¡Suenan las campanas de cambio en el Palacio de los Luján! Esta semana en La Promesa, el ambiente se carga de tensión, secretos y decisiones irreversibles. Y es que el reinado de Petra Arcos como ama de llaves está a punto de llegar a su fin… gracias a la incansable lucha de María Fernández. Después de semanas de sospechas, confrontaciones y verdades a medias, se produce una jugada maestra que cambiará para siempre el destino de esta temida figura en el palacio.

Todo comienza con una desconfianza creciente. Petra, que en el pasado ha sido la sombra oscura de las intrigas palaciegas, ha estado mostrando una faceta aparentemente amable, casi afectuosa. Pero María no se deja engañar. Aunque el padre Samuel ha salido en defensa de Petra en más de una ocasión, convencido de que su conversión es real, María sigue firme en su convicción: Petra sigue siendo la misma de siempre, solo que más calculadora.

Y no es una sospecha al aire. El padre Samuel ha recibido cartas demoledoras desde el obispado. Primero una amonestación, luego la amenaza real de excomunión. ¿El motivo? Aún no está del todo claro, pero lo que sí parece cierto es que alguien ha estado informando de forma muy precisa al obispado… y todos los caminos apuntan hacia Petra. María, dolida y protectora —porque recordemos que está profundamente enamorada del sacerdote—, no puede quedarse de brazos cruzados. Está decidida a proteger a Samuel… cueste lo que cueste.

La tensión entre ambas mujeres escala hasta niveles insostenibles. María no se cansa de presionar, de buscar respuestas, de dejar en evidencia la hipocresía de Petra. Las discusiones se hacen más frecuentes, más violentas, hasta llegar a una confrontación directa y explosiva entre ambas. Ya no hay máscaras. Ya no hay diplomacia. Es una guerra declarada.

Todo esto ocurre mientras se prepara uno de los eventos más esperados: el bautizo de los hijos de Catalina y Adriano. Pero este bautizo, lejos de ser una celebración tranquila, se convierte en el epicentro de múltiples conflictos. Porque si el padre Samuel es excomulgado, no podrá oficiar la ceremonia… lo que desata la ira y la desesperación de Catalina, quien, al enterarse de todo lo que ha estado ocurriendo entre bambalinas, no duda en tomar una decisión fulminante.

Catalina, con el peso de su autoridad como miembro directo de la familia Luján, ordena que Petra sea despedida de manera inmediata. La gota que colma el vaso es precisamente el vínculo entre Petra y los problemas que está enfrentando Samuel. Para Catalina, no hay duda de que la ama de llaves ha traspasado límites que ya no pueden ser ignorados. Rómulo Baeza, el fiel mayordomo, es el encargado de comunicarle la decisión: Petra Arcos ya no forma parte del personal del palacio.

La escena es desgarradora. Aunque Petra intenta mantener la compostura, su rostro revela la humillación y la rabia contenida. No se despide con dignidad, sino con una mezcla de resentimiento y amenaza velada. Aun así, uno a uno, sus compañeros presencian el fin de una era: la era de Petra Arcos. Algunos sienten alivio. Otros, temor por las posibles represalias. Pero todos coinciden en algo: nada volverá a ser igual.

Sin embargo, el adiós de Petra no es tan definitivo como muchos desearían. Porque en las sombras, doña Leocadia —la mujer que ha sabido mover los hilos con más astucia que nadie— no se queda de brazos cruzados. Para ella, Petra no solo era una empleada fiel, era su aliada, su escudera, su sombra estratégica en un mundo donde cada paso puede ser letal. Y sin Petra, Leocadia se queda coja, sin ojos ni oídos que le susurren los secretos del palacio.

Aunque Catalina ha impuesto su autoridad, el pulso de poder en el Palacio de los Luján nunca se detiene. Leocadia, humillada por haber sido ignorada en una decisión que ella siente como suya, comienza a maniobrar. Su mente ya trama un plan para revertir la situación, para restablecer su red de control y, quizá, hacer regresar a Petra. Porque mientras haya poder en juego, las derrotas nunca son definitivas.

La semana culmina con una escena que quedará marcada en la historia de la serie: Petra, con la maleta en la mano, se despide del lugar que fue su reino. Sus pasos retumban en los pasillos que alguna vez gobernó con mirada dura y lengua afilada. María la observa desde lejos, sin bajar la guardia. Para ella, no ha ganado una batalla, sino que ha liberado a todos de una amenaza constante.

Pero en La Promesa, las despedidas rara vez son eternas. Y si bien el viernes veremos a Petra salir por la puerta principal, nadie puede asegurar que no la volvamos a ver cruzarla de nuevo. Todo dependerá de si Leocadia mueve sus hilos con la precisión de siempre… o si esta vez, la justicia y la voluntad de Catalina logran imponerse de una vez por todas.

Y mientras todo esto ocurre, el palacio se prepara para más tormentas. Porque el bautizo no será una ceremonia cualquiera. La sombra de la excomunión del padre Samuel, las intrigas de Leocadia, y la rabia contenida de Petra auguran que lo peor… está por llegar.

Así que agárrate fuerte, porque La Promesa entra en su fase más intensa. Y si creías que lo de Petra era lo más fuerte de la semana, espera a ver lo que está por desatarse en ese bautizo marcado por el pecado, el orgullo y la sangre.