En los pasillos sombríos de La Promesa, el eco de los secretos empieza a desmoronarse. La verdad, esquiva y envuelta en sombras, por fin comienza a emerger, y con ella, la justicia que tanto tiempo ha esperado. En el próximo episodio, una revelación explosiva cambiará el rumbo de todo: el atentado contra Hann ya no es una incógnita, y los culpables están a punto de ser desenmascarados.
Curro, Lope y Ángela han seguido cada pista, escarbando en el lodo del pasado, arriesgándolo todo por un acto de justicia que parecía inalcanzable. La escena se precipita cuando irrumpen en una cena formal en el palacio, interrumpiendo los brindis y la música para pronunciar una acusación que hará temblar los cimientos de La Promesa. Sus palabras son firmes, elocuentes y letales: Lorenzo y Leocadia han estado detrás de todo. El complot no solo salpica al nombre de los De Luján, sino que amenaza con derribarlo por completo.
Pero ¿cómo llegaron a descubrirlo? La historia se remonta a una noche reciente, cuando Curro regresa de un viaje secreto al pueblo donde operaba el casino clandestino que Lorenzo solía frecuentar. Llega al palacio cubierto de polvo, con el corazón palpitando como un tambor de guerra. En la oscuridad del ala de servicio, busca a Pía, quien aún trabaja incansablemente entre papeles viejos. Al verla, no espera ceremonias: “Ha pasado algo, Pía. Necesito contarte todo lo que descubrí en el casino”, dice, jadeando por la emoción.
Con la ayuda de Lope y Ángela, Curro había conseguido infiltrarse en el corazón de aquel antro. Mientras Ángela distraía a uno de los dueños, Lope guiaba a Curro hacia la trastienda. Allí, en una habitación olvidada, hallaron lo impensable: documentos antiguos con nombres codificados, libros de apuestas y, entre ellos, registros de transacciones con la joyería que Cruz solía visitar. Una joyería en Valladolid.
Pero lo más inquietante era esto: muchas de las compras estaban a nombre de Cruz, sí, pero el pago… lo había hecho Lorenzo de la Mata.
Pía escucha en silencio, horrorizada. “Entonces Cruz fue utilizada”, murmura. “Engañada, manipulada.” Curro asiente, temblando. Pero falta algo, una última pieza. Y está en esa joyería. Una cuenta, un recibo, una firma. La prueba definitiva de que todo fue una trampa urdida por Lorenzo… con Leocadia moviendo hilos desde las sombras.
Deciden actuar. A la mañana siguiente, Curro se encuentra con Ángela en la galería del palacio. Con tono grave, le confiesa: “Necesito tu ayuda para entrar en la joyería. Y necesito que distraigas a tu madre.”
Ángela, aunque visiblemente nerviosa, acepta. Esa misma mañana, se presenta ante Leocadia con un ramo de violetas y una propuesta inocente: una salida entre madre e hija. Leocadia desconfía, pero cede ante la dulzura ensayada de su hija.
Mientras madre e hija recorren los caminos polvorientos en carruaje, recordando anécdotas y visitando tiendas, Curro y Lope cabalgan hacia Valladolid. Llegan vestidos discretamente, con documentos falsos en la alforja. Entran a la joyería fingiendo ser emisarios de un coleccionista. Lope distrae al dependiente, mientras Curro, con precisión quirúrgica, se infiltra en la trastienda.
Allí encuentra el archivo de la letra “C”. Sus manos tiemblan al leer los recibos. Una, dos, tres compras. Todas a nombre de Cruz Esquivel. Pero los pagos… todos firmados por Lorenzo. Es la prueba irrefutable. La trampa quedó registrada, como cicatriz en papel.
De pronto, una joven empleada de la joyería lo observa desde la cortina de cuentas. Con una mirada segura, le pide que la acompañe. Se llama Milagros. Y sabe mucho más de lo que aparenta.
Lo lleva a un salón privado. “Trabajo aquí desde hace siete años. Conocí bien a doña Cruz”, dice. Y, tras un instante de vacilación, saca un papel doblado y envejecido. “Esto no debía estar en los archivos. Es una copia de un recibo pagado por Lorenzo, pero registrado a nombre de Cruz. Lo guardé por intuición… pero creo que alguien necesita verlo.”
Curro lo toma como quien recoge una espada antes de la batalla final. Milagros le sonríe, reconociendo en él algo que muchos han olvidado: coraje.
De vuelta en La Promesa, Leocadia disfruta de un falso momento de paz, ignorando que su hija le ha tendido una trampa y que sus enemigos están a solo horas de mostrarle el rostro de la verdad. Curro, con las pruebas en mano, regresa como un guerrero, decidido a terminar lo que comenzó el día que perdió a su hermana.
Pía, enterada de todo, lo espera con los ojos cargados de miedo. “Tengo miedo de que te pase lo mismo que a Hann”, le confiesa. Pero Curro, firme, le promete: “No voy a caer. Esto es por ella. Por su nombre. Por su justicia.”
El episodio culminará con un giro inesperado: las pruebas serán entregadas, y Leocadia quedará expuesta. Pero en su rostro no habrá sorpresa… sino una inquietante calma, como quien aún tiene una carta bajo la manga.
Y mientras el viento recorre los ventanales del palacio como un susurro de advertencia, en el horizonte se vislumbra lo inevitable: el final está cerca, y nadie saldrá indemne. Porque cuando la verdad sale a la luz… las máscaras se queman. Y esta vez, será Leocadia quien pague el precio.
¡La Promesa arde de secretos, y la venganza está servida!