En La Promesa, cuando los muros del palacio comienzan a susurrar más de lo que las voces se atreven a decir, un secreto sepultado entre sombras amenaza con destrozar los últimos restos de confianza en la casa. Todo comienza con un cambio. Uno sutil, casi imperceptible, pero lo suficientemente extraño como para inquietar a quienes llevan años trabajando bajo la rígida disciplina de Petra, la gobernanta temida por todos. La mujer que solía imponer su voluntad con una sola mirada ahora camina con una amabilidad desconocida, como si hubiera sido reemplazada por alguien más.
Teresa, Vera, Pía y López no tardan en advertir que algo no cuadra. ¿Redención espontánea? Nadie lo cree. Para ellos, Petra no es capaz de cambiar, no sin una razón oculta y peligrosa. En cada rincón del servicio surgen murmullos y especulaciones: ¿la están chantajeando?, ¿oculta algo?, ¿protege a alguien? A medida que las conjeturas crecen, también lo hace el temor de que lo que se esconde pueda poner en riesgo la estabilidad de La Promesa.
Decididos a descubrir la verdad, el grupo de criados inicia una silenciosa vigilancia. Pero nada de lo que ven —los paseos sigilosos, los suspiros contenidos, la dulzura forzada— da una pista concreta. Petra es demasiado lista para dejar cabos sueltos.
Sin embargo, el destino tiene otros planes. Es Rómulo quien, sin buscarlo, tropieza con la verdad. Todo ocurre una tarde calurosa, cuando el mayordomo cruza el salón principal y ve a Petra deslizarse por los pasillos con una bandeja de comida. No es la primera vez que la ve actuar con discreción, pero algo en su mirada alerta despierta sus sospechas. La sigue con cautela hasta un ala olvidada del palacio, donde la gobernanta entra en una habitación olvidada por el tiempo.
Desde la puerta entreabierta, Rómulo escucha algo que lo hiela: la voz de Petra, tierna, casi maternal, hablando con alguien… o ¿consigo misma? “Te traeré pan fresco y agua”, murmura ella. “No tengas miedo, estaré aquí.” La dulzura de sus palabras no encaja con la mujer que conoce. ¿Ha perdido la razón?
Cuando un accidente lo delata —un jarrón que cae y se rompe contra el suelo—, Petra lo descubre. El choque entre ambos es inmediato, cargado de tensión. Rómulo intenta justificarse, pero la verdad ya flota en el aire. La gobernanta, sin más escapatoria, confiesa: no está sola. Está protegiendo a alguien. Una joven.
Con el rostro descompuesto, Petra abre la puerta y permite que Rómulo vea a quien esconde. Allí, encogida sobre la cama, aparece Alicia: una muchacha de aspecto frágil, muda, de mirada intensa. Petra le explica que la encontró en el refugio del padre Samuel, sola, temerosa, abandonada. Y que, movida por una fuerza que ni ella misma comprende, decidió traerla a La Promesa.
Rómulo escucha, atónito. Sabe que lo que Petra ha hecho es grave. Ha ocultado a una extraña en el palacio, ha puesto en riesgo a todos, y lo ha hecho sin consultar a nadie. Pero lo que ve en los ojos de Alicia —el miedo, la esperanza, la necesidad— y en la voz de Petra —la sinceridad, la culpa, el deseo de redención—, lo hacen vacilar.
Petra le suplica. “Nunca te he pedido nada, Rómulo. Pero esto sí. Guarda este secreto.” Y el mayordomo, con la mirada fija en Alicia, asiente lentamente. Por primera vez en años, siente que Petra ha hecho algo genuinamente humano.
Pero los secretos en La Promesa no duran para siempre.
A la mañana siguiente, el destino vuelve a golpear. Pía, supervisando la limpieza en las alas olvidadas del palacio, escucha un ruido detrás de una puerta que se suponía cerrada desde hace semanas. Al abrirla, se topa con la escena que Rómulo había jurado guardar: una joven sentada en la cama, en evidente estado de ocultamiento.
Pía no entiende nada. ¿Quién es? ¿Qué hace allí? ¿Por qué nadie ha informado de su presencia? Y sobre todo: ¿qué está dispuesta Petra a hacer para protegerla?
La revelación está a punto de explotar. La Promesa se prepara para un nuevo escándalo, uno que puede destrozar las frágiles alianzas dentro del palacio. Porque Petra no solo ocultó a Alicia… Petra la rescató por una razón aún más oscura: porque en ella hay algo que la conecta con su propio pasado, con una culpa que arrastra desde hace años, y con una red de secretos que va más allá de su simple deseo de redención.
La pregunta ahora no es si Alicia está a salvo.
La verdadera pregunta es: ¿quién es realmente Alicia… y qué pasará cuando todos descubran que Petra la ha escondido justo en el corazón de La Promesa?
El peor secreto apenas empieza a salir a la luz… y lo cambiará todo.
¿Quieres que continúe esta historia con lo que podría pasar después?