Marta y Fina – Sueños de libertad (Capítulo 302): “Sí, pero estoy agotado. Me voy a dormir ahora.”

La noche cae sobre la residencia con una calma engañosa, esa que anticipa tormentas emocionales más que serenidad. En Sueños de libertad, el capítulo 302 nos invita a presenciar un breve pero revelador intercambio entre Pelayo y María, uno que deja entrever ausencias notorias, silencios que gritan más que las palabras, y una preocupación latente que gira en torno a una figura clave: Julia.

La escena comienza con una simple llegada. Pelayo aparece en el umbral, solo, y es recibido por María con un escueto “hola”. Un saludo que, aunque cordial, se siente como el eco de una rutina gastada, de un vínculo donde lo esencial ya no se dice. La primera pregunta de María corta el aire con naturalidad, pero su tono lleva una carga emocional oculta: “¿Estás solo? ¿No te acompaña Marta?”. No es una simple pregunta de cortesía. Es una señal de que la ausencia de Marta se siente, se nota y pesa. Pelayo, intentando desviar la tensión, responde con evasiva tranquilidad que Marta no lo acompaña porque se ha quedado en casa; tenía cosas que hacer en Madrid.

Pero todos saben que Madrid, en esta historia, no es sólo una ciudad. Es la excusa perfecta para marcar distancias, para esconder lo que se rompe lentamente tras las puertas cerradas de una relación. Marta no está allí porque algo está fallando, porque quizás necesita espacio, o porque las heridas que no se nombran siguen sangrando. María lo percibe. Su mirada inquisitiva no es la de una simple anfitriona. Ella quiere saber más. Quiere entender qué busca Pelayo, por qué ha venido si no está acompañado por su esposa, y si esa visita nocturna esconde algo más.

“¿Vas a pasar la noche aquí? ¿Buscas a alguien?” pregunta ella, como quien tantea un terreno minado. Pelayo responde sin rodeos: busca a Julia. El nombre, apenas pronunciado, resuena como un ancla emocional. María le informa que Julia estuvo más temprano con su madre, compartiendo un momento tranquilo: un rompecabezas tras la cena, una imagen doméstica que contrasta con la inquietud que Pelayo trae consigo. Pero esa paz es sólo aparente. Porque María añade que ambas, madre e hija, subieron hace ya un buen rato.

Pelayo entonces intenta acercarse a Julia, quiere darle las buenas noches. Pero al buscarla en su habitación, descubre que no está allí. La sorpresa se dibuja en su rostro, y no sólo por la ausencia física de Julia, sino por la inquietante posibilidad de que nadie sepa dónde está. María, incómoda, no tiene respuesta. “No sabría qué decirte”, admite, y esas palabras abren un abismo. ¿Dónde está Julia? ¿Por qué nadie sabe con certeza? ¿Qué está ocurriendo tras los muros de esta casa que tanto parece ocultar?

La tensión sube, aunque se disfraza de cortesía. María, quizás intentando cambiar de tema, comenta que “está muy animado esto”. Una frase ambigua que podría referirse al ambiente de la casa, a los movimientos inesperados, o incluso al estado emocional de quienes la habitan. Pelayo, sin querer prolongar más la conversación —o tal vez incapaz de sostenerla sin desmoronarse— responde con una confesión sincera: “Sí, pero estoy agotado. Me voy a dormir ahora”.

Esas palabras, aparentemente inofensivas, encierran el verdadero núcleo de este episodio. El agotamiento de Pelayo no es solo físico. Es emocional. Es el cansancio de sostener una vida en equilibrio precario, de simular normalidad mientras los vínculos se desgastan, de buscar a una hija que parece alejarse cada día más, y de vivir junto a una mujer —Marta— que elige la distancia. El “buenas noches” con el que cierran la conversación suena más a retirada que a despedida. Como si ambos supieran que mañana seguirán las dudas, los silencios y las miradas evasivas.

Pero la escena no se trata solo de Pelayo. También está el fantasma omnipresente de Marta. Su ausencia no es silenciosa. Recorre cada frase de Pelayo, cada pausa de María, cada gesto de incomodidad. ¿Por qué Marta no está allí realmente? ¿Qué ocurre en Madrid que no pueda esperar? ¿Es la distancia física un reflejo de la emocional?Uploaded image

Y luego está Julia. La niña que Pelayo quiere ver, pero que no está en su cuarto. ¿Dónde está? ¿Por qué no avisa? ¿Qué tipo de libertad está buscando en esa desaparición momentánea? ¿Es un grito silencioso por atención, o simplemente una huida de los conflictos que la rodean?

En este capítulo 302, Sueños de libertad no necesita grandes discursos ni escenas dramáticas para sembrar la inquietud. Le basta una conversación nocturna, un par de ausencias y un “estoy agotado” para construir una atmósfera cargada de tensión, de secretos contenidos, de corazones que ya no se encuentran aunque compartan el mismo espacio.

Y mientras Pelayo se retira a dormir, quizás con la esperanza de encontrar en el sueño la paz que la vigilia le niega, María se queda con las preguntas sin responder. El capítulo cierra, pero la verdadera historia apenas comienza. Porque en Sueños de libertad, incluso las noches más tranquilas esconden tormentas por estallar.

¿Estás solo?, le preguntaron a Pelayo. Y aunque dijo que sí, lo que verdaderamente quiso decir es: Estoy solo por dentro. Y ya no sé cómo dejar de estarlo.

¿Quieres que continúe con el spoiler del siguiente capítulo?

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