que lo contrataran. Esa información no pasa desapercibida. Damián, aunque no lo dice en voz alta, capta de inmediato la jugada de su enemigo: don Pedro le ha quitado a su hombre de confianza. Y ahora va a intentar recuperarlo.
Con esa estrategia en mente, Damián le propone a Raúl un trato: que siga ocupándose del mantenimiento de los coches de la familia, aprovechando que está tan cerca. Le ofrece un sobresueldo generoso, apelando tanto al bolsillo como a la nostalgia. Raúl, sorprendido y algo incómodo, no da una respuesta inmediata.
Damián presiona un poco más: “Tú conoces esos coches mejor que nadie, Raúl. No tendrías ni que adaptarte.” Pero Raúl se mantiene firme. Su respuesta es directa, clara y con una dignidad que desarma: “Le agradezco mucho la confianza, pero con todo el trabajo que tengo aquí no creo que tenga tiempo para más.”
Damián insiste. Le dice que puede pagarle esas horas como extra, que lo que le ofrece es solo una extensión de lo que ya sabe hacer. Pero Raúl responde con una frase que resume toda su posición: “Don Andrés dice que no se puede estar en misa y repicando. No se puede estar en dos sitios a la vez.” Una sentencia que deja en evidencia que Raúl no piensa jugar a dos bandos, ni siquiera por afecto, ni por lealtad pasada, ni por dinero.
La conversación llega a su punto más decisivo cuando Raúl añade, sin rodeos: “Prefiero centrarme en un trabajo y hacerlo bien, a hacer dos a medias. La seguridad de la gente aquí depende de que yo no me distraiga.” Es decir, su integridad, su responsabilidad profesional y su conciencia pesan más que cualquier promesa o vínculo anterior.
Damián, aunque decepcionado, no puede evitar reconocer que el argumento es válido. Hay un momento de silencio entre los dos. Uno cargado de respeto, pero también de distancia. Sabe que ha perdido a alguien importante, y no solo en el plano profesional. La lealtad de Raúl ya no le pertenece.
Con gesto resignado, Damián le dice: “Me alegra que, de una forma u otra, sigas con nosotros.” Una frase con doble filo. “Con nosotros” ya no es “conmigo”, y ambos lo saben. La conversación termina con Raúl pidiendo permiso para volver a sus tareas, dejando a Damián solo, procesando su derrota silenciosa.
Este capítulo no solo refleja las tensiones clásicas de poder en Sueños de libertad, sino que humaniza la lucha de muchos personajes por mantener su identidad y dignidad en un entorno lleno de manipulación y juegos sucios. Raúl, sin gritar, sin vengarse, sin hacer teatro… le dice que no al poder. Y eso, en el universo de Damián, es el acto más radical.
Porque hay decisiones que se toman con el alma, no con el bolsillo.
Y en este capítulo, Raúl demuestra que no todo puede comprarse… ni siquiera con la historia compartida.
📌 ¿Crees que Raúl hizo bien al rechazar a Damián? ¿O crees que tarde o temprano volverá a sus órdenes?
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