En el capítulo 340 de Sueños de libertad, asistimos a uno de los momentos más íntimos, románticos y desgarradores de toda la serie. La escena entre Fina y Marta no es solo una conversación cualquiera, sino una confesión profunda que mezcla ternura, pasión reprimida y el dolor de amar en secreto. Un susurro de amor en un mundo que no les permite gritarlo.

Todo comienza cuando Fina evoca a su amiga Ester, que vive en París. Habla de ella con una mezcla de nostalgia y admiración. Ester le contaba que París era más libre, que allí las personas podían vivir sin tantas máscaras ni juicios. La mención de este recuerdo no es casual: Fina está preparando el terreno para decir lo que realmente siente. Y lo hace sin rodeos: le pide a Marta que imagine un mundo donde pudieran pasear tomadas de la mano, besarse sin miedo, vivir su amor a la luz del día.

Las palabras de Fina son una mezcla de anhelo y valentía. Pero Marta, siempre más cauta, responde con una pizca de realismo. No cree que ni siquiera el señor Cobeaga —un artista que vive en París— pueda vivir completamente libre. Para los hombres quizás sea más fácil, pero para mujeres como ellas… el riesgo es constante. Marta sabe que el juicio social es implacable. Aun así, no puede evitar confesar también lo que lleva dentro.

“Yo también sueño,” dice. Y con eso abre la puerta a una cascada de emociones. Marta sueña con besar a Fina, con tocarla, con abrazarla sin mirar por encima del hombro. Ambas se permiten, por un momento, construir ese mundo paralelo donde su amor no tenga que esconderse entre paredes.

Fina se deja llevar. Confiesa que también sueña con ir a un restaurante con Marta, sentarse juntas sin temor, simplemente compartir su día, su risa, su amor. Luego viene su revelación más profunda: quiere casarse con ella. Se imagina a Marta vestida de blanco, como la novia más hermosa del mundo. Ese sueño, dicho en voz alta, estremece a Marta. La llama por su nombre real, Tomás, y en ese gesto hay una ternura inmensa, un reconocimiento pleno de quien es realmente la persona frente a ella.

Pero el ensueño se rompe con la crudeza de la realidad. Marta baja la mirada y con un suspiro triste reconoce: “Tendremos que conformarnos con lo que tenemos.” Es un balde de agua fría, un regreso al presente donde su amor no tiene cabida pública, donde cada gesto debe ser medido, cada caricia contenida.

Ambas se preguntan si algún día las cosas cambiarán, si podrán amar sin miedo. Fina responde con una esperanza serena, creyendo que algún día el país dará un paso adelante, que vendrán tiempos más amables donde el amor no tenga que esconderse.

Llega entonces la despedida. Fina decide marcharse antes de caer en la tentación. No quiere dejarse llevar por el impulso, sabe que es peligroso. Marta bromea, dice que le encantaría besar sus labios. El ambiente se llena de deseo contenido, de esa química que arde sin tocarse. Pero Fina pone límites con dulzura: “No es seguro, tenemos que tener cuidado.”

La escena, sin embargo, no termina allí. Fina menciona que irá a tomar unas fotos a Claudia, como hizo con Marta. Y esto despierta un ligero toque de celos en Marta, aunque lo disimula con preocupación. Le pide que tenga cuidado, que incluso las cosas más inocentes —como una fotografía— pueden ser malinterpretadas por quienes observan con ojos sucios.

Este momento es una joya narrativa dentro de la serie. Muestra lo hermoso de un amor verdadero, pero también su fragilidad ante una sociedad que lo reprime. Cada palabra, cada mirada entre ellas, está cargada de emociones no dichas, de promesas que tal vez nunca puedan cumplir.

A pesar de todo, Marta y Fina se aferran a sus sueños, a esa pequeña burbuja donde pueden amarse aunque sea por minutos, en voz baja, entre susurros. No se rinden. Aman con miedo, pero también con una fuerza conmovedora. Y mientras el mundo no cambie, ellas seguirán luchando con la esperanza de que, algún día, podrán abrazarse sin miedo, caminar sin vergüenza, y besarse… lentamente.

📺 No te pierdas el capítulo 340 de “Sueños de Libertad” — un episodio que no solo habla de amor, sino de la lucha silenciosa por vivirlo con dignidad.