En el capítulo más emotivo y revelador de La Promesa, el palacio se despide de uno de sus pilares más sólidos y misteriosos: Rómulo Baeza, el mayordomo que supo verlo todo… y callarlo casi todo. Hoy se cierra una etapa y se abre una grieta en la historia de los Luján: el hombre que conocía cada secreto del palacio, se marcha para siempre.
Rómulo no fue un simple sirviente. Fue el centinela de los silencios más peligrosos, el custodio de crímenes, el testigo de traiciones y redenciones, y el guardián de un pasado lleno de cicatrices. Su historia es un viaje desde la oscuridad hasta una dignidad ganada con años de silencioso sacrificio.
UN PASADO QUE PESA COMO EL PLOMO
Nacido alrededor de 1850 en los alrededores del pueblo de Luján, Rómulo creció en una familia humilde, pero cultivó una inteligencia y una cultura que sorprendían a todos. Aprendió latín desde niño y, según rumores, incluso estuvo en un seminario. Pero su verdadero destino comenzó en la hacienda de la Tabanca, donde ascendió desde lo más bajo hasta convertirse en capataz. Allí cometió su primer gran error: obligó a un joven mozo, Mateo Castillo, a limpiar las cuadras sin retirar los caballos. Un accidente terrible terminó con la vida del chico y marcó para siempre la conciencia del mayordomo.
Ese acto tendría consecuencias mucho después, cuando Gregorio Castillo, hermano del fallecido, llegaría a La Promesa buscando venganza. El pasado, como siempre en esta historia, vuelve a golpear cuando menos lo esperas.
ENTRE CRÍMENES Y LEALTADES
Rómulo pasó por varias casas nobles, pero su destino quedó atado al barón de Linaja, bajo cuyas órdenes no solo fue mayordomo, sino también ejecutor de oscuras tareas. Allí conoció a Cruz Izquierdo, Eugenia, Leocadia, Petra y otros nombres que luego serían cruciales en su historia. Ya en aquella época, Rómulo comenzaba a cargar con el peso de vidas ajenas. Pero fue cuando Cruz se convirtió en marquesa de Luján, que lo llevó con ella al palacio… y fue entonces cuando los secretos comenzaron a multiplicarse.
Uno de los más impactantes fue su implicación en el asesinato de Dolores, madre de Jana y Curro. Rómulo participó en su captura, robó a su hijo Curro y lo entregó a Eugenia Izquierdo. Era el jinete del caballo blanco en la escena inicial de la serie, aquel que selló el destino de toda la familia.
Más adelante, Cruz le encomendó eliminar a su amiga de infancia, Leocadia de Figueroa. Rómulo la atrapó y estuvo a punto de matarla, pero la súplica de la mujer embarazada —que llevaría en su vientre a Ángela— lo detuvo. Por primera vez desobedeció a Cruz. Y así comenzó su redención.
UNA VIDA ENTRE SOMBRAS… Y AMOR
A lo largo de más de treinta años en La Promesa, Rómulo se convirtió en mucho más que el mayordomo. Fue confidente, consejero, figura paterna y hasta un refugio emocional para personajes como Catalina, Manuel, Leonor, Pía, María Fernández, Candela, Simona… y Lope, a quien casi consideró un hijo.
Sin embargo, su historia personal también está marcada por el amor perdido con Emilia, la mujer que dejó marchar sin explicación para que ella pudiera seguir su vocación como enfermera. Un error que ahora, muchos años después, intenta reparar.
En el presente, tras años de fiel servicio, Rómulo decide jubilarse. Su partida se produce tras casarse con Emilia, y ambos planean comenzar una vida juntos en Zahara de los Atunes, en una casa junto al mar, con una barquita para pescar y vistas a los atardeceres andaluces. Por fin, tras toda una vida de silencio, les toca vivir su amor libremente.
UNA DESPEDIDA LLENA DE LÁGRIMAS Y VERDADES A MEDIAS
El adiós de Rómulo no deja indiferente a nadie. Catalina está deshecha, lo despide como a un padre. Manuel lo abraza con emoción, y en una escena conmovedora, le confiesa que está pasando por un momento terrible: justo esa semana era cuando Jana habría dado a luz a su hijo. La confianza que deposita en Rómulo en ese momento es absoluta, más aún que la que tiene con su propio padre, el marqués. Es una muestra clara de lo que representa Rómulo en ese hogar: un bastión emocional, una roca silenciosa.
Pero… ¿se va realmente en paz?
EL DIARIO QUE PUEDE HACER ESTALLAR LA PROMESA
Rómulo sabe más de lo que ha dicho. Mucho más. A lo largo de los años, ha ido anotando todo en un diario secreto: crímenes, miradas cómplices, traiciones, alianzas ocultas… Todo está allí, encerrado en páginas amarillentas que podrían cambiar para siempre la historia de los Luján si algún día salen a la luz.
Y según Gustav, ese diario ha quedado en sus manos. Las crónicas de La Promesa no han terminado. Aunque Rómulo se haya marchado, sus palabras, escritas en tinta y memoria, pueden desatar tormentas en los próximos capítulos. Gustav promete abrir ese diario poco a poco, revelando los secretos más oscuros que ni los protagonistas imaginaban que alguien aún guardaba.
UN ADIÓS QUE DUELE, UN LEGADO QUE PERMANECE
Rómulo se va. Pero su sombra se queda impregnada en los pasillos, en las paredes, en cada rincón del palacio. La Promesa ha perdido a su mayordomo, pero ha ganado una leyenda. Una figura compleja, tejida de lealtades y pecados, que eligió el camino más difícil: el de proteger en silencio.
Ahora comienza su merecida jubilación. Pero para nosotros, los espectadores, empieza otra historia: la de descubrir todo lo que Rómulo sabía… y nunca dijo en voz alta.
Prepárate, porque los secretos más explosivos están a punto de salir a la luz. Y el nombre de Rómulo Baeza seguirá resonando, aunque ya no esté. Porque algunos hombres no se marchan… se convierten en legado.