La calma que parecía haberse instalado en casa de los De la Reina se quiebra con una simple conversación entre amigas. En el rincón más cálido del taller, rodeadas de telas y secretos, Fina observa a Digna con una mezcla de ternura y firmeza. Ha notado que algo la inquieta, que su mirada se pierde en pensamientos que no se atreve a nombrar. Y como solo una verdadera amiga puede hacerlo, decide intervenir.

Digna, a pesar de su fachada serena, está atrapada en una encrucijada. Su relación con Damián ha tomado un rumbo incierto. Las intenciones del patriarca son cada vez más ambiguas y, aunque él le ha propuesto matrimonio, ella no puede evitar preguntarse si hay algo más detrás de ese gesto. ¿Es amor verdadero… o una jugada estratégica?

Fina, siempre observadora, rompe el silencio con una frase que sacude el alma de Digna: “No te conformes con ser un peón más en su juego.” Y con eso, abre la puerta a una conversación que marcará un antes y un después.

Le recuerda que durante años Digna ha sido la mujer fuerte, la que siempre ha estado para todos, incluso cuando eso significaba renunciar a sí misma. Pero ahora ha llegado el momento de preguntarse: ¿qué quiere ella realmente? ¿Está dispuesta a unir su destino al de un hombre que tiene tantos enemigos como secretos?

Digna intenta justificar a Damián. Dice que, a su manera, ha sido protector con ella, que le ha dado un lugar en su mundo. Pero Fina no se deja engañar. Le recuerda que el cariño no debe doler, ni condicionar, ni estar sujeto a estrategias de poder. “El amor no es una transacción”, le dice con suavidad, “y si lo es, entonces no es amor.”

Mientras tanto, Marta escucha parte de la conversación desde el otro lado de la sala. Aunque intenta disimular, sus gestos la delatan. Ella también ha sido testigo de cómo Damián se mueve como un ajedrecista en medio de una guerra de voluntades, donde cada peón tiene un propósito. Y Digna, sin darse cuenta, se ha convertido en una de sus piezas más valiosas.

La noticia del posible matrimonio entre Damián y Digna ya empieza a circular en la casa. Algunos lo celebran, otros lo cuestionan. Andrés, por ejemplo, no puede evitar sentir un nudo en el estómago. No porque tenga algo personal contra Digna, sino porque sabe que su padre nunca da un paso sin calcular las consecuencias. Sabe que ese matrimonio no es un gesto de amor, sino una jugada peligrosa que puede alterar el equilibrio familiar.

Mientras Digna intenta asimilar las palabras de Fina, en otra parte de la casa, Julia se acerca a Marta con una intuición inquietante. Siente que algo se está moviendo entre las mujeres, algo que podría cambiar el rumbo de lo que todos daban por sentado. Marta, que a pesar de su juventud ha aprendido a leer entre líneas, simplemente asiente. “Fina le ha dicho la verdad a Digna. Ahora depende de ella qué hacer con eso.”

Y esa verdad resuena en cada rincón de la fábrica, como un eco que se niega a apagarse. Fina, con su sabiduría sencilla y directa, ha puesto sobre la mesa una decisión que puede ser trascendental: aceptar el destino que otros le han asignado… o construir el suyo propio.

En medio de todo esto, don Pedro observa desde las sombras. A pesar de sus alianzas recientes, sabe que un posible enlace entre Damián y Digna podría debilitar su influencia. Aunque disimula con cortesía, el temor le carcome por dentro: Digna no es ingenua, y si decide seguir los consejos de Fina, podría convertirse en una aliada peligrosa… o en una enemiga inesperada.

Esa noche, Digna se encierra en su habitación con una tormenta en el pecho. Repasa cada palabra de Fina como si fueran claves para entender su propio corazón. Se mira al espejo y no ve a la mujer obediente de antaño, sino a alguien que empieza a despertar, a cuestionar, a reconstruirse. No puede negar que hay sentimientos por Damián, pero también hay dudas, heridas, sombras que no se han disipado.

Al día siguiente, Digna busca a Fina en el taller. Con los ojos llenos de determinación, le agradece su consejo. “No sé aún qué haré,” le confiesa, “pero por primera vez estoy pensando en mí.” Fina le sonríe con orgullo, sabiendo que ha sembrado una semilla de libertad que tal vez, muy pronto, florezca.

En la última escena del capítulo, Digna se cruza con Damián. Él, con su habitual tono seductor y dominante, le insinúa que pronto anunciarán su compromiso oficialmente. Pero esta vez, ella no responde con una sonrisa. Lo mira fijo y le dice: “Antes de tomar cualquier decisión, quiero estar segura de que lo hago por mí. No por lo que tú esperas.” Damián queda desconcertado. No está acostumbrado a que le hablen así. Y en ese momento, sin saberlo del todo, comprende que el tablero ha cambiado.

Porque cuando una mujer comienza a escucharse a sí misma, ningún poder externo puede silenciarla.

¿Quieres que prepare también un avance para el capítulo 301 centrado en la reacción de Damián o en cómo evoluciona la relación con Fina y Marta?