Una mañana que debía estar marcada por la alegría del bautizo se convierte en una pesadilla angustiosa para Catalina: el pequeño Andrés ha desaparecido sin dejar rastro. Su grito ahogado al descubrir la cuna vacía desencadena el caos en La Promesa. La mansión, adornada para la ceremonia, se llena de gritos, órdenes y rostros desencajados. Catalina, desesperada, sacude las sábanas del moisés con la absurda esperanza de encontrar allí a su hijo, mientras Alonso ordena cerrar todas las puertas e impide la entrada y salida de cualquier persona. Nadie se moverá hasta que el niño aparezca.
Las sospechas no tardan en surgir, y el nombre de Eugenia flota sobre los pensamientos de todos. Horas antes, Catalina la había sorprendido sola con los bebés. Ahora, cuando Curro y Emilia la encuentran en su habitación, la escena es escalofriante: Eugenia mece una almohada como si fuera un bebé y canta una nana con la mirada perdida. Su mente se mueve entre la confusión y el delirio. Dice que el pequeño Andrés está bien, que duerme. Pero sus palabras inquietan aún más: menciona a Leocadia, la fiel doncella, como quien le aconsejó proteger a los bebés de los “aires malos” y le habló de un lugar más seguro.
Leocadia, al ser interrogada, niega haberle dicho nada semejante. Con su expresión impasible y manos inquietas, intenta desviar la atención, sugiriendo que Eugenia está confundida. Sin embargo, su presencia se vuelve cada vez más perturbadora: siempre en segundo plano, siempre sabiendo más de lo que dice.
Mientras tanto, Alonso se resiste a creer que su propia hermana podría haber causado daño al niño, pero la evidencia se acumula. Catalina, rota por el miedo, se enfrenta a Eugenia: “¿Qué has hecho con él?”. La respuesta, balbuceada entre lágrimas, siembra más dudas que certezas. ¿Dónde está ese supuesto lugar seguro? ¿Fue realmente una confusión… o alguien manipuló la fragilidad de Eugenia?
A YouTube thumbnail with maxres quality
La búsqueda de Andrés se intensifica. Cada rincón de La Promesa es registrado, desde los sótanos hasta los establos, pasando por pozos, capillas abandonadas y jardines. No hay rastro alguno. Y mientras el sol cae tiñendo el cielo de rojo, nuevas sombras emergen. Pía, removida aún por el misterio de la muerte de Yana, recuerda el veneno que la mató: uno extraño, de una planta que solo crece en rincones húmedos del bosque cercano. ¿Tiene algo que ver con la desaparición de Andrés?
La desesperación, el miedo y las dudas se apoderan de todos. Catalina, firme en su determinación, no descansará hasta encontrar a su hijo. Pero a medida que las piezas se colocan, queda claro que alguien ha tejido una telaraña de mentiras, manipulaciones y secretos… y que Andrés podría ser apenas el primer eslabón de un plan mucho más siniestro. ¿Qué esconde realmente Leocadia? ¿Y cuántas verdades más están a punto de salir a la luz?