“Yo no puedo ser feliz sin Fina. No puedo tener un hijo contigo.”
Las palabras de Marta cortan el aire como un cristal roto. Ya no hay marcha atrás.
En el capítulo 354 de Sueños de Libertad, somos testigos de una escena que marca un antes y un después en la historia de Marta, Pelayo y Fina. A bordo de un coche que se dirige hacia una nueva vida en Londres, lo que parecía ser un viaje hacia la estabilidad se convierte en un abismo emocional sin retorno.
Pelayo, con la ligereza de quien no ve el huracán que se avecina, comenta un cambio de hotel. Habla de vistas impresionantes, de amigos en Londres, de futuro. Pero Marta no escucha. Sus labios están sellados, sus pensamientos desbordan. El silencio pesa más que las palabras.
De repente, con la voz ahogada pero firme, Marta le exige a Pelayo que detenga el coche. Él, desconcertado, intenta razonar. Pero ella lo interrumpe con un grito, desesperado, lleno de angustia: “¡Para el coche, aquí!” Cuando finalmente se detienen al borde del camino, Marta ya no puede contenerse. Las lágrimas brotan con la fuerza de una presa rota.
Lo que sigue es devastador. Marta revive una conversación con Andrés, un recuerdo que le arde en la memoria. Andrés le había dicho sin rodeos: “No tengas un hijo con alguien a quien no amas.” Aquella advertencia cobra un nuevo sentido. Marta mira a Pelayo con los ojos llenos de dolor y verdad. Le dice que no pueden tener un hijo, que sería un error que ninguno podría enmendar.
Pelayo queda inmóvil. La incredulidad se apodera de él. Le recuerda todo lo que han planificado, todo lo que han pactado. Le pregunta si este giro tiene que ver con Fina. Y aunque Marta niega que Fina se haya interpuesto, admite algo más fuerte: que ni Fina ni el futuro hijo que planeaban merecen vivir atrapados en una mentira.
Marta habla con una lucidez que desarma. “Un niño no puede ser feliz si su madre no lo es. Y yo no puedo ser feliz sin Fina.” Cada palabra, cada sílaba, rompe con delicadeza brutal la fachada de normalidad que ambos habían construido.
Y entonces, llega el golpe final. Marta, con una franqueza que abrasa, le confiesa a Pelayo que aunque él nunca lo diga en voz alta, Fina siempre será una sombra incómoda en su carrera política. Que en el fondo, ella sabe que Fina no encaja en ese mundo de apariencias, compromisos y ambición. Que aunque él la ame, tarde o temprano la esconderá, la relegará, la convertirá en un secreto vergonzoso.
Pelayo, incapaz de responder, baja del coche. Su cuerpo está ahí, pero su mente se tambalea entre la decepción y la tristeza. Es un hombre derrotado por una verdad que no quiso ver venir. Mientras tanto, Marta se queda atrás, sola, temblando, pero aliviada. Ha elegido lo más difícil: la verdad en lugar del miedo, el amor en lugar del deber.
Es un momento profundamente humano. No hay ganadores. Solo dos personas enfrentando lo inevitable. Marta no huye del dolor. Lo abraza, sabiendo que cada lágrima que derrama la acerca más a la vida que verdaderamente desea: una en la que Fina no sea un recuerdo, ni una culpa, ni un obstáculo, sino una compañera de vida, una madre, un amor real.
Y aunque el camino sea incierto, Marta ha dado el primer paso hacia su libertad emocional. El precio: un adiós doloroso, pero necesario.
¿Será este el principio de una nueva vida con Fina… o la renuncia definitiva a un amor imposible?