La tensión estalla en el capítulo 309 de Sueños de Libertad, y esta vez, no hay lugar para las medias tintas. Andrés y Pedro se enfrentan en una conversación cargada de reproches, verdades a medias y revelaciones explosivas que podrían cambiar el rumbo de la familia y de la empresa para siempre. El detonante: las acciones de Julia, el testamento de Jesús, y, como siempre, la ambición implacable de Pedro.
Todo comienza cuando Andrés descubre que Pedro ha estado presionando a María para que le venda las acciones que le pertenecen a Julia. La indignación de Andrés es inmediata. Con el rostro encendido por la rabia, lo acusa directamente de querer quedarse como el único dueño de la empresa, aprovechándose de la vulnerabilidad de María en un momento especialmente complicado para ella. Pedro, lejos de negarlo, confirma sin pudor alguno sus intenciones. Admite que su objetivo es comprar las acciones y lo presenta como si fuera algo lógico y hasta beneficioso. Según él, no hay nada que ocultar, y su estrategia responde simplemente al bien de la compañía. Pero Andrés no se lo cree.
La acusación de Andrés va mucho más allá de un simple negocio. Él insinúa que Pedro ha maniobrado en las sombras para acelerar la anulación de su matrimonio con María. Sugiere que detrás de la decisión del tribunal eclesiástico hubo manipulación y tráfico de influencias, algo que permitiría a Pedro moverse con más libertad para controlar a María y, con ello, las acciones de Julia. Pedro se burla del comentario con esa sonrisa cínica tan característica, insinuando que María hubiera vendido las acciones de todos modos, sin importar su estado civil ni la legalidad de por medio.
Pero Andrés, siempre firme en sus principios, no se deja arrastrar por las palabras de su oponente. Le recuerda que, mientras la anulación no se haya formalizado, él sigue siendo legalmente el esposo de María. Y, en consecuencia, según lo estipulado por el testamento de Jesús, tiene derecho a bloquear cualquier movimiento de venta. Pedro, con una mezcla de desprecio y arrogancia, le responde que si María no puede venderle directamente las acciones, entonces estas pasarán a manos de Brázar, una alternativa que él acepta con resignación si eso significa impedir que Andrés las controle.
La conversación sube de tono con rapidez. Pedro, intentando disfrazar su avaricia de preocupación paternal, le dice a Andrés que lo más sensato sería pensar en el futuro de Julia y garantizarle estabilidad económica. Para él, eso solo se logra si las acciones caen en manos responsables, es decir, las suyas. Andrés, furioso, le contesta que Julia ya ha pagado un precio muy alto por las decisiones egoístas de Pedro y que lo último que necesita es seguir siendo utilizada como moneda de cambio en los juegos de poder de los adultos.
Pero Pedro no se detiene. Ataca con saña y malicia, recordándole a Andrés’s que pronto será su tío político, aludiendo al compromiso con Fina, y remarcando lo mucho que ha cambiado el panorama familiar. Andrés, dolido pero firme, replica que lamenta profundamente no haberse dado cuenta antes de la clase de persona que es Pedro. “No eres buena gente”, le dice con los ojos llenos de decepción.
Lo peor llega al final. Pedro, con voz fría y mirada calculadora, lanza la estocada más dura de toda la conversación: le dice a Andrés’s que, si de verdad quisiera ayudar a Julia, debería hacer lo mismo que hizo cuando su hijo murió. Nada. La acusación es brutal. Un golpe bajo que busca destruir a Andrés desde sus heridas más profundas. La muerte de su hijo es una herida que nunca ha sanado, y Pedro la utiliza con una crueldad inhumana para desestabilizarlo.
Andrés, temblando de rabia contenida, le lanza una advertencia final: mientras él siga con vida, Pedro no conseguirá su objetivo. La batalla está declarada. Ya no es solo un enfrentamiento por unas acciones o por una empresa. Es una guerra emocional, familiar y moral que amenaza con destrozar todo lo que queda en pie.
Este intercambio no solo revela la despiadada ambición de Pedro, sino también el papel de Andrés como el último muro de contención ante la manipulación y el egoísmo. Cada palabra, cada frase, cada silencio, deja al descubierto la complejidad de una familia fracturada, en la que el dinero y el poder pesan más que el amor o el respeto.
Lo que viene promete ser aún más intenso. Con María atrapada entre dos fuegos, Julia usada como peón en un juego de intereses, y Andrés al límite de sus fuerzas, todo puede explotar en cualquier momento. La llegada del capítulo 309 marca el inicio de una nueva etapa en Sueños de Libertad, una etapa donde las máscaras caerán, los vínculos se romperán y solo quedarán de pie los que realmente luchen por la verdad. La pregunta es: ¿está Andrés preparado para todo lo que está por venir?
¿Quieres que prepare un spoiler igual de extenso para el siguiente episodio?