En La Promesa, las tensiones acumuladas por semanas están a punto de estallar… y Manuel, sin saberlo, está a solo un paso de descubrir una de las traiciones más grandes del palacio. Lo que empezó como un gesto de fe hacia Toño, se transforma en una cadena de revelaciones que acabará desenmascarando a alguien que hasta entonces parecía intocable: la marquesa Leocadia.
Todo comienza cuando Manuel, tras mucha reflexión, decide darle una segunda oportunidad a Toño, un joven marcado por errores pasados. Aunque Toño desapareció y lo dejó en la oscuridad, Manuel reconoce que ha hecho esfuerzos sinceros por redimirse: devolvió el dinero, volvió con la cabeza baja y trabajó sin descanso para reconstruir la confianza perdida. El taller, que había estado abandonado, vuelve a llenarse de vida y esperanza.
Toño lo da todo. Llega antes del amanecer, duerme en el establo, trabaja hasta caer rendido. Incluso Simona, su madre, empieza a notar el cambio, aunque no se atreve a confiar del todo. Manuel, por su parte, ve un nuevo futuro: uno en el que él y Toño podrían reconstruir no solo un proyecto, sino también una dignidad compartida.
Pero esa paz se ve amenazada cuando Manuel recibe una carta de Leocadia, entregada discretamente por Petra. En ella, la marquesa confirma el préstamo prometido: una suma considerable para comprar las máquinas que el taller necesita. Sin embargo, la carta no es un gesto generoso… sino una advertencia: “El dinero es un arma de doble filo. Un favor mío nunca es gratis.”
El tono frío y calculado de esas palabras hace que Manuel sienta un escalofrío. Sabe que Leocadia no da nada sin esperar algo a cambio, y su intuición le grita que algo anda mal. Aun así, lucha contra la urgencia de avanzar. Busca a Rómulo, su hombre de confianza, para pedirle que viaje a comprar las máquinas. Pero el mayordomo rechaza con sabiduría: “No puedo irme ahora. Hay demasiados ojos sobre ti y sobre tu hermana. No podemos bajar la guardia.”
Desesperado por avanzar, Manuel considera enviar a Toño. Pero Simona lo detiene con una súplica brutalmente honesta: “Prefiero un hijo pobre que uno que arruine tu vida por una mentira. No puedes confiarle esto. No de nuevo.” Manuel queda entre dos fuegos: el deseo de creer y el miedo de repetir el pasado.

Y es justo cuando duda, que todo da un giro radical.
Durante una revisión nocturna de los inventarios del taller, encuentra una carta olvidada entre los papeles de contabilidad. Al principio parece trivial, pero un detalle lo hiela: la letra coincide con la de Leocadia. ¿Qué hacía esa nota entre documentos privados de Toño?
Sospechando lo peor, Manuel busca a Pía para verificar la escritura. Ella, experta en detalles, lo confirma sin dudar. Alarmado, Manuel decide revisar discretamente la habitación de Leocadia. Lo que descubre allí supera todas sus sospechas: copias de transferencias, registros de cuentas falsas y una lista de nombres – incluido el de Eugenia.
Al día siguiente, durante una cena en el comedor principal, con todos los personajes reunidos, Manuel no puede callar más. Se levanta lentamente, con la carta de Leocadia en la mano y los documentos escondidos bajo el brazo.
—Perdón que interrumpa la cena —dice, su voz firme pero contenida—, pero creo que hay algo que todos deben saber.
El silencio es total.
—Durante semanas he intentado creer en nuevas oportunidades. He apostado por el cambio, por el perdón. Pero no puedo permitir que alguien que se oculta tras un título y una sonrisa siga manipulándonos a todos.
Todos lo miran desconcertados, hasta que gira la mirada hacia la marquesa.
—Leocadia, ¿quieres explicarnos por qué tus documentos personales estaban en la contabilidad del taller? ¿Por qué aparecen transferencias con nombres falsos y vínculos con negocios turbios?
La marquesa palidece, pero intenta mantener la compostura.
—¿Me estás acusando sin pruebas, muchacho?
—Tengo más que pruebas —responde él, alzando la voz—. ¡Tengo tus palabras, tus cuentas, tus amenazas disfrazadas de generosidad! Y no estoy solo. Pía ha confirmado la escritura. Rómulo ha revisado los registros. ¡Y Eugenia sabía algo también!
Las miradas se vuelven hacia Leocadia, quien finalmente pierde el control.
—¡Todo lo hice por el bien de esta casa! ¡Ustedes no entienden lo que significa proteger un legado! —grita, pero su voz suena más desesperada que poderosa.
Alexandra se pone de pie: —¿Protegerlo… o adueñarte de él?
La escena estalla. La caída de Leocadia es pública, total, y sin retorno. Lo que comenzó como un préstamo, se convierte en la revelación de una red de manipulaciones y traiciones que se tejió bajo las narices de todos.
Manuel, firme, toma aire y concluye:
—Esta vez el silencio no será cómplice. Y la justicia no se servirá a puerta cerrada.
💥 En los próximos capítulos de La Promesa, nada volverá a ser como antes.
¿Logrará Manuel reconstruir su proyecto tras esta tormenta? ¿Podrá Leocadia vengarse?
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