El capítulo 349 de Sueños de Libertad explota con una de las confrontaciones más tensas y cargadas de rabia y dolor que hemos visto en la historia reciente de la serie. En medio de secretos, besos prohibidos y emociones desbordadas, el triángulo entre Cristina, Gabriel y Beltrán estalla… y nada volverá a ser igual.

Todo ocurre frente a la fábrica, donde Beltrán, herido en su orgullo y con el alma en llamas, decide enfrentarse directamente a Gabriel. Ya no puede seguir callando. El prometido de Cristina se planta frente a su rival con una mirada desafiante y una furia que se le escapa por los poros. Cuando lo llama con tono amenazante, Gabriel apenas lo reconoce y lo llama “el acompañante de Cristina”. Ese comentario, frío y despectivo, enciende aún más a Beltrán, quien le grita, con los ojos inyectados de rabia, que él no es ningún acompañante, que es su prometido. Y sin mediar más palabra, lo empuja con violencia.

El ambiente se tensa al límite. Los obreros cercanos observan con nerviosismo. La rabia contenida de Beltrán estalla en palabras: quiere saber quién se cree Gabriel para besar a su prometida. Está humillado, dolido, cegado por los celos. Gabriel intenta calmar las aguas. Se disculpa, dice que no quiso interponerse, que no era su intención herir a nadie. Pero esas palabras no son suficientes. Beltrán lo agarra del saco, lo sacude con fuerza y le lanza una sentencia que duele como un látigo: “Mucho has arruinado la vida… ¿lo entiendes? Arruinado del todo”.

Gabriel, ahora al borde de su paciencia, trata de mantener la compostura. Le promete que no volverá a ocurrir, que el beso fue un error. Pero esas palabras sólo echan más leña al fuego. En un arrebato de ira, Beltrán le lanza un puñetazo directo al rostro. Gabriel, herido en su orgullo y en su dignidad, lo agarra por la camisa y le advierte, entre dientes, que si alguien va a salir lastimado de esa pelea, será él.

Y entonces, justo cuando la tensión está por desbordarse, aparece Cristina. Llega corriendo, agitada, con el rostro desencajado. Se interpone entre los dos hombres y grita desesperada: “¡¿Estáis locos?! ¡Parad ya, os lo suplico!”. Su voz tiembla de rabia y de miedo. Quiere acabar con el enfrentamiento antes de que se vuelva irreversible.

En ese instante, aparece también Irene, que al ver la escena pregunta qué está ocurriendo. Cristina, aún alterada, intenta explicar que se estaban peleando, mientras Gabriel trata de desviar la culpa diciendo que Beltrán lo atacó primero. Irene toma una decisión firme: le pide a Gabriel que se marche para evitar más escándalos. Él asiente, se disculpa con Cristina con una mezcla de tristeza y vergüenza, y le dice que nunca quiso que eso ocurriera. Luego se retira, acompañado por Irene.

Pero el verdadero drama apenas empieza.

Beltrán, herido física y emocionalmente, se queda inmóvil por unos segundos. Luego, con voz rota y llena de rencor, le dice a Cristina que también se va. “Está claro que yo ya no pinto nada aquí”, sentencia. Da media vuelta, dispuesto a marcharse para siempre, pero Cristina lo detiene. Lo toma del brazo, le suplica que se quede. Le dice que lo siente, que todo se salió de control, que no fue su intención lastimarlo.

En una de las escenas más vulnerables del capítulo, Cristina le confiesa que se ha sentido sola, poco apoyada por él últimamente, especialmente en lo relacionado con su trabajo. Que Gabriel, aunque no debería, la hizo sentirse escuchada, valorada… comprendida. Que eso la confundió. Pero también le asegura que el beso no significó nada, que ya habló con Gabriel y decidieron que no volvería a pasar.

Pero Beltrán no está dispuesto a conformarse con palabras vacías. La mira fijamente, con un tono de frialdad que contrasta con su dolor: “¿Quién decidió terminar eso, Cristina? ¿Tú… o él?”. Esa pregunta, simple y directa, la deja sin aliento. Cristina intenta esquivarla, dice que eso no importa, que lo único relevante es que ya no volverá a ocurrir. Pero su incomodidad es evidente.

Beltrán, con los ojos vidriosos, lo entiende todo. “No hace falta que digas nada más”, le responde. Y se va. No grita. No lanza reproches finales. Solo se aleja, dejando a Cristina sola, rota, atrapada entre su culpa, su confusión y el peso de una relación que parece resquebrajarse ante sus propios ojos.

La escena cierra con Cristina en silencio, temblando por dentro, asimilando las consecuencias de lo ocurrido. El beso de Gabriel ha sido más que un error: ha sido una grieta en la estabilidad que creía tener. Y ahora debe enfrentar la pregunta más dura de todas: ¿a quién pertenece realmente su corazón?

Mientras tanto, el nombre de Gabriel sigue flotando en el aire como una amenaza. La tensión crece, y la promesa de más enfrentamientos se siente inevitable. La guerra por Cristina ha comenzado… y esta batalla no se resolverá con palabras suaves.

MARTA AND FINA – Sueños de Libertad 349 nos deja un episodio explosivo, donde el orgullo, el amor y los celos se enfrentan sin freno. Un capítulo que muestra, con crudeza, cómo una pasión mal gestionada puede destrozar lo que parecía seguro… y cómo, a veces, una sola decisión puede marcar el inicio de un final.