Seyran no imaginaba que una simple carta pudiera convertirse en el detonante de su peor pesadilla. Al abrir el sobre, el aire se le ha escapado de los pulmones: unas fotografías, impresas con frialdad, revelan a Ferit besando apasionadamente a otra mujer. No hay lugar a interpretaciones ambiguas. La traición es evidente, brutal, imposible de negar.
Durante segundos que se hacen eternos, Seyran contempla una a una las imágenes. El rostro de Ferit, ese que tantas veces la miró con dulzura, ahora aparece inclinado sobre otra mujer con una confianza hiriente. Y en su cabeza solo resuenan esas palabras que él le dijo hace tan solo unos días: “Estoy agobiado… necesito un respiro.” Ahora lo comprende todo. No era el agobio. Era la culpa lo que le pesaba. El respiro no era un refugio emocional, era una vía de escape hacia otra cama. Y ese descubrimiento le arranca el alma.
Justo en ese momento, mientras el suelo se abre bajo sus pies, una joven se acerca a ella con un pañuelo. “¿Estás bien?”, le pregunta con fingida amabilidad. Es Piril, la prima de Pelin. Una presencia inesperada que solo añade veneno a la escena. Porque a escasos metros, sentada en una mesa cercana, está Pelin misma. Observando. Disfrutando. Como si hubiera orquestado cada instante de esta humillación. Seyran lo sabe: su enemiga no está allí por casualidad. Esa carta no llegó sola. Alguien ha querido hacerle daño, y lo ha logrado.
Pero mientras el corazón de Seyran se resquebraja en silencio, en otro punto de la ciudad otro frente está a punto de estallar. Nükhet, completamente alterada, intenta contactar desesperadamente con el periodista Taylan. “¿Cuándo vas a responderme?”, repite por teléfono. Sabe que está perdiendo el control. La entrevista que organizó con Sultan, esa pieza clave para destruir a los Korhan desde dentro, podría hacerse pública en cualquier momento… y desatar un escándalo de proporciones irreversibles.
Lo que Nükhet ignora es que Ferit ha jugado sus cartas con una astucia que no esperaba. Antes de que Taylan publicara una sola palabra, Ferit lo ha interceptado. Lo ha llevado directamente ante Halis Korhan. Un movimiento arriesgado pero calculado. Mejor que el patriarca se entere por ellos, que por los titulares de prensa.
Minutos después, todo cambia. Latif se presenta ante Nükhet con un tono serio. “El señor la espera en su habitación.” Ella intenta aparentar calma, pero la voz se le quiebra al responder. Cuando abre la puerta, la escena es demoledora: Halis está allí, firme, rodeado por Orhan, Ifakat… y Ferit. Junto a ellos, Taylan, el periodista. Es un tribunal silencioso. Un juicio familiar a puertas cerradas.
“¿Qué está pasando aquí?”, pregunta Nükhet, aunque conoce la respuesta de antemano. Halis no se molesta en suavizar las palabras. Su mirada es cortante como el hielo cuando dice: “Eso dímelo tú.” El silencio que sigue es más punzante que cualquier grito. Nükhet, por primera vez, no tiene escapatoria. Todos saben lo que ha intentado hacer. Su intento de manipular los medios, de manipular a Sultan, de abrir una brecha definitiva en la familia… ha fracasado. Y ahora está expuesta, desnuda ante el juicio de quienes ya no le creen ni le temen.
Todo está a punto de estallar. Porque mientras Seyran llora en soledad con el corazón roto por las fotos de Ferit, y mientras Pelin se saborea su venganza, dentro de la mansión Korhan se libra una guerra silenciosa por el control, la verdad y la dignidad.
Ferit, por su parte, está atrapado. Aunque logró anticiparse al escándalo mediático, no ha podido evitar la destrucción de su relación. Porque tarde o temprano, Seyran lo enfrentará. Y esa conversación, esa rendición de cuentas, será tan devastadora como necesaria.
Y Nükhet… ella ya no tiene más aliados. Halis ha escuchado suficiente. Orhan la mira con decepción, Ifakat con desprecio y Ferit con una rabia contenida. Incluso Taylan, el periodista, parece incómodo por el papel que ha jugado en este drama familiar. Pero Nükhet no cede. Aún tiene esa arrogancia que la ha sostenido durante años, aunque ahora cuelgue de un hilo.
Este episodio marcará un antes y un después. Porque ya no se trata solo de infidelidades, ni de juegos de poder. Se trata de verdades que salen a la luz. De máscaras que caen. De heridas abiertas que ya no pueden ocultarse. Seyran y Ferit están rotos. Nükhet ha sido desenmascarada. Halis Korhan, el patriarca, ya no puede hacer la vista gorda.
Y mientras todo se desmorona, lo único que queda por ver… es quién se atreverá a reconstruir entre las ruinas.