La llegada de Eugenia a La Promesa no es solo un regreso esperado, sino una auténtica revolución emocional y narrativa. En esta semana cargada de revelaciones, la serie ha dado un giro monumental que sacude los cimientos del palacio y señala, sin titubeos, a uno de los personajes más oscuros: Lorenzo de la Mata. Ya no hay escapatoria. El velo que cubría su pasado ha caído y la verdad, brutal y desgarradora, ha salido a la luz.
Desde su entrada, Eugenia —interpretada magistralmente por Alicia Moruno, con la fuerza dramática que solo una diva del calibre de Cruz podía heredar— ha dominado cada escena con una mezcla de fragilidad física y potencia emocional. Su aparición ante Leocadia, su vieja amiga, no solo marca el reencuentro de dos mujeres con historias cruzadas, sino también el comienzo de una revancha silenciosa.
Pero la joya de esta semana ha sido su estremecedor cara a cara con Curro. Una escena cargada de ternura, dolor y revelaciones que dejó al espectador con el corazón en un puño. Eugenia por fin rompió el silencio. Por fin supimos qué ocurrió realmente aquella noche en que cayó por las escaleras. No fue un accidente. No fue un malentendido. Fue Lorenzo quien la arrojó con violencia tras una discusión. “Tu padre me empujó… podría haberme matado… pero solo perdí las piernas,” confiesa Eugenia con una crudeza que hiela la sangre.
Con esta sola confesión, Lorenzo pasa de ser un personaje ambiguo a convertirse en un agresor sin redención. Su brutalidad no solo le costó a Eugenia su movilidad, sino también su libertad, encerrándola durante años en una institución bajo el pretexto de una supuesta locura que no era tal, sino una estrategia para silenciarla.
Eugenia ha vuelto no solo como víctima, sino como justiciera. Su mirada ya no es la de una mujer rota, sino la de una heredera legítima dispuesta a recuperar lo que es suyo: su voz, su cuarto —el de su hermana Cruz, que Leocadia ocupa sin pudor—, y su poder dentro de la casa. La tensión entre Eugenia y Leocadia promete estallar en cualquier momento. ¿Cuánto tiempo más podrá esta última sostener sus mentiras?
A todo esto se suma la sombra de las cuentas turbias de Lorenzo con el ejército, mencionadas por el Conde de Ayala, cuya figura se revela ahora como clave en la liberación y protección de Eugenia. ¿Será esta la pieza final que lo arrastre a un tribunal militar? Todo apunta a que su tiempo se ha agotado.
Además, se anticipa un inevitable enfrentamiento con Alonso. Eugenia, como madre, no tolerará ver a su hijo relegado al papel de sirviente, aunque Curro, en su humildad, probablemente no quiera cambiar su posición. Aun así, la sola intervención de Eugenia es suficiente para sacudir el estatus quo.

Y mientras Leocadia le oculta la verdad sobre Cruz —diciéndole que está de viaje en Madrid, cuando todos sabemos que está en prisión—, Eugenia observa y calcula. No se deja engañar fácilmente. Su estancias con el Conde de Ayala le ha abierto los ojos. Ya no es la mujer frágil del pasado. Es una estratega.
Todo esto convierte a Eugenia en uno de los personajes más fascinantes y complejos de esta nueva etapa. ¿Es heroína o villana? Aún no lo sabemos. Pero su papel como catalizadora del drama es indiscutible. Con cada palabra, con cada gesto, reescribe la historia de La Promesa.
La caída de Lorenzo no será suave. Será pública, dolorosa, y tal vez definitiva. Porque esta vez, la verdad no viene solo en forma de sospechas o rumores. Viene de la mano de su propia víctima. Y el palacio entero está a punto de presenciar su juicio.
Nos espera una semana intensa. Eugenia no solo se enfrentará a Lorenzo y Leocadia, sino que también destapará más secretos del pasado: ¿qué hay detrás del origen de Ángela? ¿Qué más oculta la señora Figueroa? La trama se densifica y los espectadores, atrapados por el vendaval que ha traído esta mujer indomable, no podemos más que aplaudir.
Eugenia ha llegado para quedarse. Y Lorenzo… ha llegado tu hora.