En el capítulo 346 de Sueños de libertad, la tensión emocional y el peligro físico se entrelazan en una escena que revela la fragilidad de sus personajes, pero también su fortaleza frente al miedo y la violencia. Begoña, aún aturdida por la agresión que sufrió, encuentra fuerzas para reconstruir lo sucedido… mientras Luz, firme en su vocación médica y moral, se convierte en su sostén en medio del caos. Y al fondo, Marta y Fina empiezan a verse envueltas en un nuevo capítulo donde lo emocional y lo policial se cruzan peligrosamente.
Todo comienza con una frase reveladora de Begoña: “Yo creo que si le viera, sí que podría reconocerlo.” Aunque no llegó a verle bien el rostro al ladrón que la atacó, su instinto le dice que si lo tuviera delante, no dudaría en identificarlo. Esa posibilidad se convierte en una pieza clave para la investigación y, más aún, para la justicia que tanto desea, aunque no lo diga abiertamente.
La conversación se reinicia con Begoña algo más recuperada, narrando con precisión lo que recuerda del asalto: cómo al regresar por las llaves de su coche se topó con el ladrón revolviendo el armario. Trató de pedir ayuda, pero el agresor la empujó brutalmente, haciéndola caer al suelo y dejándola inconsciente. Una escena violenta, rápida y devastadora. Por suerte, Tasio estaba cerca, y aunque no pudo intervenir a tiempo, sí alcanzó a ver al hombre salir corriendo, confirmando así la veracidad de los hechos y aportando una visión clave para esclarecer lo ocurrido.
Luz, como doctora y figura de autoridad en ese momento, toma el control sin rodeos. Le informa a Begoña que su herida requiere puntos, y aunque la noticia ya es bastante incómoda, le añade algo más: no habrá anestesia, para evitar pérdidas de tiempo. Es una medida dura, pero necesaria. El dolor físico será real, pero el emocional… aún más difícil de sanar.
Después, Luz cambia el enfoque y pone sobre la mesa lo urgente: denunciar el asalto, intentar identificar al agresor y hacer un inventario de lo robado. Son pasos necesarios, aunque Begoña, visiblemente agotada, muestra reticencias. No quiere enfrentarse de inmediato a la burocracia, al proceso legal, al hecho mismo de recordar paso a paso la violencia que vivió. Para ella, cada trámite es una repetición del trauma.
Tasio, incómodo con la tensión y buscando salirse del compromiso, intenta escabullirse. Aunque reconoce que lo correcto es actuar cuanto antes, empieza a poner excusas: menciona una reunión “importante” y lanza la idea de que sea Marta quien acompañe a Begoña en lugar de él. Luz, sin perder la compostura pero con firmeza inquebrantable, rechaza de plano que Begoña salga sola. Su seguridad es lo primero. La médica sabe que cualquier descuido podría ponerla en peligro otra vez.
Cuando Tasio sugiere que Luz misma haga el inventario, ella ignora el desvío, centrando toda su atención en su paciente. Decide coser la herida en ese mismo momento. Tasio, acorralado y sin más recursos, se va con prisa con la excusa de ir a buscar a Marta, aunque lo hace más por liberarse de responsabilidad que por auténtica preocupación.
Y así, llega uno de los momentos más humanos del capítulo. Luz, preparando la aguja y el hilo, se acerca a Begoña con una mezcla de profesionalismo y ternura. Sabe que el proceso será doloroso, así que intenta distraerla con algo que le apasione. Le pide que hable de pájaros, ese pequeño detalle que la conecta con la vida, con la belleza, con todo aquello que el miedo no puede arrebatarle.
Ese instante, en medio del dolor y la incertidumbre, nos muestra a dos mujeres fuertes: una herida, pero decidida a enfrentar su realidad, y otra que cura con manos firmes y alma compasiva. Luz no solo sutura la herida en la piel, también comienza a cerrar una grieta emocional, recordándole a Begoña que no está sola y que la vida sigue, incluso cuando duele.
Pero mientras esta escena íntima se desarrolla, otras tramas se entretejen en las sombras. La posibilidad de que el ladrón esté aún cerca. El miedo a que vuelva. La duda de si todo esto fue un simple robo o parte de algo mucho más oscuro. La implicación de Marta, que podría verse arrastrada a una verdad que aún desconoce. Y Fina, que empieza a observar señales en su entorno que no terminan de encajar… ¿Qué papel jugarán ellas cuando Begoña empiece a recordar más detalles?
Porque si hay algo que queda claro en este capítulo es que el pasado no se borra, solo se oculta por un tiempo, y cuando empieza a emerger, lo hace con fuerza destructiva. El asalto ha sido un detonante. Lo que parecía un incidente aislado podría ser la punta del iceberg de una trama que involucra más a los personajes de lo que ellos imaginan.
Y la frase de Begoña resuena como un presagio: “Si le viera, sí que podría reconocerlo.”
¿Y si ese rostro aparece cuando menos lo espere?
¿Y si alguien muy cercano a ella guarda un vínculo con el atacante?
Capítulo 346 de Sueños de libertad se convierte así en un punto de inflexión emocional, policial y personal, con el foco en la memoria, el dolor… y la determinación de no rendirse.
Los lazos se tensan. Los secretos se acercan a la superficie.
Y la libertad… todavía está lejos.