La tensión en la colonia es densa, casi irrespirable, y en el centro de todo, dos figuras que intentan contener el caos: Marta y Damián. En el capítulo 329 de Sueños de Libertad, asistimos a una conversación profundamente reveladora entre padre e hija, donde lo profesional y lo personal se mezclan sin escapatoria posible. Marta se presenta vulnerable, exhausta por dentro, pero decidida a hablar claro.
El diálogo se inicia con una queja profesional: a Marta le preocupa que Luis no haya tenido oportunidad de reunirse con Cobeaga antes de arrancar su trabajo con las nuevas muestras. La presión sobre él es evidente, y el margen de error, mínimo. Pero pronto surge una luz de esperanza: Cristina, la nueva incorporación al laboratorio, no solo tiene talento, sino que además conoce bien el estilo y la trayectoria del diseñador. Ese vínculo inesperado podría ser justo lo que Luis necesita para no sentirse perdido en un proyecto tan exigente.
Damián, siempre contenedor, intenta tranquilizarla. Le recuerda que Luis ha sabido avanzar gracias a su intuición más que a las tendencias de moda. “Él sabe lo que hace, hija”, le dice, con un tono cálido pero firme. Marta asiente, pero su rostro delata que hay más preocupaciones acechando en su mente.
El centro de la conversación se desplaza hacia una petición íntima y reveladora. Marta pregunta si estaría bien que trabajara desde casa. No es por comodidad, sino por Andrés. “Quiero estar cerca de él”, confiesa, consciente de que su hermano se está desmoronando lentamente tras el accidente de María. Damián no lo duda: le da el visto bueno. Ambos comparten la misma inquietud: Andrés no quiere comer, no quiere hablar, no quiere sentir. Ni siquiera acepta cenar esa noche, a pesar de que Marta ha intentado convencerlo de lo contrario.
En un principio, Marta pensaba que asistir a la cena que Damián organizó para presentar a Gabriel sería una imprudencia. Pero ahora lo ve diferente. Andrés necesita distracción, una bocanada de aire en medio de tanta culpa. Cree, o quiere creer, que quizás esa noche pueda cambiar algo. Pero el foco de la preocupación no tarda en moverse de Andrés a otra figura que empieza a generar sombras muy peligrosas: María.
Y aquí es donde Marta baja todas las máscaras. “Me da miedo lo que pueda hacer”, suelta. Y no es un miedo cualquiera. Se trata del tipo de temor que surge cuando alguien, legalmente empoderado, emocionalmente desequilibrado y rodeado de heridas abiertas, empieza a mostrar signos de pérdida de control.
María sigue siendo la albacea de Julia, un cargo que conlleva responsabilidades legales y acceso a decisiones importantes. Marta sospecha que la joven está al borde de un colapso mental y que podría actuar impulsivamente, poniendo en riesgo tanto a ella misma como a los demás.
La propuesta que lanza Marta es tan osada como peligrosa: inhabilitarla legalmente. Damián se queda en silencio un segundo demasiado largo. Lo que Marta está diciendo no es una simple opinión: es una declaración de guerra encubierta. Él, aunque también ha notado el deterioro emocional de María, le pide paciencia. “Ahora no”, le dice, con la gravedad de quien ha leído el panorama completo.
Y tiene razón. María sigue convencida de que Andrés la empujó. Está convencida de que fue un acto deliberado. Si intentan quitarle el control ahora, lo interpretará como una traición, un ataque, y no dudaría en contraatacar. El riesgo de que la joven se convierta en una bomba emocional es demasiado alto.
El diálogo entre Marta y Damián se apaga en un silencio tenso. Ambos saben que están jugando una partida con piezas que podrían volverse incontrolables. El equilibrio de poder dentro de la familia está al borde de romperse.
Pero esta conversación deja entrever algo más profundo: Marta ya no es solo la hija obediente ni la ejecutiva comprometida. Está empezando a construir su propio criterio, a moverse en zonas grises, a tomar decisiones que pueden ser incómodas, incluso crueles. La pregunta final queda flotando: ¿a dónde quiere llegar Marta con todo esto? ¿Está protegiendo a su hermano… o consolidando su propia autoridad?
Y en medio de todo esto, Fina observa desde el fondo. Callada, atenta, midiendo cada paso. Ella conoce a Marta mejor que nadie, y algo en su mirada revela que sabe que la joven está cruzando una línea peligrosa. La siguiente jugada está por venir, y las piezas ya están en movimiento.
El capítulo 329 de Sueños de Libertad nos deja en vilo, con una familia al borde del colapso, una joven al borde del abismo, y una mujer —Marta— cada vez más cerca del poder… y del peligro.
No te pierdas lo que viene. Porque cuando el silencio pesa más que las palabras, es porque la tormenta está por estallar.
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