Marta y Fina: Sueños de libertad (Capítulo 329): No discutas, ¿por qué no me dedicas unos minutos?

En Sueños de libertad, el capítulo 329 nos traslada a uno de esos momentos en los que la tensión no nace del conflicto emocional sino de la presión silenciosa del trabajo bien hecho. Marta, siempre meticulosa, siempre atenta a que cada decisión sume a la excelencia, se enfrenta a una pequeña pero significativa batalla con Luis, en medio del bullicio de un proceso creativo que pone a prueba su paciencia… y su capacidad de liderazgo.

Todo comienza en el laboratorio, donde los dos han recibido las esperadas muestras de cristal de un maestro vidriero. Estas piezas, encargadas con esmero, deben ser seleccionadas para presentárselas a Cobeaga, un diseñador clave para el futuro del proyecto en el que están trabajando. El encargo es simple: elegir tres muestras definitivas que serán la cara visible de su propuesta. Pero, como siempre, nada es tan sencillo cuando la perfección es el objetivo.

Marta, al ver las muestras, percibe de inmediato la urgencia de elegir bien. Sabe que si algo no está del todo correcto, todavía hay margen para pedir rectificaciones, pero el tiempo apremia. Ella lo tiene claro: no se puede fallar. Cada milímetro del vidrio, cada tono, cada imperfección controlada cuenta en un universo donde el más mínimo error puede significar el rechazo de un trabajo que ha costado semanas de preparación.

Luis, en cambio, está en otro ritmo. Mientras Marta insiste con firmeza en que hay que tomar una decisión ahora, él está sumergido en una mezcla de ingredientes –quizá aromas, tal vez materiales químicos o esencias para acompañar las piezas en exposición–, y su atención está dispersa. “Este no es el momento”, dice, intentando esquivar la conversación. Prefiere que Marta lo resuelva sola, porque confía en su gusto. “Tú decides, tienes mejor ojo”, le dice con una sonrisa medio cansada. Pero Marta no acepta esa delegación como un gesto de confianza, sino como una falta de compromiso.

Y entonces llega su respuesta: “Luis, no discutas. ¿Por qué no me dedicas unos minutos?”. Su tono es sereno, pero firme. Marta no está pidiendo permiso. Está exigiendo presencia. Porque sabe que si bien ella podría tomar la decisión sola, no se trata solo de estética: se trata de responsabilidad compartida. De sostener el peso del trabajo entre dos, no dejarlo caer sobre uno solo.

En esa breve frase, cargada de paciencia medida, se desvela todo el trasfondo de la escena: Marta necesita que Luis se involucre. No porque no pueda hacerlo sin él, sino porque sabe que cada mirada, cada opinión, cada contraste es vital. No se trata de mandar. Se trata de construir. De colaborar.

Para suavizar la situación, Marta le recuerda que Cristina, la nueva integrante del equipo, está en el laboratorio y puede seguir con las mezclas que Luis estaba preparando. “No se va a detener el mundo porque dediques dos minutos a esto”, parece decirle sin necesidad de levantar la voz. Cristina puede continuar. La rueda puede seguir girando. Pero esta decisión requiere de ambos.

Luis, ante la persistencia de Marta, cede. Sabe que tiene razón. Que ella no solo está pidiendo ayuda, sino marcando el estándar de cómo se trabaja: en conjunto, con respeto, sin atajos. Y aunque lo hace con cierto desgano al principio, acaba reconociendo que detenerse un par de minutos no es un obstáculo sino una muestra de compromiso.

Antes de sumarse a la selección, Marta le da una última indicación: que prepare la madera de Agar, y que se asegure de que el quemador tiene suficiente aceite. Porque incluso en medio de la discusión técnica y de la toma de decisiones, hay detalles que no pueden pasar por alto. Todo tiene que funcionar, todo tiene que estar listo. No hay espacio para improvisaciones.Sueños de libertad - Capítulo 202 (11-12-24)

Lo que parece una escena menor, un simple intercambio de opiniones laborales, es en realidad una ventana al tipo de profesionalismo y visión que Marta representa. Ella no se conforma. No espera que las cosas salgan bien por suerte. Las construye, las analiza, las pule. Y exige lo mismo de quienes están a su lado. No por orgullo, sino por respeto al trabajo.

Este episodio deja claro que la verdadera tensión no siempre nace del grito o del enfrentamiento físico. A veces, el verdadero pulso está en una conversación silenciosa, en la elección de palabras, en saber cuándo insistir y cuándo ceder. Marta demuestra que incluso en el mundo del diseño, donde la creatividad parece dominarlo todo, hay una parte técnica, rigurosa, estratégica, que requiere tanto esfuerzo como la inspiración misma.

Luis, aunque algo reticente al principio, termina entendiendo que esos “dos minutos” que Marta le pidió son mucho más que un gesto de cortesía. Son la diferencia entre una decisión improvisada y una apuesta pensada. Entre trabajar juntos o dividirse. Entre dejarse llevar o construir algo sólido.

Y así, mientras Cristina sigue mezclando materiales al fondo, Marta y Luis se sientan frente a las muestras de cristal, discuten tonos, formas, detalles casi imperceptibles… pero esenciales. Y con cada elección, no solo dan forma al proyecto, sino a su forma de trabajar. Una donde la exigencia va de la mano con la cooperación, y donde dedicar unos minutos no es una pérdida de tiempo… sino una inversión en lo que realmente importa.

Porque en Sueños de libertad, hasta los momentos más aparentemente tranquilos esconden decisiones cruciales. Y Marta lo sabe mejor que nadie.

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