El capítulo 622 de La Promesa, emitido el martes 24 de junio a las 18:10 en TVE, marca un antes y un después en la tranquilidad del palacio. Petra Arcos ha regresado… y no con buenas intenciones. Su entrada inesperada en el despacho de Pía y Rómulo fue tan abrupta como amenazante. No avisó, no pidió permiso: simplemente irrumpió con la determinación de quien siente que ha sido humillada injustamente. Petra no oculta su intención: recuperar su antiguo puesto de ama de llaves y ajustar cuentas con todos aquellos que, según ella, le dieron la espalda.
Sus palabras fueron claras, frías y cortantes. Afirmó que su regreso era inevitable y que esta vez no se dejaría pisotear. Su objetivo es reinstaurar su poder entre el servicio, y hacer que cada uno de ellos recuerde quién era la auténtica dueña del orden en La Promesa. Pía, con gesto de desconcierto, y Rómulo, con la compostura quebrada, no supieron cómo reaccionar. La armonía ganada tras su salida comienza a desmoronarse.
Pero Petra no es la única que altera el equilibrio. Doña Leocadia, consciente del caos que su presencia puede generar, decide advertirle de inmediato: todo debe funcionar perfectamente, especialmente ahora, con la gran fiesta en honor al título nobiliario que el rey ha concedido a Adriano. Sin embargo, es evidente que Leocadia ha tolerado el regreso de Petra por razones aún ocultas. ¿Forma parte su decisión de una estrategia mayor? ¿Es Petra una simple jugadora o una ficha manipulada?
En paralelo, María Fernández encara a Samuel. No entiende cómo ha sido capaz de facilitar el regreso de Petra. Él, convencido de haber hecho lo correcto, no da marcha atrás… por ahora. Pero lo que comienza como una firme convicción se resquebrajará con el tiempo. Samuel pronto descubrirá que traer de vuelta a Petra ha sido el primer paso de una serie de errores que podrían costarle muy caro.
El ambiente se vuelve aún más espeso con las noticias que llegan de la joyería Job. Una red de secretos criminales se esconde tras su lujosa fachada: asesinatos, palizas, venta de venenos. En este escenario turbio, López, el cocinero, trama infiltrarse en la casa de los duques del Carril. Su objetivo: llegar hasta su familia y descubrir la verdad. Para ello necesita la ayuda de Vera, su novia. Pero lo que le pide es casi impensable. Ella queda perpleja ante la propuesta, atrapada entre el miedo y el amor. Si accede, López podría tener que enfrentarse cara a cara con el duque y revelarle algo devastador: que él es su yerno.
A la sombra de este misterio, Curro recibe una carta. Es de Trini, la dependienta de la joyería, compañera de la desaparecida Esmeralda. La misiva despierta una inquietud profunda en Curro y Pía. Nadie sabe qué ha sido de Esmeralda. ¿Fue silenciada por lo que sabía? ¿Está viva o han hecho que desaparezca para siempre?
El capítulo también lanza una mirada a la joven Ángela, puesta a trabajar por su madre, doña Leocadia, junto al capitán Lorenzo. Oficialmente ayuda a redactar contratos, pero todos saben que el capitán apenas trabaja y abusa de su poder. Curro, incapaz de quedarse de brazos cruzados, comienza a espiarlo y lo confronta. Intenta proteger a Ángela, pero esa protección podría costarle caro. Leocadia, su eterna enemiga, no aprueba ni su cercanía ni su intromisión. ¿Será esta la chispa que encienda una nueva guerra silenciosa dentro del palacio?
Y mientras la tensión interna crece, la celebración del título de Adriano avanza a contrarreloj. Pero el joven no está nada cómodo. No desea la fiesta ni la atención. Siente que es un acto más de manipulación por parte de don Lisandro y Leocadia, que ven en el evento una oportunidad para mostrar poder. Catalina intenta preparar a Adriano, enseñarle las normas de protocolo, ayudarlo a sobrevivir a esa velada que no desea. Pero ¿podrá el joven mantener la compostura cuando sienta que lo exhiben como un trofeo?
La carta que Manuel recibe de su madre desde prisión añade un nuevo elemento de incertidumbre. Sus palabras lo perturban profundamente. Busca el consejo de Rómulo, su eterno confidente. Pero lo que Rómulo le revela sobre los invitados a la fiesta no hace más que aumentar su malestar. Entre líneas, Manuel comprende que esa celebración podría tener un objetivo oculto: encontrarle una nueva esposa. La idea lo sacude. Su mundo, ya inestable por la caída de Cruz, se tambalea aún más.
Así, el capítulo 622 se convierte en un torbellino de retornos inesperados, enfrentamientos latentes, cartas que esconden amenazas y fiestas que disfrazan intereses oscuros. Cada personaje parece moverse entre verdades a medias, decisiones forzadas y secretos a punto de estallar. En La Promesa, nadie está a salvo. Ni de sus errores, ni de su pasado.
Y Petra, como una sombra que regresa más fuerte, más fría y más decidida, amenaza con romper cada frágil hilo de paz que aún queda en pie.