En el próximo capítulo de Sueños de libertad, los sentimientos reprimidos y los secretos familiares vuelven a chocar en una conversación íntima y cargada de emoción entre Marta y Fina.
Todo comienza con una confesión sincera: Fina no puede ocultar cuánto ha echado de menos estar junto a Marta. Su voz se quiebra al admitirlo: “Tenía tantas ganas de estar contigo…”. Es un momento de vulnerabilidad pura, de necesidad contenida demasiado tiempo.
La conversación se desarrolla mientras ambas recuerdan una noche complicada: la velada anterior, atrapadas en casa de una clienta mayor, donde la charla interminable de la señora casi las deja encerradas.
Fina bromea con una sonrisa amarga, imaginando la cara de Don Agustín si las hubiera visto merodeando tan tarde por las calles.
A pesar del fastidio, la venta fue buena, aunque el cansancio y la tensión dejaron una huella evidente en ambas.
Sin embargo, el verdadero peso de la conversación no está en anécdotas ligeras.
Poco a poco, Fina y Marta revelan la verdadera razón de su tensión: no solo era la clienta la que las vigilaba.
Un asesor laboral —o eso creía Fina— había estado espiándolas de cerca. Pero Marta le confiesa la verdad: ese supuesto asesor era en realidad un detective privado contratado por su propio padre.
La misión era clara y cruel: vigilar los negocios de Don Pedro… y capturar pruebas comprometedoras que pudieran ser usadas para chantajarlas.
La revelación cae como un golpe.
Fina, horrorizada, recuerda las fotografías que alguna vez sintió que les robaban en la sombra, temiendo ahora que esas imágenes pudieran haber sido utilizadas contra ellas.
Marta, con ternura y desesperación, se apresura a calmar sus miedos.
Le asegura que su padre destruyó todas las fotos y negativos en un arrebato de furia y miedo, temiendo las consecuencias de sus propios actos.
Aun así, Fina no puede evitar preguntar:
¿Y si el detective hizo copias? ¿Y si el peligro sigue acechando?
Marta, sosteniéndole la mano con fuerza, le asegura que hicieron todo lo posible para cortar con ese pasado turbio.
Que nadie las está siguiendo.
Que por fin están solas.
Que todo lo que importa ahora es ellas dos, lejos de miradas acusadoras, lejos de secretos venenosos.
“Vinimos aquí para estar juntas,” susurra Marta, como un mantra, como una promesa.
No solo para protegerse, sino para regalarse el derecho de ser felices, aunque solo fuera por un instante robado al mundo que tantas veces las ha separado.
El diálogo entre ambas refleja un amor frágil, acorralado por intrigas familiares y amenazas veladas.
Pero también deja entrever algo más poderoso: una determinación inquebrantable de luchar por su lugar en el mundo, juntas.
Mientras los fantasmas del chantaje y la traición aún rondan en las sombras, Marta y Fina intentan construir un refugio donde su amor pueda sobrevivir.
¿Podrán realmente escapar de las redes que otros tejieron para atraparlas?
¿O este respiro será apenas un breve sueño antes de una nueva tormenta?
En Sueños de libertad, el amor verdadero no se mide por las promesas vacías, sino por la valentía de aferrarse a lo que se quiere, aunque todo esté en su contra.
Y Marta y Fina, abrazadas en su pequeño rincón robado de paz, están dispuestas a luchar hasta el final.