En el capítulo 328 de Sueños de libertad, los fantasmas del pasado vuelven a colarse entre las rendijas de una historia de amor que lucha por consolidarse entre los escombros del rencor y la traición. Digna, con el alma aún removida por un enfrentamiento que deja secuelas, regresa a casa tras un tenso episodio con Damián, y lo que parecía ser un día de esperanza con Pedro, termina teñido por las sombras de una familia que no sabe dejar ir.
La escena se abre con Pedro cruzando el umbral del hogar con una sonrisa genuina, como quien regresa del mundo con un trozo de futuro entre las manos. En este caso, el itinerario de su luna de miel, un gesto simbólico más que práctico, dado que el viaje como tal está en suspenso. Lo que Pedro busca no es otra cosa que regalarle un instante de ilusión a Digna, recordarle lo que habían soñado juntos antes de que todo se desmoronara. Pero al entrar, no encuentra la sonrisa cómplice de su esposa, sino un rostro pálido, cargado de pesadumbre.
Digna no tarda en contarle la razón de su estado: ha ido a recoger algunas pertenencias a su antigua casa, y allí se ha topado con Damián. Lo que pudo haber sido un encuentro cordial terminó convirtiéndose en una confrontación amarga, un cruce de palabras que ha removido viejas heridas y que vuelve a poner en jaque su tranquilidad. Aunque al principio intenta restarle importancia, acaba desvelando el núcleo venenoso de la conversación: Damián ha acusado a Pedro de manipular y sabotear desde las sombras.
Según él, Pedro no solo habría sobornado a un empleado para generar descontento entre los trabajadores contra su hijo, sino que además habría urdido todo un plan para forzar su renuncia y quedarse con el control de la empresa. Damián afirma que, llegado el momento, Pedro no devolverá ese poder, que se aferrará a él con uñas y dientes, como si siempre hubiese sido parte de su ambición más oscura.
Pedro escucha con una mezcla de asombro e ironía. Le cuesta creer que Damián haya llegado tan lejos con sus acusaciones. Entre sarcasmos, asegura que solo falta que lo culpe de matar a un santo. Pero el sarcasmo es un refugio precario cuando lo que se está poniendo en tela de juicio es su honor, su ética y, sobre todo, su amor por Digna.
La conversación cambia de tono. Digna, dolida pero firme, le deja claro a Pedro que no permitirá que Damián continúe envenenando su vida. Le reafirma su confianza con palabras que son más que una simple defensa: son una declaración de principios. Le recuerda que si alguna vez hubiera dudado de él, no se habría casado. Lo conoce, lo ha visto luchar por ella, sostenerla cuando todo se caía, y eso pesa más que cualquier acusación lanzada desde la rabia y el despecho.
Porque eso es lo que ella ve en Damián ahora: no un padre preocupado, sino un hombre herido por haberla perdido, un ser incapaz de aceptar que Digna ha encontrado una nueva vida lejos del círculo de control y manipulación en el que siempre intentaron encerrarla. Damián ya no lucha por una hija; lucha contra el vacío que le dejó cuando decidió alejarse.
Pedro, conmovido por su entereza, intenta aligerar el ambiente. Le propone un brindis, una comida fuera, un paréntesis entre tanta tensión. Digna duda, pero acepta. Porque a pesar de todo, aún hay algo que se mantiene intacto: el deseo de seguir adelante juntos, de construir algo lejos del ruido de los demás.
Este capítulo no solo muestra una nueva grieta en la relación con la familia de Damián, sino que también expone con crudeza una realidad ineludible: para empezar de nuevo, a veces hay que romper los lazos con quienes se empeñan en arrastrarte al pasado. Marta y Fina, testigos silenciosos de este proceso, saben bien lo que significa cortar amarras, y este episodio parece marcar un antes y un después.
La tensión familiar se convierte así en un campo de batalla emocional, donde las lealtades, los resentimientos y las decisiones del corazón chocan con fuerza. El amor de Pedro y Digna emerge fortalecido, no porque todo sea fácil, sino porque han decidido enfrentarlo juntos. Pero en el fondo, el eco de las palabras de Damián sigue resonando. ¿Hasta dónde será capaz de llegar con tal de recuperar lo que cree suyo? ¿Qué nuevas estrategias pondrá en marcha para destruir el vínculo de Digna con Pedro?
El capítulo 328 se convierte, sin lugar a dudas, en una declaración de intenciones: Digna quiere romper los lazos con esa familia de una vez por todas. Y aunque aún le tiemble la voz, la decisión está tomada. El pasado ya no manda. El futuro, aunque incierto, será suyo.