En el episodio 329 de Sueños de Libertad, el laboratorio de la perfumería se convierte en el escenario de una crisis química… y emocional. Cristina, entusiasmada por aportar algo propio al proyecto, regresa al laboratorio con una sonrisa luminosa y un frasco en la mano. Con la esperanza de impresionar a Luis y de cumplir con los requisitos estéticos que Marta le había comentado, ha modificado una de las fórmulas maestras.

—He añadido un colorante verde —anuncia Cristina con alegría—. Doña Marta dijo que los pequeños detalles influirán en la decisión del diseñador, y este color combina perfecto con la nueva colección.

Luis, el exigente perfumista jefe, frunce el ceño. Su instinto le dice que algo no está bien. Le pide a Cristina que le muestre el frasco que usó. Ella se lo entrega sin sospechas, señalando que el etiquetado decía “clorofilina so clorate”, aparentemente un colorante natural. Pero al destaparlo, Luis palidece.

—Esto no es solo colorante —dice alarmado—. Aquí hay extracto de menta. Yo mismo reutilicé ese frasco. Sabía lo que había dentro.

En ese instante, Cristina comprende la magnitud del error. El aroma mentolado se ha infiltrado en la fórmula, alterando por completo el equilibrio delicado que tanto tiempo y pruebas costó lograr. Se disculpa sinceramente, alegando que no sabía que el contenido estaba mal etiquetado. También propone una solución rápida: añadir alcohol para neutralizar la menta.

Pero Luis, visiblemente enfadado, la detiene de inmediato.

—¿Diluirlo con alcohol? ¡Eso sería una chapuza! Tendremos que comenzar desde cero —dictamina con dureza.

El ambiente se enrarece. El laboratorio, antes un lugar de alquimia perfumada, ahora es un campo de batalla entre dos formas de entender el trabajo: la rigurosidad técnica de Luis frente al ímpetu creativo de Cristina. Él le recuerda con tono tajante cuál es su lugar:

—Este es mi laboratorio. No puedes tomar decisiones por tu cuenta. Solo debes seguir mis instrucciones. Eres mi asistente, nada más.

Esas palabras, cortantes como cuchillas, calan hondo en Cristina, que siente cómo se desmorona su entusiasmo.

—Yo valgo para mucho más que eso… Así me haces sentir inútil —responde con la voz temblorosa.

Luis no cede ni un ápice.

—Permíteme que lo dude —lanza, desdeñoso.

El enfrentamiento no solo revela la tensión profesional, sino también una profunda grieta emocional entre ambos. Cristina ha intentado crecer, aportar algo distinto, ir más allá del papel que se le ha asignado. Pero Luis no está dispuesto a compartir el control ni aceptar que su método pueda ser cuestionado.

Mientras tanto, el error de Cristina amenaza con consecuencias graves. La mezcla afectada era una de las más avanzadas, preparada para una presentación inminente con Cobeaga, el diseñador más exigente del momento. Perder esa oportunidad sería un golpe duro para la perfumería… y para la confianza de todos los implicados.

El eco de la discusión llega incluso a oídos de Marta y Fina, quienes no tardan en comentar lo ocurrido. Marta, en especial, se siente responsable por haber empujado a Cristina a actuar con iniciativa.

—Le dije que cuidara los detalles —se lamenta—. Nunca imaginé que se tomaría tanta libertad.

Fina, más prudente, sugiere que quizá lo que Cristina necesita no es más control, sino una guía mejor estructurada. Alguien que le enseñe sin pisotear su entusiasmo.

—Ese laboratorio es un volcán. Y cuando dos cabezas fuertes se enfrentan… todo puede explotar.

Pero las consecuencias no se limitan a lo profesional. En el fondo, hay algo más profundo que se está gestando. Cristina no solo quiere sobresalir como perfumista. También está luchando por ganarse un espacio, por ser vista, reconocida… respetada. Luis, por su parte, parece atrapado entre su necesidad de perfección y su incapacidad de delegar, de confiar.

Más tarde, sola en el rincón del laboratorio, Cristina observa la mezcla arruinada. La huele, la analiza, intenta buscar una salida, una forma de salvar lo que aún queda. Su rostro, que antes irradiaba entusiasmo, ahora está marcado por la frustración. Pero también por la determinación. Ella no va a rendirse. No se quedará en el papel de simple asistente. Algo dentro de ella se ha encendido.

Esa misma noche, Luis se queda trabajando hasta tarde, revisando fórmulas, intentando rehacer la mezcla. Pero hay algo que lo inquieta: la reacción de Cristina, su dolor, su deseo de ser más. Y aunque no lo admite en voz alta, empieza a cuestionarse si no ha sido demasiado duro, si no ha dejado escapar a alguien con verdadero talento.

El conflicto entre ellos no ha terminado. Al contrario: apenas comienza. Lo ocurrido en el laboratorio ha abierto una grieta… y esa grieta, si no se repara, podría provocar un terremoto que sacuda no solo la producción de la perfumería, sino también las relaciones personales de quienes allí trabajan.

Así, el capítulo 329 se cierra con una mezcla envenenada, no solo de esencias, sino también de emociones. La fragancia perfecta aún está lejos… pero lo que está más cerca es un nuevo enfrentamiento, una redefinición de roles, y quizás una inesperada alianza. ¿Podrá Cristina demostrar su verdadero valor? ¿Será capaz Luis de abrirse a nuevas formas de trabajar?

En Sueños de Libertad, una gota fuera de lugar puede cambiarlo todo.