En Sueños de libertad, el capítulo 350 deja al descubierto una red de promesas rotas, alianzas inestables y temores personales que amenazan con reconfigurar el equilibrio de poder en la empresa y en los corazones de sus protagonistas. Todo comienza con un encuentro secreto entre María y don Pedro, una hora antes de una junta clave, en un lugar apartado donde no puedan ser escuchados. Pero lo que parecía una simple conversación se transforma rápidamente en un duelo cargado de tensión, traición y advertencias veladas.
María va al grano: no va a cumplir con su promesa de apoyar la propuesta de Luis sobre el perfume conmemorativo para el 25 aniversario de la empresa. Don Pedro, visiblemente sorprendido y molesto, no tarda en acusarla de romper el acuerdo que tan firmemente habían sellado. María, intentando calmar los ánimos, recurre a una vieja justificación: no quiere enfrentarse a su familia por algo que considera menor. Pero su tono titubeante y la falta de convicción en sus palabras despiertan en don Pedro la sospecha de que hay algo más detrás de su decisión.
—”Ya no me necesitas, ¿verdad?” —le lanza con dureza.
—”Claro que te necesito, ambos nos necesitamos” —replica María con apremio, pero sus ojos la delatan.
Y es ahí donde María se sincera: no quiere arriesgarse a que Andrés, su pareja y uno de los pilares emocionales que la sostienen en medio del caos, la rechace nuevamente. No puede permitirse una crisis sentimental mientras su vida personal cuelga de un hilo. El miedo a quedarse sola, a perder a Andrés, pesa más que cualquier acuerdo de poder. Su vulnerabilidad la hace ceder, pero también la empuja a actuar con egoísmo.
Don Pedro, astuto y curtido en estas lides, ve con claridad lo que está ocurriendo. Le deja claro que esta “situación coyuntural” que María esgrime como excusa puede prolongarse indefinidamente, y que su falta de compromiso lo deja expuesto en la empresa, en medio de una lucha de fuerzas que no permite flancos abiertos.
—”Tienes que cubrirte las espaldas”, justifica ella.
—”Y tú me estás dejando sin las mías”, le responde él con frialdad.
A pesar del desencanto, don Pedro hace un movimiento calculado. Decide no enfrentarse abiertamente a María. No por debilidad, sino por estrategia. Acepta que Damián imponga su propuesta, pero deja muy claro que esto tendrá un precio. Hoy cede por ella, pero el favor no será olvidado.
—”Hoy es por ti… mañana será por mí. Me debes una.” —dice con voz grave.
Y luego, con un tono aún más amenazante:
—”Recuerda que así como te he ayudado, también puedo hacerte la vida mucho más difícil.”
María, consciente del poder que aún conserva don Pedro, baja la cabeza y acepta. Sabe que ha comprado tiempo, pero también ha firmado una deuda. Y esta vez, el interés será alto.
La escena no solo muestra la fragilidad emocional de María, sino también su lucha por mantenerse a flote en un mundo donde las decisiones personales afectan las relaciones profesionales, y viceversa. Su prioridad es clara: no quiere perder a Andrés otra vez, y está dispuesta a sacrificar alianzas para conservar lo poco que le queda de estabilidad.
Por su parte, don Pedro confirma que, aunque herido en su orgullo y aislado en la votación que se avecina, sigue siendo un jugador clave, capaz de mover fichas en silencio y de marcar favores pendientes que se cobrarán cuando menos lo esperen.
Este capítulo demuestra, una vez más, que en Sueños de libertad el amor, el poder y el miedo están íntimamente ligados, y que los personajes, por muy fuertes que parezcan, también tienen puntos débiles que pueden volverse letales si alguien sabe cómo presionar justo ahí. El pacto roto entre María y don Pedro no es solo una traición… es el principio de una nueva guerra.
Y mientras tanto, la pregunta queda en el aire: ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar María para no perder a Andrés? ¿Y cuánto tiempo tardará don Pedro en cobrarse esa deuda que acaba de dejar sellada con una mirada helada?