El capítulo 349 de Sueños de libertad nos regala uno de los momentos más íntimos, delicados y emotivos entre Marta y Fina. Mientras los planes para el viaje a Londres avanzan con rapidez, las emociones entre ambas mujeres afloran con una sinceridad que traspasa cualquier límite. Es una escena serena, pero cargada de una verdad que ya no puede ocultarse: están profundamente enamoradas y listas para formar una familia juntas, más allá de lo que opine el mundo.

La escena comienza con un susurro. Están solas. Fina, con su ternura habitual, se sienta junto a Marta y le pregunta en voz baja:
—“¿Qué te pasa? ¿Estás emocionada?”

Marta no puede evitar sonreír, pero también suspira. Porque sí, está emocionada. Está feliz. Pero también siente una punzada de tristeza.
—“Claro que lo estoy… Pero me encantaría que tú también vinieras con nosotros a Londres.”

Esa frase rompe el aire como un latido. Porque no se trata solo de un viaje médico, ni de un procedimiento clínico. Se trata de traer una vida al mundo, una que ambas han soñado y planeado, incluso en silencio. Marta desea profundamente que Fina esté allí, no como una amiga más, sino como la mujer que ama, como la madre del corazón que también será parte de esa nueva vida.

Fina la mira con dulzura y contención. Y, aunque también le gustaría estar en ese viaje, pone en palabras algo que vale mucho más:
—“No podré estar físicamente allí, es verdad… pero estaré contigo en todo lo demás. En tu vida. En la del bebé. En lo importante. Siempre estaré a tu lado.”

Esas palabras tocan una fibra muy profunda en Marta. Se levanta, conmovida, y se acerca a Fina. No hace falta que diga nada más. Se toman de las manos. Se miran de cerca. Sus ojos ya no ocultan nada. Se conocen, se reconocen. Están eligiéndose.

Y entonces Marta pronuncia, casi en voz baja, una verdad que ambas llevan tiempo callando:
—“Vamos a ser una familia… una familia un poco extraña, ¿no?”

Fina sonríe.
—“Sí… Extraña.”

Pero Marta añade con una ternura que desarma:
—“Extraña… pero llena de amor.”

Y Fina responde, conteniendo la emoción en la garganta:
—“Llena de muchísimo amor.”

En ese momento, sin aspavientos ni necesidad de palabras grandilocuentes, se besan. Es un beso suave, tranquilo, pero cargado de profundidad, de historia, de promesas no dichas. Un gesto que, en su calma, revela todo el torbellino emocional que ambas llevan dentro.

No es un beso de impulso. Es un beso de certeza.

Porque Marta y Fina ya no son simplemente dos mujeres que se acompañan. Son dos almas que se han elegido en medio del caos, del dolor, de los convencionalismos, y que han decidido construir una familia con los trozos rotos que la vida les ha dejado… pero reuniéndolos con amor, con ternura y con una determinación inquebrantable.

Lo que se gesta en esta escena va mucho más allá de un tratamiento de fertilidad. Se trata de una revolución emocional. De reconocer que el amor no siempre entra en moldes preestablecidos. Que una familia puede empezar con un beso, con una promesa silenciosa, con dos mujeres sosteniéndose la una a la otra cuando el mundo todavía no está listo para comprender lo que tienen.

Marta y Fina no están solas. Tienen a Pelayo, que aunque forma parte de esta ecuación familiar con sus propios sueños y aspiraciones, no puede ocupar ese lugar íntimo que ellas se reservan mutuamente. Lo que han construido entre ellas es único, un vínculo que no depende de títulos, de nombres, ni de contratos. Depende del amor que se han tenido incluso cuando no se atrevían a nombrarlo.

Y ahora que por fin se han atrevido, nada volverá a ser igual.

Las lágrimas se asoman en los ojos de Marta, pero esta vez no son de tristeza. Son de liberación. De certeza. De amor. Fina la abraza, y en ese abrazo cabe el futuro que están por empezar a construir.
—“Estamos llenas de tanto, tanto amor”, dice Marta.
Y Fina responde, apretándola más fuerte:
—“Y eso es lo único que necesitamos.”

Mientras afuera el mundo sigue girando, los rivales políticos planean estrategias, las familias ocultan secretos y las verdades tiemblan detrás de puertas cerradas, en esta habitación solo existen ellas dos. Marta y Fina. El amor que las une. El bebé que quizás vendrá. Y el sueño de una libertad que ya no piensan soltar.

Porque en Sueños de libertad, capítulo 349, el verdadero milagro no ocurre en una clínica de Londres… sino en el corazón de dos mujeres que, por fin, se atreven a vivir su amor sin miedo.
Y esa valentía… lo cambiará todo.