En La Promesa, la calma que reinaba entre sus muros se rompe con una noticia tan impactante que hará temblar los cimientos del palacio: Yana no está muerta.
Todo comienza cuando Manuel, consumido por el dolor tras la desaparición de Toño y la traición de quienes creía leales, deambula por la galería sin rumbo fijo. Es entonces cuando un carruaje inesperado irrumpe con fuerza. Doña Leonor de Salcedo, la enigmática tía de Yana, desciende con una presencia tan imponente como silenciosa. No saluda, no explica. Solo exige ver al marqués. Y su primera frase lo cambia todo: “He venido a hablar de Yana.”
La tensión en el vestíbulo se puede cortar con un cuchillo. Rómulo, Pía y los pocos criados presentes contienen el aliento. El corazón de Manuel se detiene por un segundo. La mujer que todos creían recluida, enferma y ajena al mundo, ahora está allí para revelar la verdad que se ha ocultado durante meses. Su voz es clara, decidida: “Mi sobrina no murió. Fue una farsa. Fue silenciada para que no revelara un secreto que podría destruir a las casas más poderosas de este reino.”
Doña Leonor no viene con suposiciones, viene con pruebas. Con la serenidad de quien ha vivido en la sombra para proteger a su sangre, relata que Yana descubrió un escándalo entre las casas Salcedo, de la Vega y, quizás, los Izquierdo. Una red de traiciones, tierras robadas, herencias manipuladas y un crimen antiguo que jamás debió ver la luz. Cuando lo supieron, tomaron la decisión más cruel: hacerla desaparecer.
Yana fue drogada, secuestrada y ocultada, mientras en La Promesa se escenificaba su muerte. La clave del montaje: Doña Cruz, la esposa del marqués, cuya reputación y posición fueron usadas para hacer creíble una mentira atroz. Leonor asegura que Cruz fue presionada, incluso amenazada. ¿Tal vez con dañar a Alonso o a su hijo? ¿O chantajeada por algo del pasado? Lo cierto es que confesó un asesinato que jamás cometió, para evitar que el escándalo estallara y proteger a los suyos.
Mientras Alonso digiere cada palabra con creciente incredulidad y horror, la noticia vuela por el palacio. Manuel, conmocionado, corre a buscar a Curro y López. “Doña Leonor ha dicho que Yana vive”, logra pronunciar entre jadeos. Su emoción desborda. Para él, Yana no solo es una figura del pasado, es su esperanza, su motor, el amor que creía perdido.

En paralelo, Curro y López ya habían comenzado a sospechar algo grande. Su investigación secreta los había llevado a una joyería discreta en el centro de la ciudad. Allí descubrieron que Doña Cruz solía reunirse en secreto con una mujer elegante y misteriosa. Aquellas visitas no eran inocentes. Estaban ligadas a los hilos ocultos de la conspiración. ¿Era esa mujer Leonor? ¿O alguien más involucrado en el encubrimiento? Lo cierto es que las piezas encajan.
La aparición de Doña Leonor también pone a otros personajes en jaque. Petra, antes fría y cruel, parece transformada. ¿Redención real o calculada estrategia? Simona, rota por Toño, se encuentra abrazando a su antigua enemiga. El servicio entero observa, confuso, sin saber en quién confiar.
Mientras tanto, en el despacho, Doña Leonor continúa con su relato. Habla de la infancia de Yana y de Pía –a quien llama por su verdadero nombre: Dolores. Cuenta cómo, tras rescatar a su sobrina, tuvo que esconderla, protegerla de aquellos que aún querían silenciarla. Ella misma fingió estar enferma, apartada, solo para vigilar a los culpables y esperar el momento justo para hablar.
Ese momento ha llegado. Con la amenaza aún latente, Doña Leonor sabe que ya no puede callar. Ha llegado el tiempo de restablecer la verdad. Yana vive. La culpa de Cruz es una construcción, y los verdaderos responsables siguen libres, poderosos, manipulando desde las sombras.
Alonso, conmocionado, le pide hablar en privado. Sabe que esto cambia todo. Para él. Para Cruz. Para La Promesa. El peso de la duda lo aplasta. ¿Qué será de su familia si se confirma esta verdad? ¿Y cómo afrontará la revelación Manuel, que apenas comenzaba a reconstruirse?
De regreso a las cocinas, López y Curro se unen a Manuel. La emoción se palpa en el aire. La promesa de justicia y la posibilidad de recuperar a Yana dan nueva fuerza a sus pasos. “Tenemos que encontrarla, tenemos que desenmascararlos a todos”, dice Manuel con una convicción que no había sentido en mucho tiempo.
Mientras tanto, la llegada de Doña Leonor ya no es solo un rumor. Es una amenaza para los conspiradores. Un recordatorio de que la verdad, por más que se esconda, siempre encuentra una manera de salir a la luz. Y esta vez, con nombres, rostros y consecuencias.
La tormenta apenas comienza. Y La Promesa nunca volverá a ser la misma