En Sueños de libertad, el capítulo 331 nos deja con un sabor a sospecha, alianzas encubiertas y una creciente sensación de que algo se mueve entre las sombras. El protagonista de esta trama es Gabriel, un personaje que ha llegado para agitar los cimientos de la familia y sembrar dudas incluso entre los más astutos. La escena arranca frente a la fábrica, donde el clima entre los personajes es tan denso que se podría cortar con un cuchillo.
Gabriel, elegante y cordial como siempre, se cruza con Tasio en las inmediaciones de la empresa. A primera vista, la conversación parece inofensiva, casi de rutina, pero no tarda en teñirse de una tensión apenas disimulada. Tasio, visiblemente incómodo, se siente desplazado. Lo dice sin decirlo, con esa ironía amarga que solo quien se sabe postergado puede manejar. Le lanza a Gabriel una frase cargada de doble filo: que ha sido recibido con entusiasmo, algo que a él nunca le ofrecieron. Una frase que, más allá de su tono educado, es un dardo directo al ego.
Gabriel intenta aliviar la situación con una sonrisa y una propuesta conciliadora: ¿tomamos un café y hablamos con calma? Pero Tasio, con una excusa algo forzada, responde que tiene mucho trabajo. La negativa, lejos de ser casual, es un muro que marca distancia. No quiere acercamientos, no quiere fingir una cordialidad que no siente.
Lo que ninguno de los dos sabe es que Pelayo los está observando desde las sombras, agazapado como un espía en su propio territorio. Su presencia no es casual: Pelayo tiene un sexto sentido para detectar cuando algo no encaja, y Gabriel le huele a maniobra. Desde su escondite escucha con atención cada palabra. Y entonces, algo le llama la atención.
Gabriel pregunta cómo llegar al laboratorio. Explica que su tío quiere presentarle a los perfumistas que están trabajando en una nueva fragancia para la firma Cobeaga. Una frase aparentemente inocente que, sin embargo, enciende las alarmas en la mente de Pelayo. De inmediato, le viene un recuerdo de la noche anterior, durante la cena familiar. Un flashback se activa con nitidez.
La noche anterior, Gabriel había comentado casualmente que planeaba quedarse unos días en Madrid, aprovechar para conocer mejor la empresa y visitar la fábrica. Nada extraño. Pero fue Damián quien, con visible orgullo, reveló que él y su sobrino Luis Merino estaban desarrollando una propuesta de perfume para un diseñador muy importante: Kobeaga. Gabriel se mostró muy interesado, demasiado tal vez. Y fue entonces cuando Marta —la siempre perspicaz Marta— intervino con rapidez, cortando la conversación en seco. Les advirtió que no se adelantaran, que el mundo de los negocios es volátil y que cualquier paso en falso podía costar caro. Gabriel, con su sonrisa encantadora, dijo que lo entendía perfectamente, e incluso jugó la carta de la cercanía familiar, sugiriendo que podían empezar a tratarse con más confianza, como primos que son.
De vuelta al presente, la escena continúa. Tasio, incómodo, le indica el camino al laboratorio a Gabriel y se marcha sin más. Justo entonces, Pelayo aprovecha la oportunidad para salir de su escondite. Aparece como si nada, saludando a Gabriel con una sonrisa que no alcanza los ojos. Le dice que su tío ya terminó con sus llamadas y lo está esperando para almorzar. Gabriel, amable como siempre, se despide sin sospechar nada y se marcha. Pero Pelayo no se mueve. Se queda allí, inmóvil, pensativo, observando cómo se aleja esa figura que para todos es encantadora, pero que para él representa una amenaza velada.
Y es que Pelayo ya ha empezado a atar cabos. Hay algo en la presencia de Gabriel que le inquieta profundamente. Su rapidez para ganar terreno, su facilidad para ser aceptado, su interés repentino por el laboratorio y por los perfumistas, todo le resulta demasiado calculado. ¿Qué quiere realmente Gabriel? ¿Está aquí por la familia, por negocios… o por algo más?
La intuición de Pelayo, afilada por los años y por las traiciones pasadas, no se deja engañar por las sonrisas ni por las palabras dulces. Percibe que Gabriel no da puntada sin hilo. Cada conversación, cada gesto, cada insinuación, parece formar parte de un plan mayor. Y Pelayo no está dispuesto a quedarse al margen viendo cómo otro toma el control de lo que tanto le ha costado proteger.
El episodio deja así una gran incógnita flotando en el aire: ¿es Gabriel un aliado o un enemigo disfrazado? ¿Está de verdad interesado en ayudar al negocio familiar, o tiene otros planes que aún no ha revelado? Marta fue la primera en detectar que algo no cuadraba en su actitud, pero ahora Pelayo empieza a ver más allá del encantamiento superficial.
Mientras tanto, la figura de Gabriel se afianza dentro de la empresa. Su acceso al laboratorio, su cercanía con Damián y su conocimiento de los próximos lanzamientos lo colocan en una posición privilegiada. Y eso, precisamente, es lo que más preocupa a Pelayo: la velocidad con la que ha escalado posiciones.
Este capítulo 331 marca un punto de inflexión en la historia. Las tensiones familiares se intensifican, los resentimientos ocultos comienzan a emerger y, lo más importante, se siembra la semilla de la desconfianza. Pelayo, que hasta ahora parecía estar más al margen, se convierte en un observador clave, dispuesto a llegar al fondo de las verdaderas intenciones de Gabriel.
Porque en Sueños de libertad, nada es lo que parece. Y lo que se disfraza de oportunidad puede ser en realidad una amenaza cuidadosamente orquestada.