En Sueños de libertad, capítulo 302, el amor entre Pedro y Digna se ve sacudido por una tormenta de sospechas, malentendidos y viejos rencores que amenazan con desgarrar la confianza que tanto les ha costado construir. Bajo la superficie del compromiso y la felicidad compartida, se esconde una tensión creciente alimentada por la sombra de Andrés… y los celos de Damián.
Todo comienza cuando Pedro, agobiado por las circunstancias, se desahoga con Digna en una conversación cargada de emociones. Andrés lo ha acusado injustamente de haber saboteado su proceso de nulidad matrimonial. ¿El motivo? Una coincidencia peligrosa: Pedro se reunió con Monseñor Mercader, miembro del tribunal eclesiástico, poco antes de que llegara la carta oficial de rechazo. Para Andrés, ese encuentro fue una maniobra encubierta. Para Pedro, solo fue un acto de respeto.
Con voz tensa pero serena, Pedro explica que visitó a Monseñor Mercader —quien había sido el confesor de su difunta esposa— únicamente para comunicarle en persona su decisión de rehacer su vida con Digna. No hubo presión, no hubo influencias. Solo una necesidad de cerrar el pasado con dignidad. Digna lo escucha atentamente, sorprendida, y le pregunta si realmente intervino. Pedro lo niega con firmeza.
Entonces, Digna revela algo que guardaba en silencio: eso era precisamente lo que Damián intentó contarle el día anterior. Pero ella, temiendo abrir una nueva brecha entre su pareja y su sobrino, decidió evitar el tema. Ahora, sin embargo, confiesa que Damián no solo hablaba de la nulidad eclesiástica. También lanzó acusaciones más graves: afirmó que Pedro, en el pasado, había ocultado defectos estructurales en una empresa antes de venderla a inversionistas italianos. Una bomba que, de explotar públicamente, podría destruir mucho más que una relación amorosa.
Pedro, visiblemente frustrado, intenta explicar lo sucedido: durante una inspección del Ayuntamiento de Talavera, hubo algunos detalles técnicos menores que no se registraron. Pero no hubo fraude. No hubo ocultamiento. Si hubo fallos, fueron del sistema, no suyos. Y sin embargo, las palabras de Damián han encendido una llama peligrosa.
Digna le dice que le cree, que confía en su versión, pero no puede evitar sentirse inquieta. “Pedro, todo esto va a perjudicar nuestra relación”, le dice con el corazón en la mano. No es una amenaza. Es una advertencia dolorosa de lo que podría ocurrir si el veneno de las dudas sigue propagándose.
Pedro intenta tranquilizarla. Le asegura que nada podrá separarlos, que lo que sienten es más fuerte que cualquier mentira. Pero también reconoce una verdad incómoda: no puede controlar los celos de Damián. No puede detener el resentimiento de alguien que vive atrapado en un matrimonio sin amor. Y en un gesto de madurez, le promete a Digna que hablará con su sobrino, que tratará de apaciguar la situación.
Pero ella se lo impide. “No lo hagas”, le pide, con una mezcla de tristeza y compasión. “Vivir con una mujer a la que no se ama ya es castigo suficiente”. Damián, por mucho que intente destruir lo que ellos han construido, está pagando su propia condena. Quizás no con barrotes, pero sí con una infelicidad cotidiana que lo carcome desde dentro.
La conversación termina con un suspiro compartido. Las heridas aún duelen, las dudas aún pesan, pero el amor entre Pedro y Digna se mantiene en pie. Ambos saben que lo que tienen no es perfecto, pero sí real. Y en un mundo donde la traición y la desconfianza se respiran en cada rincón, eso ya es un milagro.
Mientras tanto, en otra parte de la finca, Marta y Fina observan la escena con discreta inquietud. Ambas han sido testigos indirectas de los efectos de los rumores, las medias verdades y las habladurías venenosas. Fina, sensible como siempre, teme por lo que vendrá. Marta, firme y decidida, promete que, pase lo que pase, ellas sabrán mantenerse unidas. Pero ni siquiera su fuerza podrá impedir que el vendaval de conflictos que se avecina llegue hasta ellas.
Y es que este capítulo no solo habla de un romance en crisis. Habla del precio de las decisiones del pasado. De los errores que vuelven, disfrazados de justicia o de venganza. De los hombres que se creen impunes y de las mujeres que deciden no callar más. Sueños de libertad vuelve a demostrar que bajo su título esperanzador se esconde una lucha constante entre lo que se desea… y lo que uno está dispuesto a sacrificar para alcanzarlo.
Porque amar también es resistir. Y en Talavera, resistir no siempre es suficiente.
¿Estás listo para el próximo golpe de verdad?