Una tormenta de secretos, traiciones y revelaciones arrasa los muros de La Promesa en uno de los capítulos más impactantes y tensos hasta ahora. Curro, decidido a desenmascarar al responsable del brutal ataque que casi le arrebata la vida, se lanza a una peligrosa misión junto a Lope. El destino los lleva al oscuro casino de Villalquino, un lugar donde las máscaras caen y las verdades se dicen entre susurros temblorosos. Allí, en medio de humo, miradas esquivas y miedos contenidos, descubren lo impensable: el Capitán Lorenzo de la Mata, su propio padre, está detrás de la conspiración que casi acaba con él. La revelación, que Basilio les confiesa temblando de miedo, no solo rompe el alma de Curro, sino que destapa una red de poder y manipulación mucho más profunda. 

Pero el viaje no es tan clandestino como esperaban. Cruz intercepta a Curro y Lope antes de su partida y, con una sospecha gélida, decide acompañarlos. Lo que debía ser una incursión discreta se transforma en una misión bajo vigilancia, con la marquesa siempre un paso adelante, oscureciendo aún más los peligros del camino.

Mientras tanto, dentro del palacio, otras batallas arden en silencio. Eugenia, cada día más lúcida, empieza a recuperar recuerdos perturbadores del pasado. Su creciente vínculo con Curro la fortalece, pero también la convierte en blanco del maquiavélico plan de Lorenzo y Leocadia. Ellos buscan arrastrarla nuevamente a la oscuridad mental, recurriendo a manipulaciones psicológicas y “remedios” disfrazados. Sin embargo, esta vez, Eugenia está decidida a resistir. El amor por su hijo y su deseo de justicia le dan una claridad que ni Lorenzo ni Leocadia esperaban.

Rómulo, por su parte, lucha contra sus propios demonios. La desconfianza hacia Pía lo consume, y la herida del pasado aún sangra en sus silencios. Petra, en un inesperado gesto de empatía, intenta mediar. Le recuerda a Rómulo que el dolor no se supera cerrando puertas, sino abriéndolas. Pero él no cede, atrapado en un muro de emociones que no sabe cómo derrumbar. Aun así, su reacción ante el ataque a Curro revela que bajo su severidad, aún late un corazón herido que se preocupa profundamente por los suyos.

En paralelo, la joven Catalina alimenta un sueño que parecía imposible: su boda secreta con Adriano. Simona y Samuel, sus cómplices, preparan todo en silencio, conscientes de que cualquier error podría costarles el amor. Pero el estallido de la noticia del ataque a Curro irrumpe como un rayo en pleno cielo despejado, y el palacio entra en caos. La ceremonia, que debía ser un susurro de esperanza, se tambalea bajo el peso de las desgracias que se suceden sin tregua.

Toño, envuelto en una trama de engaños y manipulaciones, también es arrastrado por la tormenta. Ha perdido el dinero que Manuel le confió, y con ello, la confianza del marqués. Alonso, furioso y decepcionado, le deja claro que las consecuencias serán graves. Pero lo que aún nadie sabe es que Toño no actuó solo. Fue víctima de una presión silenciosa, de un juego mucho más grande en el que Lorenzo también podría estar implicado. ¿Hasta dónde llegará esta red de corrupción?

Ángela, cada vez más cercana a Curro, siente en su interior el peso del peligro. Ha sido cómplice del viaje a Villalquino, y aunque no lo dice, su corazón late al ritmo de la preocupación. Su conexión con Curro va más allá de la amistad, y cada minuto que él pasa fuera del palacio es una herida abierta que no cicatriza.

En Villalquino, cuando finalmente encuentran a Basilio, lo que Curro escucha rompe su mundo en mil pedazos. Su propio padre, el hombre que está intentando encerrar a Eugenia en el sanatorio, es también quien orquestó el atentado contra su vida. ¿La razón? Está demasiado cerca de la verdad. Eugenia empieza a recordar. Curro hace demasiadas preguntas. Y Lorenzo está dispuesto a silenciarlos a cualquier precio.

El horror de la revelación se mezcla con el miedo latente de que la guerra que se gesta en las sombras estalle de forma incontrolable. Cruz observa todo con una calma desconcertante. No parece sorprendida, como si supiera más de lo que deja entrever. ¿Es también parte del juego? ¿O solo una espectadora de la caída de su mundo?

De regreso en el palacio, Eugenia confiesa a Curro que siente que el lugar “tiene memoria” y que esa memoria quiere hacerla olvidar. Pero jura no permitirlo. Ella quiere recordar. Debe recordar. Hay algo enterrado en La Promesa… algo que Lorenzo y Leocadia temen que salga a la luz. Y con cada paso que Curro da hacia la verdad, más cerca están todos de ese momento.

Los muros de La Promesa, silenciosos testigos de décadas de dolor, secretos y traiciones, están a punto de temblar. La guerra interna ha comenzado. Y nadie —ni siquiera los más poderosos— saldrá ileso.

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