En el capítulo más devastador de La Promesa, las máscaras se caen y la tragedia acecha en cada rincón del palacio. La tormenta que se ha venido gestando durante semanas estalla finalmente con una fuerza que sacude hasta los cimientos de la familia Luján. Lo que parecía una búsqueda de identidad para-Catalina, pronto se transforma en una carrera por la verdad, la supervivencia… y la justicia.
Todo comienza con Eugenia, cuya mente se hunde cada día más en una oscuridad insondable. Su figura espectral recorre los pasillos del palacio como si los fantasmas del pasado la guiaran. Trazando símbolos extraños sobre el polvo de los muebles y en los cristales empañados, su comportamiento inquietante parece ser un eco de secretos antiguos que claman por salir a la luz. Su hermano, el marqués Alonso, la observa impotente, desgarrado por la visión de la mujer que alguna vez fue su confidente y ahora no es más que un cascarón quebrado.
Mientras tanto, en el sótano del servicio, Lope y Curro descubren una caja enterrada bajo un rosal negro. Dentro, cartas y un diario: documentos que podrían dinamitar la historia entera de los Bermúdez. El contenido sugiere la existencia de un linaje bastardo, una línea de sangre escondida por generaciones, y un nombre que emerge con fuerza: “E.V.”, las iniciales de Esperanza Vargas, una doncella leal a la difunta marquesa y desaparecida en circunstancias misteriosas. Esta pieza del rompecabezas podría ser la clave para comprender el verdadero origen de Catalina.
Pero los símbolos no son lo único que desvela la amenaza inminente. Lisandro Bermúdez, el supuesto padre de Catalina, empieza a actuar con una confianza que roza la soberbia. Su interés desmedido en los archivos, su forma de deslizarse por los pasillos como si ya fuera dueño del lugar, y su insistencia en establecer alianzas con Manuel, lo delatan. Ante el joven marqués propone incluso una colaboración en la industria mecánica. Todo parece demasiado calculado, demasiado oportuno.
Y es que Lisandro no es quien dice ser.
En un giro inesperado, el padre Samuel recibe una carta sellada desde el obispado. El documento describe a un estafador buscado por la Iglesia, un impostor con dotes teatrales, carisma manipulador y ambiciones peligrosas. Cada palabra dibuja con precisión el perfil de Lisandro. El sacerdote, dividido entre su deber y su creciente afecto por los habitantes de La Promesa, duda sobre qué hacer. La revelación podría salvar a muchos… o condenarlos a todos.
La tensión se eleva cuando Catalina, atrapada entre la sombra de su madre y el destello de una figura paterna recién descubierta, decide abandonar La Promesa. Su partida es un golpe mortal para-Alonso, quien ve en ella el último vínculo con su difunta esposa. Pero Catalina está decidida: “No puedo seguir viviendo entre secretos. Quiero saber quién soy”. Aún así, en su corazón, comienza a gestarse una duda silenciosa. ¿Y si Lisandro la está utilizando?
La amenaza se hace tangible cuando en pleno despacho del marqués, Lisandro revela su verdadero rostro. A través de documentos falsificados intenta extorsionar a Alonso, exigiendo reconocimiento y derechos que no le corresponden. Pero el plan se desmorona cuando Lope y Curro, armados con pruebas irrefutables, irrumpen con la verdad. Un diario, una carta olvidada, una firma sellada por la marquesa difunta. La impostura queda al descubierto.
Entonces, el caos.
Un grito, un disparo que retumba en los muros de piedra, y Lisandro huye, dejando tras de sí una estela de traición. La Promesa se convierte en un campo de batalla. Toño, que ha ganado en madurez y temple desde que trabaja con Manuel, persigue al impostor por los jardines, determinado a no dejarlo escapar. El joven, antes visto como un granuja sin futuro, demuestra que está dispuesto a arriesgarlo todo por proteger la casa que lo ha acogido.
Teresa observa el enfrentamiento desde la distancia, conmocionada, mientras Simona, escéptica y endurecida por las traiciones del pasado, presiente que la verdad que saldrá a la luz será tan devastadora como la propia mentira. Rómulo y Emilia, atrapados en una tregua de silencios, deben dejar a un lado sus diferencias para contener la situación.
¿Sobrevivirá Alonso al ataque de Lisandro? ¿Qué consecuencias tendrá la traición para Catalina, que ha apostado su fe emocional en un hombre que resultó ser una farsa viviente? ¿Y qué papel jugará el oscuro linaje de los Bermúdez, que vuelve a emerger de la tierra como un espectro vengativo?
Con cada revelación, queda claro que La Promesa es más que un palacio: es un escenario de batallas emocionales, un santuario de secretos… y una trampa para los incautos. Catalina, desgarrada, enfrenta la verdad con los ojos abiertos por fin. La figura paterna que tanto anhelaba no era más que un actor en una obra siniestra, y ahora, su lealtad, su identidad y su amor están en juego.
La sangre, la traición y los antiguos pactos no resueltos escriben el destino de todos. El capítulo termina con Catalina mirando los campos de La Promesa desde su ventana, mientras los ecos de un disparo y una sirena rompen la quietud del atardecer.
Y entonces, el silencio.
El silencio antes de la próxima tormenta.