El capítulo 601 de La Promesa marca un antes y un después en la historia de los Luján. Los muros del palacio retumban con la verdad más temida: Leocadia ya no se oculta. En una escena tan poderosa como escalofriante, la mujer que por años fue considerada una sirvienta leal y silenciosa revela su verdadera cara frente a Lisandro: una estratega ambiciosa, manipuladora y decidida a quedarse con todo lo que los Luján han construido. “Lo quiero todo” – su voz, baja pero cargada de veneno, congela la atmósfera.
A la sombra del duque de Carvajal, Leocadia ejecuta su ofensiva final: apoderarse de la fortuna, el título y la herencia de los Luján. Durante años, ha escuchado secretos, observado debilidades y tejido una telaraña perfecta. Ahora, con la familia sumida en escándalos y divisiones internas, sabe que su momento ha llegado.
Mientras tanto, Curro hace un descubrimiento aterrador: la relación de Jacobo con la joyería Job no solo lo vincula al atentado contra su propia vida, sino posiblemente al asesinato de Yana. Las joyas encargadas, según Lóe, presentan modificaciones extrañas – no son simples adornos. Curro recuerda lo que Yana le advirtió antes de morir: que Jacobo estaba metido en redes oscuras, tráfico de armas y venenos. El atentado, entonces, no fue casualidad… fue un encargo. Y todo apunta a Jacobo como el ejecutor.
Pía, al enterarse, queda devastada. La confirmación de que Yana fue silenciada y de que la joyería era una fachada para crímenes más profundos la llena de furia. Junto a Curro y Lóe, deciden encontrar pruebas contundentes que lo desenmascaren ante el mundo… y salvar así la memoria de Yana.
Pero Jacobo no es el único enemigo en las sombras.
Lisandro, por su parte, juega su propia partida maquiavélica. Frente a Alonso, marqués de Luján, despliega toda su artillería verbal en una confrontación demoledora. Señala los errores del linaje: la boda secreta de Catalina, la misteriosa desaparición de Eugenia, los hijos ilegítimos, los testamentos modificados… El marqués, humillado y desesperado, intenta defenderse. “¿Qué quiere? ¿Dinero, poder, venganza?”, grita entre lágrimas.
Pero Lisandro ya no busca eso. Él quiere la caída completa de la dinastía Luján. “Lo que busco es la verdad… o mi versión de ella. Y ver cómo se arrastran bajo su propio peso.”
Mientras los grandes titanes se enfrentan, Emilia y Rómulo intentan reconstruir lo poco que queda de su vínculo. Rómulo, conmovido, admite que se cegó por la lealtad al palacio y descuidó lo más importante: ella. Emilia, dolida pero receptiva, escucha… aunque aún teme abrir del todo su corazón.

Y en medio del huracán, Eugenia observa desde las sombras. Recuperada, sí. Vulnerable, también. Pero no derrotada. Sabe que Leocadia quiere enviarla de nuevo al sanatorio, pero esta vez no se lo permitirá. Su instinto de Luján resurge con fuerza, y está dispuesta a enfrentarse a quien sea.
En el epílogo de este episodio, Leocadia y Lisandro sellan un pacto tácito. Ella ofrece los secretos más sucios de la familia; él, el poder de la Corte. Pero ni uno ni otro confía realmente. Ambos saben que en La Promesa, la traición es cuestión de tiempo.
No te pierdas el próximo capítulo:
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¿Caerá Jacobo por fin con las pruebas de Curro y Pía?
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¿Podrá Eugenia impedir su reingreso forzado al sanatorio?
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¿Y logrará Alonso salvar algo del honor de su apellido antes de que Lisandro lo destruya todo?
Leocadia ha hablado: “Lo quiero todo”.
El tablero de la promesa está en llamas.
Y nadie saldrá ileso.