La oficina se convierte en el escenario de una de las decisiones más íntimas y determinantes de la historia entre Marta, Fina y Pelayo. A medida que las piezas de su vida personal y política comienzan a alinearse (o a colisionar), los tres protagonistas avanzan hacia un destino que podría cambiarlo todo: formar una familia juntos.
El capítulo comienza con una conversación cargada de planes, nervios y silencios significativos. Pelayo toma la palabra con su tono serio pero convencido: ha llegado el momento de seguir adelante con el plan que han trazado. El ambiente es tenso, pero esperanzador. Justo en ese momento, aparece Fina, un poco agitada, disculpándose por llegar tarde. Se excusa con una sonrisa por haber estado ocupada en la tienda. Marta, con esa ternura suya, la tranquiliza: “No pasa nada, ya estás aquí”.
Pero lo importante está a punto de revelarse. El tema que los tres han evitado mirar de frente por tanto tiempo vuelve con fuerza: el tratamiento de fertilidad en Londres. Marta confirma que sí, que está lista. Pelayo lo reafirma con entusiasmo, casi con una emoción que no puede contener. Fina se acerca al escritorio, se coloca junto a Marta, y sus miradas se cruzan.
En ese cruce silencioso, Marta la interrumpe con una frase que, aunque juguetona, es reveladora: “No me mires así”, le dice con media sonrisa. Pero la tensión está allí. Lo que hay entre ellas, esa intimidad que ha crecido entre miradas cómplices y silencios compartidos, empieza a manifestarse con más fuerza.
Pelayo, que no es ajeno a ese lenguaje silencioso entre ambas mujeres, decide desviar el foco hacia un terreno que domina mejor: la política. Menciona al creciente rival, Francisco Cárdenas, que también se postula al cargo de gobernador civil. Marta, con franqueza, le pregunta si su prioridad ha cambiado. ¿Está más interesado en ganar las elecciones que en formar una familia?
Él niega rotundamente cualquier insinuación de cambio en sus valores. Asegura que sabe cómo frenar a Cárdenas, que aunque el otro tenga más apoyos, los suyos son más fuertes, más sólidos. Marta, aún sorprendida por la seguridad repentina de Pelayo, lo escucha con atención. Algo ha cambiado en él. Algo que lo hace hablar como si ya tuviera el futuro asegurado.
Es entonces cuando Fina hace la pregunta más valiente de todas:
—“Si no ganas las elecciones… ¿seguirá en pie nuestro compromiso de formar una familia?”
El silencio que sigue es breve, pero cargado de significado. Pelayo no duda. Su respuesta es clara, directa, sincera:
—“Mi ilusión de formar una familia con vosotras no depende del resultado político.”
Con esa frase, se rompe cualquier muro de duda. La unión entre los tres no está atada al poder, sino al deseo genuino de crear algo nuevo, algo suyo.
Y para sellar ese compromiso, Pelayo les comparte una noticia que hace que las dos mujeres contengan el aliento:
La clínica de Londres los espera la próxima semana.
Marta reacciona primero. Está emocionada, sí, pero también impactada por la rapidez. “¿Tan pronto?”, pregunta casi sin aliento. Pelayo asiente. Solo falta fijar el día exacto del procedimiento. Recomienda no decir nada aún a nadie. “Es algo íntimo, y lo mejor es mantenerlo así… por ahora”, sugiere con voz suave.
El ambiente se transforma. La emoción es tangible. Marta, aún procesando todo, confiesa que siente que este paso será un gran cambio en sus vidas. Y Pelayo, con esa mezcla de líder y compañero de vida, la toma de la mano y le dice:
—“Sí, será un cambio grande… pero es el cambio que hemos buscado. Tal vez ayude a mi imagen pública, pero lo más importante… es que nos traerá alegría. Una alegría que necesitamos.”
Fina sonríe. Mira a Marta. Le acaricia el brazo con delicadeza. Su apoyo es incondicional. Su conexión, silenciosa, está más fuerte que nunca. Pelayo, al ver la escena, se emociona. Se siente afortunado. Está convencido de que entre los tres pueden romper moldes, construir un nuevo modelo de amor y de familia.
Con renovado ánimo, les promete que él se encargará de todos los detalles del viaje. Marta solo deberá descansar, relajarse y disfrutar del proceso. Y con ese compromiso, se despide: tiene una reunión en el centro. Las dos mujeres lo despiden con cariño. Pero cuando la puerta se cierra tras él, queda el silencio… y las miradas.
Fina sigue junto a Marta.
—“No me mires así”, repite ella. Pero esta vez ya no hay tono de broma. Hay ternura. Hay miedo. Hay deseo. Hay amor.
Porque este capítulo no solo se trata de un viaje a Londres o un tratamiento médico. Se trata de un paso irreversible hacia un futuro compartido, donde el cuerpo de una mujer, el compromiso de un hombre y el amor silencioso entre dos amigas que tal vez sean algo más se entrelazan en una danza delicada y valiente.
Marta, Fina y Pelayo están en la antesala de algo profundo. Algo que podría hacerlos brillar… o romperse.
Pero por ahora, por este instante, solo importa esto:
que los tres creen en esa posibilidad. En ese sueño. En esa libertad.
El capítulo 349 de Sueños de libertad marca así el comienzo de una nueva era en la historia de esta familia tan poco convencional como auténtica, donde cada paso es una declaración de amor… y cada mirada, una promesa.