La pasión puede ser una llama que impulsa hacia los sueños… o una trampa que arrastra a la ruina. Y en esta nueva entrega de La Promesa, el señorito Manuel va a descubrir que, por confiar ciegamente, puede perderlo todo. Porque sí, Manuel vuelve a apostar por su amor por la aviación, pero en el camino se alía con el peor compañero posible: Toño, el hijo resentido de Simona. El resultado será una traición anunciada que estallará con toda su fuerza a final de semana.
Todo comienza con buenas intenciones. Tras la trágica muerte de Jana, la única mujer que entendía y compartía la pasión de Manuel por volar, el joven marqués ha quedado sumido en una profunda tristeza. Su sueño de mudarse a Italia con ella y su futuro hijo quedó roto para siempre. Pero Manuel no es de los que se rinden: su dolor lo transforma en motor para continuar, y contacta con su amigo y empresario italiano, don Pedro Farré, para iniciar un proyecto aeronáutico desde La Promesa. Farré le propone diseñar y construir motores de avión desde un viejo hangar de la finca. Solo hay un problema: hace falta una fuerte inversión para remodelarlo.
Es ahí donde aparece Toño. ¿Lo recuerdas? Antiguamente llamado Antoñito, es el hijo de Simona, la cocinera, y ha reaparecido como un hombre desilusionado y tambaleante tras el abandono de su mujer, Norberta, y la pérdida de contacto con sus hijos. El destino, o quizá el padre Samuel, los une: Manuel, con un proyecto entre manos; Toño, con experiencia como soldador y conocimientos técnicos. La alianza parece prometedora. Pero hay algo que Manuel ignora —o más bien, no quiere ver—: las advertencias de Simona. Ella, como madre, conoce bien a su hijo. Lo ha visto caer, mentir y desviar el camino más de una vez. Y ahora le suplica a Manuel que tenga cuidado. Pero él, cegado por su fe en el proyecto, no escucha.
Con la ayuda del capitán Burdina, Manuel consigue reunir una suma considerable: más de 12.000 pesetas, una verdadera fortuna en la época. Y en un acto que raya en la imprudencia, le entrega a Toño todo ese dinero en efectivo para que viaje solo a Puebla de Tera, donde ha localizado maquinaria de una fábrica cerrada que se vendería por un precio ridículo. ¿Qué podría salir mal?
La respuesta no tarda en llegar. A los pocos días, Toño desaparece. Ni una carta. Ni una llamada. Nada. Al principio, Manuel intenta calmarse, convencido de que se trata de un retraso. Simona, en cambio, se derrumba. Sabe en lo profundo de su corazón que su hijo ha vuelto a las andadas, que ese dinero podría haber sido su tentación definitiva. Y mientras la semana avanza, el silencio de Toño se hace más preocupante.
El jueves, la inquietud de Manuel se transforma en alarma. Por fin reconoce que algo raro sucede. Pero ya es tarde. El daño está hecho. Y el viernes, cuando Toño finalmente aparece en La Promesa, no es la tranquilidad lo que trae consigo, sino un nuevo golpe.
Toño asegura que ha tenido “problemas”. No da explicaciones claras, solo excusas confusas. Y el dinero… ¿dónde está? ¿Dónde están las máquinas prometidas? Todo queda en el aire. Lo único cierto es que el proyecto de Manuel está en peligro, y la traición ha tocado su puerta, disfrazada de aliado.
Este final de semana deja muchas preguntas en el aire. ¿Qué ha hecho Toño realmente con ese dinero? ¿Es posible que lo haya gastado, perdido, o incluso vendido por algo peor? ¿Volverá Simona a tener que cargar con las culpas de su hijo? ¿Y Manuel… será capaz de sobreponerse a otra decepción?
La próxima semana promete revelar las verdaderas intenciones de Toño, el alcance del daño que ha causado y, quizás, un nuevo camino para-Manuel. Lo cierto es que esta historia, nacida de sueños e ingenuidades, se está tornando cada vez más oscura.
Porque en La Promesa, incluso los sueños más nobles pueden terminar en pesadilla cuando se deposita la confianza en las manos equivocadas.
¿Quieres que el próximo spoiler cubra lo que pasa cuando Toño da explicaciones o se revela su engaño completo?