“¡María, no!”
El grito de Begoña se pierde entre el eco del impacto seco y el silencio repentino. María yace en el suelo. Inmóvil. Todo ha cambiado. En un instante. En un accidente que no parece tan fortuito. La boda de Digna y don Pedro, que debía ser una celebración íntima y esperanzadora, se convierte en el telón de fondo de una tragedia que nadie vio venir… o quizá sí.
La jornada comienza cargada de tensión. Damián, afectado por una llamada inesperada de Gabriel, se hunde en los fantasmas de su pasado. Recuerdos amargos, decisiones no resueltas y una confesión que había enterrado: dejó solo a su hermano Bernardo en el momento más oscuro de su vida. Ahora, ese pasado regresa con un nuevo rostro: Gabriel, su sobrino, su sombra. Su advertencia. Y su amenaza.
Mientras tanto, la casa de los Merino se llena de preparativos. El enlace entre Digna y don Pedro parece inminente, pero no todos lo celebran con la misma intensidad. Teo, sincero con su tío Marcial, reconoce que la ceremonia no le entusiasma. Gema, maternal y protectora, intenta que el pequeño sienta que todo saldrá bien. Luis, por su parte, decide finalmente contratar a Cristina tras una conversación reveladora. La vida profesional sigue girando, aunque todo parece agrietarse por dentro.
En la otra punta de la historia, María se desmorona. Julia se ha marchado sin despedirse, y su equilibrio emocional ya pendía de un hilo. Desesperada, busca a Raúl. Pero el chófer, herido y resentido, la rechaza con frialdad. Sin un punto de apoyo, María gira sobre sí misma, buscando consuelo donde ya no queda calor.
En un intento por recuperar el control de la narrativa familiar, Damián convoca a Marta y Andrés. Les revela la existencia de Bernardo… y de Gabriel, su hijo. El shock es total. Marta se queda sin palabras. Andrés se arma de desconfianza. ¿Un nuevo miembro en la familia De la Reina? ¿Justo ahora? Nada les huele bien.
La tensión sigue creciendo. Don Pedro, rumbo a la iglesia, recibe una petición inesperada de Irene: que deje atrás su lucha contra los De la Reina. “Ahora son tu familia también”, le dice ella, con un tono entre súplica y advertencia. Él guarda silencio, pero el rencor en su mirada no desaparece. Hay batallas que no se sueltan tan fácilmente.
De vuelta en la casa grande, el infierno se desata. María, desequilibrada emocionalmente, decide que asistirá a la boda pese a la oposición de Andrés. La discusión entre ambos escala sin frenos. Palabras venenosas, reproches viejos, acusaciones… y luego, un forcejeo. María intenta soltarse. Lo logra. Pero el destino le juega su carta más cruel: tropieza hacia la balaustrada del segundo piso. Esta cede. Y ella cae.
El cuerpo de María golpea el suelo con brutalidad. Andrés, paralizado. Begoña, rota. Nadie sabe cómo reaccionar. La boda que iba a unir a dos familias, ahora está manchada de sangre y dolor. La sombra de la muerte vuelve a cernirse sobre Sueños de libertad, y esta vez no hay perfume que disimule la tragedia.
Damián se derrumba al ver lo ocurrido. Todo en su mundo empieza a desmoronarse. ¿Fue esto realmente un accidente? ¿O alguien ha empujado demasiado con palabras que ya no se pueden retirar? La Guardia Civil no tardará en llegar. Pero la culpa ya se ha instalado.