En el capítulo 350 de Sueños de Libertad, una conversación inesperada sacude el rumbo de una de las relaciones más tensas y entrañables de la serie. Cristina y Beltrán, que han atravesado altibajos constantes por las diferencias entre amor y vocación, se enfrentan finalmente a su momento de verdad… y el resultado es tan inesperado como conmovedor.
Todo comienza en el laboratorio, donde Cristina, visiblemente molesta, recibe la inesperada visita de Beltrán. Él ha irrumpido sin previo aviso, rompiendo la rutina profesional que tanto esfuerzo le ha costado construir. Cristina, seria y firme, no duda en reprochárselo: “No puedes presentarte así, sin avisar, sacándome de mi trabajo”. La tensión flota en el aire, especialmente cuando ella le recuerda algo que lleva tiempo desgastándola: “Desde que empecé a trabajar aquí, no dejas de decirme que me necesitas en Madrid, que si estoy contigo no tengo por qué trabajar…”
Esta queja no es nueva. Es el reflejo de una herida que Cristina arrastra desde hace tiempo, alimentada por la presión de tener que elegir entre el amor o su carrera, entre complacer a Beltrán o a sí misma. Su tono no es agresivo, pero sí claro y dolido: ella ama lo que hace y ha luchado demasiado por ello como para renunciar ahora. Beltrán la escucha, en silencio. Pero, esta vez, algo ha cambiado en él.
Con una mirada serena, Beltrán le confiesa que ha venido porque “tenía muchas ganas de verte”, pero no solo por eso. Quiere decirle algo que lleva tiempo reflexionando. Y entonces llega el giro inesperado: “Es verdad que me quejaba mucho. Que decía que te perdía cada vez que entrabas en ese laboratorio. Pero cuando te vi trabajando, tan en tu salsa, con esa pasión en los ojos… entendí algo: este trabajo también te hace feliz. Y si tú eres feliz, yo también lo soy.”
Cristina lo mira sorprendida. No es la primera vez que discuten este tema, pero sí la primera que él la comprende realmente. Beltrán continúa, admitiendo que sintió un profundo orgullo cuando escuchó a Luis, su jefe, hablar tan bien de ella. “No soy el único que te ve, Cristina. Eres brillante. Y me emocioné al oírlo, porque supe que estaba hablando de la mujer que amo.”
Las palabras de Beltrán no son simplemente románticas. Son un acto de madurez. Por fin reconoce el valor de los sueños de Cristina, y lo más importante, deja de ver su carrera como una amenaza para su relación. Le dice con la voz entrecortada por la emoción: “Te quiero, Cristina. Quiero que seas mi esposa, pero también quiero que sigas trabajando aquí, haciendo lo que amas. Si tú no cumples tu sueño, yo no podré cumplir el mío: estar a tu lado para siempre.”
Cristina se queda sin palabras. Por fin, la persona que ama la acepta por completo, sin condiciones, sin reproches, sin exigencias. La sonrisa que se dibuja en su rostro no es solo por amor, sino por alivio, por sentirse libre de elegir y ser elegida con todo lo que eso implica.
Este momento no es solo importante para la pareja, sino también para la narrativa general de Sueños de Libertad. Durante meses, Cristina ha sido uno de los personajes más complejos, dividida entre su vocación científica y una relación amorosa que muchas veces la ha puesto contra las cuerdas. Beltrán, por su parte, ha sido un hombre marcado por los celos y la inseguridad, incapaz de entender que el amor no siempre significa posesión, sino acompañamiento.
Pero en este capítulo, ambos crecen. Cristina no cede, se mantiene firme, y Beltrán no exige: ofrece, escucha y, sobre todo, respeta.
Mientras tanto, en otros rincones de la historia, la sombra del poder, la política y los secretos sigue expandiéndose. Marta, tras recibir una llamada inquietante desde Roma, se sienta con Pelayo en una escena cargada de implicaciones políticas. La esposa de Miguel Ángel Vaca la ha contactado para revelarle un escándalo oculto: Vaca tenía una hija secreta fuera del matrimonio. La noticia ha salido a la luz y, con ello, su carrera política está acabada. Pelayo, que también se entera al leer el periódico, queda atónito. Marta sospecha que la filtración no fue casual. “Quizá lo hizo él mismo, para apartarse sin dejar que el puesto cayera en malas manos. Quizá siempre quiso que tú lo sucedieras.”
La reflexión política y la tensión en torno al futuro de Pelayo se entrelazan con los dilemas personales de Marta, que sigue enfrentando los fantasmas del pasado, especialmente aquellos relacionados con su familia y su deseo de ser madre junto a Fina. Y en un giro que se cuece en paralelo, Marta se prepara para viajar a Londres. El tratamiento de fertilidad está programado. Fina, emocionada pero temerosa, recibe la noticia con lágrimas en los ojos. El sueño de formar una familia está a punto de hacerse realidad, pero también despierta miedos profundos sobre lo que implica ese paso.
La historia avanza entre declaraciones de amor sinceras, estrategias políticas arriesgadas y decisiones de vida que cambiarán el rumbo de los personajes para siempre. Mientras Begoña lidia con su desencanto hacia Pedro y Gabriel expresa su decepción con él, el resto de los habitantes de la fábrica se mueven entre emociones contenidas y desafíos venideros.
Pero es Cristina y Beltrán quienes se roban este episodio. Porque en medio de todo el caos, ellos encuentran un pequeño oasis de verdad y de amor maduro. Un amor que no impone, que no exige renuncias, sino que acompaña, apoya y reconoce la libertad del otro como parte esencial del camino compartido.
Así, el capítulo 350 de Sueños de Libertad nos deja con una lección poderosa: amar también es aprender a soltar los miedos y dejar que el otro vuele… para volar juntos.