“Begoña, por Dios… ¿me oyes?”
Las palabras salen como un susurro desesperado, casi quebrado por el miedo. Tasio se arrodilla junto al cuerpo inmóvil de Begoña, mientras Luz, con reflejos de médica entrenada, revisa su pulso con rapidez. La escena que presenciamos en el capítulo 345 de Sueños de Libertad no es solo un incidente, sino una sacudida emocional que cambiará el rumbo de varios personajes.
Todo ocurre en el laboratorio, un lugar rutinario que de pronto se convierte en escenario de un crimen. Begoña, tras regresar para buscar las llaves del coche, se encuentra con un intruso hurgando entre los armarios. El hombre, al verse sorprendido, la empuja sin pensarlo. Su cuerpo cae pesadamente contra el suelo. Silencio. Oscuridad.
Minutos después, Tasio escucha un grito. Corre hacia el laboratorio y lo que ve lo deja helado: un hombre huye precipitadamente, y Begoña yace inconsciente en el suelo. El tiempo se congela. Luz, alertada, no tarda en llegar. Evalúa la situación con precisión médica. No deben moverla. Podría haber una conmoción. A pesar de que la herida en la cabeza no parece profunda, todo es incierto hasta que ella despierte.
Tasio observa con impotencia, con rabia. Se siente culpable, aunque no haya podido hacer más. “La vi. La vi caer. Vi al tipo huir… pero no pude alcanzarlo.” Su voz se entrecorta, y es Luz quien toma el control. Pide gasas, limpia con cuidado la sangre de la frente de Begoña, y espera.
Y entonces, ocurre.
Begoña se mueve. Abre los ojos. Confundida, pero consciente.
“Tranquila, estás a salvo”, le dice Luz con dulzura.
Lo que sigue es una reconstrucción lenta y dolorosa. Begoña recuerda con nitidez lo que pasó. Su voz tiembla, pero es clara. Luz insiste: hay que denunciar. No se puede dejar pasar un ataque así. Begoña, tozuda como siempre, insiste en que tiene una reunión importante. Pero Luz, firme, se niega a dejarla ir sola. Finalmente, acuerdan que Marta la acompañará a poner la denuncia, mientras Tasio se queda revisando qué ha sido robado.
El gesto más humano ocurre en medio de todo el caos. Mientras cose la herida, Luz le pide a Begoña que le hable de algo que le guste. “Los pájaros”, murmura Begoña. Y por un instante, entre puntadas, dolor y miedo, el rostro de ella se relaja. No es solo un tratamiento médico. Es un acto de cuidado, de ternura, de amor entre compañeros.
Esta escena no solo añade un nuevo misterio a resolver. También revela la profundidad de los lazos entre personajes. Tasio, Luz, Marta… Todos orbitan alrededor de Begoña, cada uno con su forma de protegerla. Y en el centro, una mujer que ha sido golpeada, pero no derrotada.
La pregunta queda en el aire:
¿Quién atacó a Begoña… y qué buscaba exactamente en el laboratorio?