La tensión se palpa en el aire desde el primer segundo. En la fábrica, el ambiente está cargado de ansiedad y recriminaciones contenidas. Marta entra decidida, con el rostro serio y el gesto firme, mientras Carmen, Tasio, Claudia y Fina la reciben con la misma pregunta que los inquieta desde hace horas: ¿y la furgoneta?

Marta no necesita muchas palabras para dejar clara la situación: no hay rastro del vehículo robado. La furgoneta, que contenía las valiosas muestras del perfume Miranda, sigue desaparecida, y con cada hora que pasa, la preocupación crece. Claudia intenta mantener la calma mientras Marta, sin rodeos, se dirige a Tasio. Le dice que ya es hora de dejar de esperar y que deben acudir cuanto antes a la Guardia Civil para denunciar el robo. Tasio, como siempre intentando evitar conflictos, propone esperar un poco más, pero Marta ya no está para medias tintas. Le corta con firmeza: han esperado suficiente.

Carmen, visiblemente afectada, intenta disculparse. “No sé ni qué decirte”, murmura, avergonzada. Pero Marta, lejos de culparla, la tranquiliza. Le asegura que ella no tiene por qué cargar con una responsabilidad que no le corresponde. Lo que realmente le preocupa es otra cosa: las muestras de perfume que desaparecieron junto con la furgoneta. Un proyecto clave, una mercancía delicada, una apuesta personal… y ahora está en el aire.

Marta revela que no ha informado aún a don Pedro sobre la desaparición de las muestras. Su silencio no es cobardía, sino estrategia: quiere evitar levantar sospechas o generar alarmismo innecesario. Pero sabe que no podrá ocultarlo por mucho más tiempo. Ya ha pasado un día completo desde el robo, y aunque pueda parecer poco, en su mundo cada hora cuenta.

Carmen trata de restarle importancia, recordándole que solo ha transcurrido un día. Pero Marta no cede: ese día podría haber hecho la diferencia si se hubiera actuado con rapidez. Denunciar de inmediato habría puesto a la Guardia Civil sobre la pista antes de que fuera demasiado tarde. Ahora, solo queda la incertidumbre.

Carmen intenta asumir la culpa, como si con ello pudiera redimir el fallo colectivo. Pero Marta la detiene en seco. “La única culpa la tiene quien robó la furgoneta”, afirma con claridad. No está dispuesta a permitir que alguien del equipo cargue con una responsabilidad que no le pertenece. Sin embargo, sí exige una cosa: asumir las consecuencias y actuar.

Por eso, sin perder más tiempo, anuncia que irá personalmente al cuartel de la Guardia Civil a interponer la denuncia. Después, enfrentará a don Pedro y le explicará la situación. Es una decisión que pesa, pero que demuestra su carácter: Marta no huye, da la cara.

Antes de salir, se asegura de dejar todo en orden. Le pregunta a Carmen si en la denuncia debe mencionar que ella iba conduciendo la furgoneta. Carmen asiente sin dudarlo. Claudia, con un intento de aliviar la tensión, bromea diciendo que podría mentir y decir que era ella quien conducía. Pero Marta no está para juegos. Le deja claro que no se trata de cubrir a nadie ni de inventar versiones alternativas. “Tú ibas al volante, y Claudia estaba entregando las muestras”, sentencia. La verdad, aunque incómoda, es la única vía.

Fina y Claudia observan en silencio. Tasio evita la mirada directa. Pero el mensaje de Marta resuena alto y claro: es hora de que todos, sin excepción, empiecen a asumir responsabilidades. No solo cuando las cosas van bien, sino sobre todo cuando los errores y los imprevistos amenazan con hundir lo construido.

Este capítulo marca un punto de inflexión. Ya no hay lugar para la improvisación ni para esperar a que otros resuelvan los problemas. Marta ha tomado las riendas, demostrando una vez más por qué es el corazón y la conciencia de este proyecto. Pero el futuro sigue incierto: ¿qué hará don Pedro cuando se entere? ¿Qué impacto tendrá esta pérdida en la empresa? ¿Y quién se esconde realmente detrás del robo?

Lo que está claro es que, a partir de ahora, la verdad no se negociará. Y las consecuencias… tampoco.

Sueños de Libertad 312 nos ofrece un episodio lleno de tensión, decisiones firmes y una lección clara: en tiempos de crisis, el verdadero liderazgo no es evitar el conflicto, sino enfrentarlo con valentía y responsabilidad.