“¿Tú te imaginas poder pasear juntas por un parque, cogernos de la mano y besarnos sin miedo?”

En Sueños de Libertad, el amor entre Marta y Fina ha sido una constante tan tierna como clandestina. En una sociedad que las obliga a ocultarse, cada gesto de cariño debe ser medido, cada deseo reprimido. Pero en el capítulo más reciente, ambas se atreven a soñar con un futuro diferente… aunque solo sea por un momento.

Todo comienza con una conversación aparentemente trivial sobre París. El diseñador Cobeaga, de paso por España, menciona la libertad que respira en la capital francesa, en contraste con el ambiente opresivo que aún se vive en su país natal. Su discurso, sin saberlo, siembra una semilla en Fina, quien más tarde comparte con Marta ese anhelo silencioso que lleva tiempo guardando en su pecho: vivir su amor sin miedo, sin esconderse, sin fingir.

Fina imagina una vida donde puedan besarse sin tener que buscar rincones oscuros, donde un simple gesto de ternura no despierte susurros maliciosos ni miradas llenas de juicio. Marta, aunque más cauta, no puede evitar dejarse llevar por esa fantasía. En sus palabras hay ternura, sí, pero también una tristeza profunda: la de quien sabe que ese sueño, por ahora, no es posible.

Mientras Marta intenta mantenerse firme en su papel de jefa y mujer responsable, Fina la confronta con una quimera: “Sueño con casarme contigo”, le dice con una mezcla de ingenuidad y determinación que desarma a Marta. La respuesta no llega con palabras, sino con una sonrisa melancólica. No es rechazo, sino dolor. Dolor por vivir en un tiempo donde el amor entre dos mujeres debe esconderse como un crimen.

La escena se vuelve aún más conmovedora cuando Fina, con su habitual humor, promete alejarse antes de caer en la tentación de besar los labios que tanto desea. Marta, en cambio, reacciona con preocupación. Sabe que cualquier desliz puede tener consecuencias. “Lo que no es inocente, Fina, es la mirada de la gente”, le advierte, dejando claro que el amor que comparten, por más genuino que sea, debe seguir siendo un secreto.

En medio de este anhelo compartido, ambas se enfrentan a una realidad hostil. La libertad que tanto desean no depende solo de su valor o determinación, sino de una sociedad entera que aún no está lista para aceptar que dos mujeres puedan amarse sin esconderse. Sin embargo, en sus palabras se percibe una esperanza tenue, casi frágil, pero viva. Marta cree que un día todo cambiará. Cree que llegará el momento en que podrán pasear tomadas de la mano, sin miedo, sin necesidad de fingir que son solo amigas.

Ese momento aún no ha llegado, pero el simple hecho de imaginarlo ya les ofrece consuelo. El amor entre Marta y Fina no necesita ser validado para ser real, pero sí merece un mundo donde pueda ser vivido en plenitud. ¿Y si algún día ese mundo llega?

Porque lo cierto es que cada caricia robada, cada palabra susurrada, cada sueño compartido, es una forma de resistencia. Una forma de recordar que, aunque deban esconderse, su amor no es menos fuerte. Al contrario: es valiente, es luminoso… y es libre, aunque sea en secreto.

¿Crees que algún día Marta y Fina podrán vivir su amor sin esconderse? ¿O la sociedad las seguirá condenando al silencio?