En Sueños de libertad, la realidad se quiebra bajo el peso de una conspiración calculada al milímetro. El episodio 336 nos revela que nada fue un accidente, ni siquiera la tragedia de Salcedo, y que Gabriel está moviendo los hilos de un plan oscuro que podría acabar con la empresa Reina… y con la estabilidad emocional de quienes aún creen en la justicia.

Todo comienza en una conversación secreta y tensa entre Gabriel y Salcedo. Allí no hay compasión, solo intereses ocultos. Gabriel, sin rodeos, le entrega a Salcedo la primera parte del dinero acordado. No es un soborno cualquiera, es la llave que abre un pacto tenebroso: el supuesto accidente que sufrió Salcedo —atropellado por una furgoneta de la empresa— no fue más que una jugada maestra dentro de un esquema más grande para arruinar a la familia Reina.

Las palabras de Gabriel son claras: cuando la empresa esté verdaderamente contra las cuerdas, él le dará no solo el 50% de la indemnización, sino incluso el 60%. “Te lo prometo”, dice con una sonrisa fría. “Valdrá la pena… y muchos dentro de la empresa me lo van a agradecer”. No solo se trata de dinero, se trata de venganza. De poder. De destruir desde dentro lo que tantos han trabajado por construir.

Mientras tanto, la empresa ya tambalea. El escándalo por el atropello ha empezado a escalar. Andrés, el director de logística, no estuvo presente en la reunión crucial con el abogado del seguro. ¿La razón? Estaba paralizado por el intento de suicidio de su esposa, María. Pero Gabriel, en su calculado ajedrez, ya lo había previsto todo. Se aseguró de que Andrés no pudiera reaccionar, de que su mente estuviera en otra parte, de que no pudiera manejar la crisis que ahora amenaza con hundirlo profesional y personalmente.

El atropello, en apariencia un error trágico, se convierte así en el arma perfecta. Si la empresa pierde la demanda de Salcedo, enfrentará un golpe económico considerable. Pero lo más letal no es el dinero. Es lo que se esconde detrás del ataque: la ruptura del acuerdo con Cobeaga, el proyecto de perfumes de lujo que había sido la gran apuesta de la empresa. Y eso, Gabriel lo sabe.

No solo lo sabe, sino que lo controla. En un movimiento que revela hasta qué punto tiene acceso a información interna, Gabriel menciona un número en la calle Bernet de París y confirma que “nuestros amigos han dejado de colaborar con Cobeaga”. ¿Cómo lo sabe? ¿Quién se lo dijo? La respuesta no está del todo clara, pero lo evidente es que Gabriel conoce cada movimiento comercial de la empresa… y los está utilizando en su contra.

Este episodio nos muestra el verdadero rostro de Gabriel: un manipulador brillante, que usa a Salcedo como un peón más en su tablero. Lo atrae con dinero, le da falsas seguridades, lo convence de que su demanda no solo es justa sino necesaria. Pero lo que Salcedo ignora es que él también es prescindible. Que cuando ya no sea útil, Gabriel lo dejará caer.

Mientras esto ocurre en la sombra, Marta y Fina se enfrentan a un ambiente cada vez más cargado de tensión. La fábrica, normalmente vibrante, se ha vuelto un campo minado de rumores. Todo el mundo habla del atropello, del posible despido de Andrés, del incierto futuro del proyecto con Cobeaga. Nadie se siente seguro. Ni los empleados ni los propios directivos.

Fina, con su habitual intuición aguda, empieza a sospechar que algo no cuadra. ¿Cómo pudo fallar la logística en un momento tan delicado? ¿Por qué justo ahora, cuando el acuerdo con Cobeaga estaba a punto de cerrarse, ocurre esta tragedia? Marta, más prudente, duda. Pero ambas sienten que hay una mano invisible detrás del desastre.

Y esa mano tiene nombre: Gabriel.

Para él, todo es parte de un plan meticuloso. Provocar el accidente, manipular a Salcedo, sacar provecho económico del caos, aislar emocionalmente a Andrés y debilitar la imagen pública de la empresa. Cada paso ha sido dado con precisión quirúrgica. Y lo peor es que aún no hemos visto el final.

En las oficinas, el ambiente es insoportable. Andrés está completamente desbordado. Entre la angustia por María, la presión de Don Pedro, y las críticas internas, su figura empieza a desmoronarse. Los rumores sobre una moción de confianza en su contra se intensifican. Y mientras tanto, Gabriel sigue ganando terreno, moviéndose como un fantasma entre despachos y llamadas clandestinas.

La conversación con Salcedo no deja lugar a dudas: esto no es un simple ajuste de cuentas. Es una operación de demolición interna. Y Gabriel, lejos de arrepentirse, se muestra convencido de que su plan será celebrado por muchos. “Los Reina me lo van a agradecer”, dice con cinismo. Pero… ¿quiénes son esos “muchos”? ¿Hay más cómplices? ¿Está infiltrado en la empresa?

Este capítulo marca un punto de inflexión. Lo que parecía un accidente se revela como una emboscada. Y lo que parecía un simple oportunismo legal es, en realidad, un golpe maestro que podría hacer colapsar a todo el imperio de los Reina.

Marta y Fina, sin saberlo, están más cerca que nunca de descubrir la verdad. Pero si lo hacen, también se convertirán en objetivo. ¿Lograrán frenar a Gabriel antes de que sea demasiado tarde?

Mientras tanto, el palacio y la fábrica están al borde del abismo. El accidente de Salcedo fue solo la chispa. Lo que se viene es un incendio.

¿Qué crees tú? ¿Gabriel logrará hundir la empresa o alguien descubrirá su plan a tiempo? Déjanos tu comentario y prepárate para el próximo episodio… porque en Sueños de libertad, nadie está a salvo.