En La Promesa, el silencio ya no puede esconder lo que está a punto de explotar: intrigas, traiciones, pasiones prohibidas y una fuga que cambiará el rumbo de todos. En el corazón de esta tormenta está Ángela… y su secreto.
Desde el primer instante, el ambiente en la hacienda está cargado de tensión. Lorenzo, cada vez más despiadado, intensifica sus ataques contra Adriano, dispuesto a hundir su autoridad como nuevo conde. No se conforma con señalar sus errores: quiere aplastarlo. Mientras tanto, Alonso no puede evitar sentir vergüenza por los desaciertos del joven noble, sobre todo durante su fallido discurso, que sigue resonando como un eco de humillación en los pasillos del palacio.
En las sombras, Lope inicia su arriesgado plan para infiltrarse en la residencia de los duques del Ane. Aunque cuenta con la ayuda y los planos de Vera, su conciencia le tiembla: sabe que este juego puede costarle caro. Curro, sabiendo lo que se juega, intenta detenerlo. Ya ha perdido demasiado y teme que Lope acabe igual… o peor.
Mientras tanto, en las cocinas y pasillos, se respira una mezcla de entusiasmo y rabia por la inminente boda entre Rómulo y Emilia. Petra, con mano de hierro, impone una prohibición escandalosa: ningún sirviente podrá asistir a la ceremonia religiosa. La reacción es inmediata: enojo, desilusión y una división entre quienes obedecen y quienes sueñan con rebelarse.
Manuel, aún dolido por los desplantes sociales sufridos en la fiesta, rechaza con frialdad la invitación de la hija de la duquesa de las flores de cerezo. Ya no está dispuesto a que lo manipulen como si fuera un peón de lujo.
Pero mientras todo esto ocurre, el foco se va estrechando sobre una figura clave: Ángela. Desde hace días, sus movimientos han sido calculados. Ha saboteado discretamente los planes de Lorenzo, plantando pequeñas semillas de caos. Pero todo cambia con la llegada de una carta: el joven al que agredió durante la fiesta quiere verla. Lorenzo, hipócrita y con una sonrisa fingida, le sugiere que lo visite para aclarar lo sucedido. Pero todos saben que ese “puente de paz” es un disfraz para una trampa.
En el ala norte del palacio, Samuel le pide a María que suavice su trato con Petra. Él sigue confiando en ella, pero María sabe que Petra no da puntada sin hilo. Una tregua, en este punto, sería papel mojado.
Leocadia, astuta como siempre, comienza a manipular a Catalina, sembrando dudas sobre la capacidad de Adriano para llevar el título de conde. Sus palabras calan hondo: Catalina empieza a ver con otros ojos las acciones de su esposo.
En el hangar, Enora es expulsada con dureza por Manuel. Pero Toño, desafiando la jerarquía, la defiende y la propone como su reemplazo en el proyecto aeronáutico. Enora acepta y rápidamente demuestra una mente brillante, aportando ideas innovadoras. Toño, sin embargo, atribuye los avances a sí mismo para ganar puntos ante Manuel. Una jugada arriesgada que podría volverse en su contra.
En el lado más emocional, María, agotada por el trato de Petra y las constantes pérdidas (An, Rómulo, Emilia), empieza a considerar dejar la promesa. Habla con Samuel, confesándole su deseo de empezar de nuevo en otro lugar, lejos del dolor.
Y mientras todo esto se entrelaza como una red, llega el momento crucial: Ángela, presionada por Leocadia y Lorenzo para disculparse ante el marqués de Andújar, siente que su vida ya no es suya. Su dignidad está siendo canjeada por acuerdos comerciales, y su voluntad, pisoteada por los que la manipulan.
Entonces, toma la decisión más radical de todas: huir. Sin decir nada, sin despedirse, se marcha a Suiza, dejando tras de sí una estela de dolor, preguntas sin respuesta… y un amor roto.
Curro, desconsolado, intenta detenerla, pero ya es tarde. La noticia lo desarma. El amor que apenas empezaba a respirar se ha ido con ella. Lo único que queda es la certeza de que Ángela no podía más.
Mientras tanto, en la hacienda, todos creen que es un simple cambio de planes. Solo Curro conoce la verdad. Solo él entiende que esa fuga no fue cobardía, sino supervivencia.
El capítulo cierra con el emotivo adiós de Rómulo, quien deja la promesa entre lágrimas, abrazos y promesas rotas. Catalina lo escolta por el palacio, donde los Luján le rinden un último y solemne homenaje.
Pero ni siquiera ese momento puede borrar la sensación de pérdida. Ángela se ha ido, y su secreto… viaja con ella.
¿Qué ha dejado atrás? ¿Volverá algún día a enfrentar las sombras de su pasado?
La Promesa nunca será la misma. Y tú, ¿estás listo para lo que viene?